Los ecuatorianos bailan en Madrid con un doble recuerdo: el 10 de agosto, pero sobre todo sus raíces
Crónica. La comunidad ecuatoriana celebró el 10 de agosto con un desfile en la capital española. Unos 1.400 danzantes se reunieron en el evento.

La comunidad ecuatoriana desfiló en Madrid para conmemorar los 215 años del Primer Grito de Independencia.
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Isa Salcedo
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MADRID. Efraín Loachamín, enfundado en los zamarros de cuero con piel de borrego y la máscara del Diablo Huma que trajo de Ecuador, cierra el desfile en Madrid por los 215 años del Primer Grito de Independencia. A sus 51 años decidió encarnar el personaje central del Inti Raymi, la Fiesta del Sol, y se atrevió a danzar casi dos horas bajo un sol distinto, el temido sol de agosto en Madrid, con temperaturas que superan los 40 grados. Es uno de los más aplaudidos de la jornada, sobre todo, porque lo acompañaba su pequeño hijo que llevaba una versión infantil de la máscara del diablo andino. “Me gusta recordar todo lo que se hace en Ecuador, aunque ya no esté allá”, dice brevemente antes de alejarse de la multitud para cambiarse. Poco después suenan las letras del himno nacional de Ecuador.
Las fiestas patrias de Ecuador se celebran este sábado 9 de agosto, en el Recinto Ferial de La Elipa, en Ciudad Lineal, por iniciativa de la Asociación Rumiñahui desde 2017. El mérito de la entidad, además de reunir a más de 1.400 danzantes en este desfile de la ecuatorianidad, es que consiguió que la fiesta de Ecuador sea parte de la agenda cultural de este distrito. Esto significa que cuentan con policías, sanitarios, y cierres de vías como cualquier otra celebración popular.

Tras el himno de Ecuador, suena el de España, que no tiene letra y que a muchos no les dice nada. Poco después empiezan los discursos políticos. Del lado español interviene la concejala Nadia Álvarez, Concejala Presidenta del Distrito de Ciudad Lineal, que dedica un saludo a los ecuatorianos. “Espero que sigáis colaborando con nuestra ciudad y haciéndola mejor cada día”, dice y aprovecha para recordarles que todo es posible gracias a su tienda política, el Partido Popular, y nombra a su líder, Alberto Núñez Feijóo.
Al momento partidista se suman las palabras grabadas por las autoridades ecuatorianas. No hay mucha efusividad en el público que, según la organización, suman unas 7.000 personas y que han venido a bailar. No se puede escuchar el mensaje de la canciller de Ecuador, Gabriela Sommerfeld, por un fallo técnico, el calor hace mella en los equipos, pero sí se oye un audio de la embajadora de Ecuador que por motivos de salud no está en la celebración. Vilma Andrade les habla de un país seguro y bello que la multitud aplaude a 12.000 kilómetros de distancia hasta que se nombra al presidente de Ecuador, Daniel Noboa. Entonces sueltan abucheos.

Vladimir Paspuel, de Rumiñahui, en su turno, recuerda a la concurrencia que se cumplen 25 años de la migración a España y que ellos seguirán luchando por sus derechos, y suelta el micrófono rápidamente porque la gente quiere fiesta. Más tarde y fuera del escenario, explica a Primicias que su motivación para organizar la celebración del 10 de Agosto es recordar el sentimiento de país. “Queremos que lo ecuatoriano nunca se olvide, a pesar del dolor o la tristeza, queremos que esté allí, que lo mantengamos vivo”.
La fiesta arranca con una canción cuya letra no entona con los tiempos que corren, pero los ecuatorianos la corean porque suena a Julio Jaramillo, uno de sus célebres intérpretes. “Para que te respeten/ aún con la mirada/ y sepan que tú eres/ mi propiedad privada/. María Chávez, 45 años, es la más animada de un grupo de mujeres. Ella es de Machala y lleva la camiseta de la selección tricolor y un sombrero que pone “Te amo Ecuador” que acaba de comprar por cinco euros. A la pregunta de qué significa este día para usted, responde: “Primera vez que vengo, se siente algo muy bonito venir, compartir, ver a los compatriotas, la comida, reunirme con amigos, todo”.

El ambiente está impregnado de orgullo ecuatoriano. Muchos llevan la bandera de Ecuador atada a su cuerpo, como Darío Punach, que la usa como capa. “Son nuestras raíces ecuatorianas, las llevamos a donde vamos”, cuenta este ambateño de 33 años. Y de eso se aprovechan los vendedores que recorren el recinto con las telas tricolores que venden a 8 y 10 euros este día. También se vende cerveza, jugo de coco, helados… pero más discretamente porque no está permitido y la policía permanecerá en los alrededores hasta la medianoche cuando se acaba el permiso. Pero para eso quedan unas horas. Ahora suena un sanjuanito que deja un resquicio de despecho: “Escogió mi corazón este amor equivocado/ Y las leyes del amor me obligaron a olvidarlo”. No es Ecuador, pero parece y la gente baila como si estuviera allí.
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