El Banderazo Tricolor emocionó a los migrantes de la zona de Nueva York y Nueva Jersey
La selección ecuatoriana desató la alegría de migrantes ecuatorianos que se congregaron para alentarlos en Nueva Jersey. La Tricolor se enfrentará mañana a Nueva Zelanda en un amistoso rumbo al Mundial 2026.

Wilian Pacho fue uno de los seleccionados más asediados por la fanaticada ecuatoriana durante el Banderazo Tricolor con el que se convocó a migrantes ecuatorianos para alentar a la Tri, en su paso por Nueva Jersey.
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Selene Cevallos
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NUEVA JERSEY. A las seis de la tarde, cuando la selección ecuatoriana apareció frente al hotel Hilton de Short Hills, la sensación térmica rozaba los cero grados. Pero el frío, por más afilado que fuera, no impidió que cientos de ecuatorianos —padres, niños, trabajadores que salieron directo del turno— respondieran a la convocatoria del Banco Pichincha, que desde sus redes sociales llamó a la comunidad a “hacer sentir la camiseta” antes del amistoso de este martes 18 de noviembre con Nueva Zelanda.
El exterior del hotel empezó a llenarse desde las 16:30. Entre banderas, termos de café y guantes gruesos, los hinchas mataban la espera con algo muy ecuatoriano: discutir el marcador. “Ganamos 3–0, fácil”, decía uno. “No, 2–0 y uno de cabeza”, apostaba otro. Los niños de una escuela de fútbol, enfundados en gorros y camisetas, repetían nombres de goleadores como si fueran consignas.
“Manejar desde Corona (en Queens, Nueva York) hasta acá con este clima no es fácil, pero uno hace estas cosas porque esta camiseta te acompaña incluso cuando ya no vives allá”, dijo Marcos Álvarez. “Y porque mis hijos crecen aquí, pero no quiero que pierdan esa conexión”.
A las 17:58, el ambiente se tensó. Los celulares se levantaron al mismo tiempo, los niños empezaron a corear y el murmullo se volvió más denso: el bus estaba doblando la esquina. Cuando frenó frente al hotel, el grito colectivo pareció empujar hacia atrás al frío.
Fue entonces cuando apareció Walter Ayoví, designado como “director técnico de la hinchada” para este banderazo. El exmundialista ecuatoriano ayudó a organizar a los niños, saludó a los padres y marcó el ritmo del “Ecuador, Ecuador” que se extendió por toda la entrada del Hilton.

Después descendieron los jugadores. Con chaquetas gruesas y paso apurado —el entrenamiento había terminado poco antes— se tomaron unos minutos para saludar, firmar camisetas, balones y tomarse fotos con los hinchas que habían aguantado el congelamiento.
Diana Paredes, ecuatoriana de Newark, levantó su bandera cuando vio acercarse a uno de ellos: “Trabajo todo el día, pero para esto sí pido permiso. No sabes cuándo volverás a tenerlos tan cerca”.
José, que había llegado con su hijo pequeño, celebró haber conseguido un autógrafo: “Con que él vea que la selección existe de verdad y no solo en la pantalla, ya valió el viaje”.

Cuando el último jugador entró al hotel, la multitud aguardó un poco más, por si alguno salía de nuevo. Pero el flujo terminó ahí. Los niños ya pedían regresar al carro, los adultos guardaban las banderas y el personal del hotel confirmó que la delegación no volvería a salir. Nadie se fue decepcionado; más bien quedó la sensación de haber cumplido un ritual necesario.
La Selección enfrentará el martes 18 de noviembre a Nueva Zelanda en el Sports Illustrated Stadium, ubicado en Harrison, Nueva Jersey, a las 20:30 (hora de Ecuador), en un amistoso que será el cierre de su concentración en Estados Unidos. Para muchos de los que estuvieron en Short Hills, el banderazo fue apenas el primer capítulo de una semana escrita en amarillo.
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