Las remesas al revés; cuando el dinero viaja de Ecuador a Estados Unidos
En zonas de Nueva York o Nueva Jersey hay migrantes ecuatorianos que hoy viven gracias al dinero que les envían desde Ecuador.

Apuntes domésticos de renta y una app bancaria de EE.UU: para algunos migrantes el mes se cierra gracias a depósitos que ahora viajan en sentido inverso, desde Ecuador hacia Estados Unidos.
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Selene Cevallos
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NUEVA YORK. La historia parecía escrita de una sola forma: los migrantes en Estados Unidos mandan dinero a Ecuador para sostener a sus familias. Pero en Nueva Jersey, Nueva York (Queens) y Miami empiezan a asomar relatos que invierten la flecha. Paola, 34 años, niñera bilingüe con semanas intermitentes de trabajo, pagó parte de la renta de octubre con los 680 dólares que le transfirió, desde Quito, la inquilina de su departamento en las afueras de la ciudad. “A veces yo envío; esta vez, Ecuador me salvó el mes”, dice. Es una escena menor en el océano de remesas, pero revela un movimiento silencioso: herencias, alquileres, dividendos y negocios remotos que ahora fluyen hacia migrantes en Estados Unidos.
En términos macro, Ecuador sigue siendo receptor neto. En 2024 entraron USD. 6.539,8 millones en remesas —récord histórico— y en el primer semestre de 2025 ya han ingresado USD. 3.724,8 millones, un alza de 24 % respecto al mismo período del año anterior. La mayor parte llega desde Estados Unidos.
Al mismo tiempo existe un caudal contrario, más pequeño pero persistente: Según datos del Banco Central del Ecuador, el dinero que sale desde Ecuador hacia el exterior sumó USD. 628,2 millones en 2024. No compite en volumen con las entradas, pero confirma que sí hay flujos que viajan de vuelta, sobre todo hacia países vecinos. Estados Unidos no figura entre los tres destinos principales, lo que sugiere que los giros hacia migrantes en el norte se dan más por herencias, alquileres o pagos no catalogados como “remesas familiares”.
Según un informe del BID, América Latina recibió 161.000 millones de dólares en remesas en 2024, con Estados Unidos como gran país emisor. Ese telón de fondo explica por qué el relato dominante sigue siendo el del envío hacia el sur. Pero también ayuda a dimensionar que estos flujos, aunque pequeños, pueden crecer cuando hay activos en origen -viviendas o negocios - y necesidad en destino: empleo irregular, turnos recortados, enfermedades, entre otros motivos.
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Clara Rodríguez, corredora de bienes raíces en Ecuador, que trabaja con familias migrantes desde 2019, resume el efecto:
“Casi el 50% de los arriendos o ventas de propiedades que gestionamos, son de ecuatorianos que viven en EE.UU.; cada vez, más clientes nos piden recibir su renta en una cuenta americana porque están afrontando gastos allá”.
Clara Rodríguez, corredora de bienes raíces
Lo que significa que si el propietario necesita liquidez ahora en Nueva York, la renta cruza la frontera. El resultado social es idéntico: sostener al migrante cuando el ingreso falla en el país donde reside.
Lo mismo pasa con las herencias. Narcisa vive en Estados Unidos desde hace siete años y al recibir la suya decidió dejar el dinero en Ecuador como un colchón remoto. Pero una emergencia familiar la obligó a hacer lo contrario: pidió que le transfirieran una parte a Nueva York. Así suele ocurrir: primero un pico alto y luego un goteo mensual. “Mándalo a mi cuenta de acá, que estoy corta”, dice. Dinero ecuatoriano que aterriza en Estados Unidos cuando el mes se pone cuesta arriba.
Vinicio, dependiente de Macará Express en Queens, lo resume desde el mostrador: “La gran mayoría sigue mandando plata de aquí para Ecuador, eso no cambia. Pero ya vemos todas las semanas gente que viene a cobrar plata que les mandan desde allá para acá”.
Junto a ese canal formal convive un circuito paralelo, sostenido en la densidad familiar de la diáspora: el cruce entre conocidos para evitar la comisión del envío. Si alguien en Nueva Jersey necesita recibir 1.500 dólares y otro quiere mandar la misma suma a un pariente en Quito, prescinden del giro internacional: uno deposita en una cuenta ecuatoriana y el otro paga en Estados Unidos. El dinero cruza dos fronteras sin tocar el sistema. La operación funciona porque casi nadie migra solo: siempre hay alguien con familia al otro lado.
La otra cara de la moneda
El enfriamiento del mercado laboral estadounidense desde 2025 golpea más a quienes llegan sin papeles o con inglés limitado. Cuando el ingreso se vuelve intermitente, el activo en Ecuador, un cuarto en arriendo, una tienda en Manta, acciones de una microempresa, opera como seguro. Y cuando arrecia el temor a deportaciones o se discuten gravámenes a las remesas en el Congreso, los flujos se reordenan. La incertidumbre también mueve dinero.
No todos los giros “de retorno” son de supervivencia. Diego, bróker de seguros, trabaja vía remota. Cobra en una cuenta de Quito y gasta en New Jersey. “Mis clientes están allá, mi vida está acá”. Esa economía a dos pisos no figura como remesa familiar, pero en la práctica es un flujo Ecuador - EE UU. El mismo dólar hace el trayecto inverso según quién lo necesite primero.
¿Qué deja todo esto? Que el flujo ya no corre en una sola dirección. Ecuador no solo recibe dinero desde fuera: también lo envía de vuelta cuando en Estados Unidos se aprieta el mes o cuando hay activos en juego —alquileres, ventas, herencias—. La marea sigue siendo de norte a sur, pero existe una resaca medible en sentido contrario. Y la tecnología, junto con la propia lógica familiar de la diáspora, ha multiplicado formas de mover valor que ya no encajan en la idea clásica de “remesa”.
Cuando la vida en Estados Unidos se adelgaza, Ecuador amortigua; cuando Ecuador genera excedente, el norte absorbe. La migración dejó de ser una flecha recta: es un péndulo. Hoy envían, mañana reciben. Un país que expulsa gente y al mismo tiempo sostiene, intermitente, fragmentariamente, la vida de los que se fueron.
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