Escritor, periodista y editor; académico de la Lengua y de la Historia; politico y profesor universitario. Fue vicealcalde de Quito y embajador en Colombia.
La llegada de Mons. Carrascosa fue una bocanada de aire fresco, una diferencia entre la noche y el día. Con su cordialidad y sinceridad, y sobre eso, su deseo de trabajar, ha visitado todo el Ecuador.
No soy defensor del presidente Daniel Noboa. Quienes siguen mis columnas saben que soy crítico de su actuación, pero no puedo dejar de comentar un reportaje escrito con intención de escandalizar y que le hace daño al país.
Ya hay quienes sueñan en la posibilidad de repetir juntos, entre todas las denominaciones cristianas, por ejemplo, el Sermón de la Montaña, el de las Bienaventuranzas, en el lugar en que se pronunció.
El llamado de Amanda y Tamia es tan claro como ineludible: presidente, que el crimen no quede impune, que se depuren las instituciones, que se rompa la colusión entre política y narcotráfico.
En un gabinete corresponsable de la derrota, ¿cómo es posible que sigan un Sensi-Contugi, un Reimberg y un Loffredo? Figurones cuyo único mérito parece ser la lealtad con Noboa.
¿Logrará el correísmo negociar en la Constituyente que salga Glas y regrese Correa? ¿O entraremos con la nueva Constitución en un país de represión indiscriminada, falta de garantías y autoritarismo desatado?
El triunfo de Zohran Mamdani en Nueva York es una revolución: primer alcalde socialista, primer musulmán, primer inmigrante en generaciones, el más joven alcalde en 130 años, el con menor experiencia.
Quedan muchos interrogantes y el principal es cuál es el modelo de Estado que Noboa tiene en la cabeza, qué tipo de Constitución quiere, qué derechos consagrará la nueva carta.
El Gobierno debe encontrar puentes con perseverancia y paciencia, partiendo de que la población indígena es la más pobre y discriminada del país, y requiere un plan serio para afrontar sus problemas estructurales.
La intransigencia de los indígenas no puede tener como respuesta una ciega intransigencia de parte del Gobierno ni, menos, una guerra civil contra parte de la propia población ecuatoriana.
La llegada de Mons. Carrascosa fue una bocanada de aire fresco, una diferencia entre la noche y el día. Con su cordialidad y sinceridad, y sobre eso, su deseo de trabajar, ha visitado todo el Ecuador.
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No soy defensor del presidente Daniel Noboa. Quienes siguen mis columnas saben que soy crítico de su actuación, pero no puedo dejar de comentar un reportaje escrito con intención de escandalizar y que le hace daño al país.
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Ya hay quienes sueñan en la posibilidad de repetir juntos, entre todas las denominaciones cristianas, por ejemplo, el Sermón de la Montaña, el de las Bienaventuranzas, en el lugar en que se pronunció.
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El llamado de Amanda y Tamia es tan claro como ineludible: presidente, que el crimen no quede impune, que se depuren las instituciones, que se rompa la colusión entre política y narcotráfico.
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En un gabinete corresponsable de la derrota, ¿cómo es posible que sigan un Sensi-Contugi, un Reimberg y un Loffredo? Figurones cuyo único mérito parece ser la lealtad con Noboa.
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El Gobierno debe encontrar puentes con perseverancia y paciencia, partiendo de que la población indígena es la más pobre y discriminada del país, y requiere un plan serio para afrontar sus problemas estructurales.
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La intransigencia de los indígenas no puede tener como respuesta una ciega intransigencia de parte del Gobierno ni, menos, una guerra civil contra parte de la propia población ecuatoriana.
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