Migrar otra vez; la doble vida de los ecuatorianos que salieron de España para volver a empezar en Estados Unidos
Ecuatorianos con pasaporte español han decidido migrar a Estados Unidos cuando el trabajo escasea en España. Sin necesidad de visa, llegan fácilmente. La historia de una familia con esta realidad es parte de un proyecto de cortometraje.

Vinicio Vásquez (i), ecuatoriano-español que vivió en Nueva York por tres años, y su hermano Franklin, que vive en España y documenta la doble migración de ecuatorianos de España a Estados Unidos, durante un descanso cuando estuvieron en la ciudad estadounidense.
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MADRID. Después de una década en la que España fue sinónimo de prosperidad para miles de familias ecuatorianas, la crisis económica de 2008, que se originó por las hipotecas basura de Estados Unidos, cambió el rumbo. Lo que comenzó como un sueño europeo terminó en un nuevo éxodo: una nueva migración, ahora silenciosa hacia Estados Unidos, donde muchos volvieron a ser indocumentados y tuvieron que batallar con el inglés y entender una nueva dinámica de vida.
El colapso del mercado inmobiliario español golpeó de lleno a quienes habían encontrado en la construcción su sustento. Los varones latinoamericanos, en su mayoría ecuatorianos, fueron los primeros en quedarse sin empleo. La cadena se rompió: sin trabajo, llegaron las deudas, las hipotecas impagas y, finalmente, la decisión de marcharse otra vez.
La paradoja de esta segunda migración está en su estatus legal. Muchos de los que partieron de España ya no eran migrantes ilegales: tenían residencia, papeles e incluso pasaporte español que les permitía tener una estancia legal de 90 días.
Pasado ese plazo, volvían a la sombra y se sumaban a la masa de migrantes que llegan a Estados Unidos, sobre todo, a Nueva York, que se ha convertido en el epicentro de esta nueva ola migratoria donde hay oportunidades y una comunidad ecuatoriana consolidada. Durante los años más duros de la recesión (2009–2012), las salidas masculinas hacia terceros países se dispararon en más del 600%. La ciudadanía española, paradójicamente, facilitó este tránsito. Muchos ampliaron su mapa de opciones, aunque no su horizonte de estabilidad.
Y esa segunda migración continúa siendo una constante cuando el trabajo escasea en España. Vinicio Vásquez dejó el campo de Murcia, al que llegó siendo un adolescente, y se embarcó en esa aventura con treinta y pocos años. “Trabajaba en el campo, en la misma empresa que nuestro padre, pero con una hija recién nacida y pocas opciones, la necesidad, como a tantos, lo empujó a irse de nuevo”, cuenta su hermano menor. “Siendo ya español, decidió irse a Nueva York por tres años, buscando hacer dinero”.
Su hermano, Franklin, diez años menor, cuenta la historia desde Madrid porque fue a visitarlo cuando estaba por finalizar su aventura, en junio pasado, y puso una cámara para grabar sus conversaciones.
—Nada, ya le dije igual yo solo voy a trabajar esta semana, ya a la mierda, si me paga o no me paga…. Ya estoy cansado de verle la cara un poco, ya tu verás si quieres darme vacaciones, ya es cosa tuya, pero yo solo trabajo hasta el viernes —se le escucha hablar a Vinicio mientras conduce por las autopistas de Nueva York.
Los diálogos son parte de un proyecto de cortometraje que Franklin está haciendo para empezar a documentar la migración de su familia que llegó a Murcia hace más de 20 años. Franklin llegó con cuatro años de edad y no conoce otro país más que España. Hizo toda su formación en Murcia y obtuvo un título de Comunicación Audiovisual en la Universidad Carlos III de Madrid. Ahora trabaja para ONGs y fundaciones y graba vidas de refugiados que llegan a España, pero el viaje de su hermano a Estados Unidos le hizo girar la lente de su cámara y mirar hacia la intimidad de su familia.

La idea surgió a partir de las experiencias que su hermano compartía con su familia, que sigue ligada al campo murciano, a través de un grupo de WhatsApp. Vinicio les iba contando cosas como cuando aprendió a cortar metal. “Al escuchar o leer estas historias, pensé: ‘Joder, estaría bien visualizarlo’”, cuenta con su acento marcadamente castizo.
Así el joven documentalista llegó a Manhattan, paradójicamente a Franklin Street. “Era justo mi calle, o sea, muy curioso”, cuenta entre risas. Allí entre edificios enormes grabó a su hermano subiendo a andamios para cortar metal y tirar abajo las estructura metálicas de un edificio. “Demoler no es un trabajo fácil, hay estructuras cortantes muy grandes, de hecho en la última semana, en otro edificio de Long Island, una compañera suya justo esos días se hizo un un corte enorme en el brazo, me enseñó fotos de como se veía incluso los nervios”.
Franklin confiesa que decidió documentar a su hermano por la admiración y el cariño que siente por él, porque siempre ha sido como una "figura paterna" para él.
Corto Antes de volver (Franklin Vásquez, 2025)
Vinicio vivió durante su primer año con familiares en Long Island, hasta que decidió independizarse. “Se mudó a un estudio pequeño, de unos 20 metros cuadrados, con cama, cocina y baño todo junto”, cuenta Franklin. “Yo dormí ahí cuando fui a grabarle”.

Vinicio trabajaba en demoliciones en Manhattan, en la zona de Franklin Street. “Estaban desuniendo fierros, muros muy grandes”, cuenta su hermano. Era un trabajo “muy peligroso”: los obreros tiraban estructuras pesadas desde dentro de los edificios. Era un empleo sin garantías, donde la línea entre ganarse la vida y perderla era muy fina. Trabajaba de lunes a sábado, casi sin tiempo para socializar. “Era bastante solitario en ese sentido”, cuenta su hermano. Solo cuando empezó una relación con otra ecuatoriana encontró un pequeño respiro: “Se juntaba más con los padres de ella, hacían planes de ocio y demás”.
Las conversaciones de los hermanos continuarán en Murcia, en Torrepacheco, adonde ha retornado Vinicio, justamente el pueblo que vivió un brote de xenofobia el verano pasado.
La historia de Vinicio y Franklin encarna lo que muchos ecuatorianos han vivido desde la crisis: un movimiento constante entre mares. Del Ecuador al Mediterráneo, del Mediterráneo al Atlántico, en busca de trabajo y un mejor futuro. Como un río que nunca se detiene, cada migrante lleva en la corriente su historia y su acento. En este caso, los Vásquez —como tantos otros— siguen navegando entre dos orillas: con papeles europeos, sueños americanos y raíces que, pese a todo, siguen mirando hacia el sur.
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