Al final, el problema de la Tricolor no pasaba por Guayaquil ni Quito sino por el propio Beccacece
Se quiso vender la idea de que la Tricolor jugaría con más velocidad y contundencia en Guayaquil, pero no ocurrió así ante Brasil. ¿Qué pasó, entonces?

Hinchas de Ecuador animan a la Tricolor en el partido con Brasil del 5 de junio de 2025, en el estadio Monumental, en Guayaquil.
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EFE
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La Tricolor se mudó a Guayaquil, pero no jugó ni peor ni mejor que antes. No fue ni más rápida ni más anotadora ni mejor desde el rendimiento o la táctica. El equipo del entrenador Sebastián Beccacece fue ante Brasil el mismo de siempre, con sus virtudes y defectos. Al final, salir de Quito dio lo mismo.
Se quiso vender la idea de que la Tricolor debía afrontar sus partidos de local a nivel del mar para aprovechar al máximo a los jugadores de los clubes del exterior. La hipótesis era que Pacho, el Niño Moi, Pervis y los demás explotarían si se anulaba la presión que les significa la altitud de Quito. Ya se sabe: los que viven en el llano tienen un déficit de glóbulos rojos si suben de golpe a una ciudad tan alta y por eso deben adaptarse.
No obstante, Ecuador volvió a mostrar su habitual bajo volumen ofensivo, aunque también su proverbial solidez defensiva. Lo más probable es que lo mismo hubiera pasado en Quito, porque el problema nunca fue geográfico, sino futbolístico. De entrada, no se puede ganar sin delanteros. Bueno, sí se puede, pero cuesta un poco más.
Todo lo que ha hecho Beccacece en la Tricolor, sus convocatorias exóticas, sus planteamientos excéntricos, su apuesta por lo impensado, jamás pasó por el lugar de la cancha. Pasa por el propio Beccacece, que sigue sumando puntos y causando desconcierto porque los resultados le dan la razón.
Por supuesto, hay otras razones para jugar en Guayaquil, como la pasión de la hinchada y la posibilidad de una taquilla jugosa, algo legítimo y necesario, pues de algún lado tiene que salir el dinero para pagar a los seleccionados. Es más: una selección nacional debe acudir a las ciudades y acercarse a los hinchas.
Pero queda la incómoda sensación de que, quizás, Brasil hubuera sufrido un poco más en Quito, se hubiera presentado algo más vulnerable. Pero eso ya nunca lo sabremos.
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