1960, el año en que el Fusarium Raza 1 torció la historia y arrasó con el 80% del banano de Ecuador
A inicios de la década del 60, el Fusarium oxysporum cubense Raza 1, conocido como “Mal de Panamá”, devastó el 80% de las 163.000 hectáreas de la variedad de banano Gros Michel que se producía en Ecuador y que se exportaba a Chile y Estados Unidos. Esta es la historia.

Plantaciones de banano infectadas con el hongo Fusarium Raza 1 en Ecuador en 1960.
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Cortesía Víctor Hugo Quimí
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La memoria agrícola suele ser frágil, pero la tierra nunca olvida. Décadas antes de que el Fusarium Raza 4 encendiera las alarmas, Ecuador ya había librado una batalla contra otra plaga devastadora: el Fusarium oxysporum cubense Raza 1, conocido como “Mal de Panamá”.
Un episodio trágico que arrasó con más del 80% de las 163.000 hectáreas de la variedad de banano Gros Michel que reinaba en Ecuador desde finales del siglo XIX y que incluso forzó un viraje que redefinió la bananicultura, desde la logística hasta la genética, que todavía sostiene al fruto que mueve la economía nacional.
A inicios de los años 60, en Ecuador la imagen era otra: racimos apilados en las fincas, camiones y barcazas navegando los ríos Guayas y Daule, y embarques casi frente al Malecón de Guayaquil.
“Exportábamos en racimos, así era el sistema”, recordó Víctor Hugo Quimí, de 75 años, exproductor bananero y asesor agrícola. El arribo del Fusarium Raza 1, incubado en Asia desde los años 50, rompió esa rutina.
"La gente lloraba en las haciendas de Machala (El Oro) al ver las plantaciones secas por el Fusarium Raza 1", recuerda Quimí, testigo presencial de aquel horror. Él tenía 10 años cuando la desgracia despedazó las plantaciones bananeras encarnada en aquel hongo mortal.
“Todas las grandes enfermedades del banano nacen en Asia”, recordó Quimí. El "Mal de Panamá" se reportó en 1955 y se expandió rápidamente. El primer foco en Ecuador apareció en El Timbre, Esmeraldas, y de allí se extendió hacia Los Ríos, Guayas y El Oro, acabado así con una industria incipiente que había cumplido recién una década, con Chile como su principal mercado, seguido por Estados Unidos.
Para 1965, la caja de banano Gros Michel ecuatoriano tenía un costo de USD 2,50 en el puerto de Nueva York, mientras que el precio de la de Cavendish era de USD 2,24, recuerda Raúl Villacrés Vanegas, consultor en comercio exterior de Pulso Bananero.
Ante la falta de controles sanitarios, el hongo se desplazó en barcos y herramientas contaminadas. Varios productores, desesperados, viajaron a Centroamérica y trajeron discretamente, en maletas, plantas de Cavendish para salvar sus cultivos.
Así, Ecuador se volcó al Cavendish, una variedad hallada en un jardín de la familia Cavendish en Inglaterra, que era más tolerante al Fusarium Raza 1, y con ella cambió también el modo de exportar: de racimos a cajas.
Pero también una variedad más delicada, ya que no podía transportarse en racimos: se necesitaban cajas para proteger una fruta sensible a golpes y manchas.
“El consumidor ve un rayón en la cáscara y rechaza el producto, aunque esté en perfecto estado”, explica Villacrés.
Tras la debacle de la variedad Gros Michel, Ecuador se demoró entre siete y ocho años en posicionar la Cavendish en el mundo, apunta Quimí.

Políticas y pioneros: la integración de la cadena
El cambio varietal coincidió con políticas públicas y apuestas privadas. El presidente interino Clemente Yerovi (29 de marzo de 1966 al 16 de noviembre de 1966) impulsó nuevas plantaciones; bajo el gobierno de Galo Plaza Lasso (1948-1952) se habilitaron áreas en Tenguel para la multinacional Chiquita Banana; y empresarios como Luis Noboa Naranjo armaron un modelo completo: producción, insumos, barcos y comercio exterior.
“El secreto del banano es naviero; el que tiene los barcos ubica la carga”, resume Villacrés. A esa visión se sumaron pioneros como Segundo Wong —clave para abrir el mercado chino— y productores como Esteban Quirola, Sergio Serrano y Luis Encalada Mora.
El auge de los 70 consolidó el esquema: flota propia, contratos con fincas de El Oro y Los Ríos y presencia en Estados Unidos, Europa, Japón y el Cono Sur.
En los años 80, el Moko -originado en el Caribe- se instaló en la zona de El Carmen. Décadas más tarde, decisiones imprudentes lo expandieron a Los Ríos, cuando se sembraron cebollines sin certificación. “Si no se desinfecta bien el material, el suelo queda inutilizado por décadas”, advirtió el asesor agrícola
Prepararse para la Raza 4
En 2008, Ecuador organizó el primer foro nacional sobre la Raza 4. De allí nacieron medidas estrictas: fumigar cada contenedor, limpiar maquinaria al salir de puertos y aplicar protocolos de bioseguridad.
“Ecuador es el único país bananero que fumiga todo contenedor de importación por resolución oficial”, subraya Villacrés. Esa anticipación permitió retrasar la llegada del TR4, que apareció en Colombia en 2019, en Perú en 2021 y, más recientemente, en Venezuela en 2023.
La voz del campo: variedades tolerantes y genética en disputa
Para Víctor Hugo Quimí, el reto no solo se juega en los controles fitosanitarios, sino en los laboratorios: “Si funcionan las medidas cuarentenarias y hay disciplina, vamos a ganar tiempo porque existen materiales tolerantes”, advierte.
Quimí menciona el Formosana 218, desarrollado en Taiwán y aprobado por el Iniap en Ecuador, así como el GAL mejorado, obtenido en laboratorios de meristemos conocidos como alitas de rana.

En Australia, la Universidad de Queensland experimenta con un banano transgénico -vetado en Ecuador-, mientras universidades como Wageningen (Holanda), Embrapa (Brasil) y Davis (Estados Unidos) trabajan en la genética.
“El problema del banano es que es un monocultivo, no hay diversidad genética. Cuando aparece una enfermedad, arrasa”, enfatiza.
Un motor que no puede detenerse
El banano sostiene un modelo económico singular: cada viernes se paga al productor y el sábado a los trabajadores. Semanalmente ingresan entre USD 45 millones y USD 55 millones al país gracias a este cultivo.
La cadena moviliza entre 3.500 y 7.000 camiones, genera 250.000 empleos directos -200.000 en finca y 50.000 en empacadoras, con gran presencia femenina- y sostiene industrias como la del cartón y los insumos agrícolas. Ecuador, además, lidera en banano orgánico a escala mundial.
Cuatro pilares frente al TR4
Hoy, dice Villacrés, la defensa se apoya en cuatro ejes:
- Suelos saludables.
- Capacitación constante de trabajadores.
- Manejo responsable del agua.
- Empleo de miles de familias.
“Está en juego el patrimonio del productor y el empleo de miles de familias”, concluye Villacrés.
La historia del banano ecuatoriano no es una línea recta, sino una curva marcada por plagas y resiliencia. Del racimo al cartón, del Gros Michel al Cavendish, de la barcaza al contenedor. El TR1 obligó a cambiar de rumbo; el TR4 exige mantener la guardia alta.
En un país donde la fruta se paga cada viernes, cualquier descuido temprano puede costar décadas de silencio en el campo y una economía sin su caja amarilla.
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