¡Imperdible! La nueva serie de Juan Gabriel muestra el fuego interno que impulsó al gran cantante de México
'Juan Gabriel: Debo, puedo y quiero', que ya puede verse en Netflix, ofrece una versión íntima de una de las estrellas más populares de México y América Latina. Cada fotograma vale la pena.

Escena de la serie documental 'Juan Gabriel: Debo, puedo y quiero'.
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Netflix
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¡Qué año ha sido 2025 para diseccionar la nostalgia en capítulos! Luego de la serie 'Chespirito: Sin querer queriendo', que ficcionó con polémica sobre la vida del comediante Roberto Gómez Bolaños y nos puso a hurgar en la memoria, ahora llega 'Juan Gabriel: Debo, puedo y quiero', el documental que muestra por qué el 'Divo de Juárez' mereció ser llamado así: divo.
'Juan Gabriel: Debo, puedo y quiero' se basa en un verdadero tesoro audiovisual que el propio cantante grabó y recopiló a lo largo de su vida, pero sobre todo desde 1971, cuando triunfó con 'No tengo dinero' (¡ah, qué latinoamericano eso de andar chiro y enamorado!) y pudo comprar una casa para su madre y una cámara de video. Pilas y pilas de videos en diversos formatos, además de fotos, fueron analizados para construir este documental de cuatro capítulos.
Cada fotograma de esta serie dirigida por María José Cuevas vale la pena.
Hay muchas razones para filmarse y dejar un registro para la posteridad, pero quizás el mismo Juan Gabriel la ofrece tangencialmente, al decir que la soledad se hizo su amiga. Y ahí está el gran valor de esta serie que equilibra el mito de ser el gran Juan Gabriel amado por las masas con la humanidad de ser el ignoto Alberto Aguilera Valadez (aunque un tiempo se hizo llamar Adán Luna).
Ver esta serie es un auténtico viaje emocional, aunque seguramente impactará más a los que crecieron escuchando sus canciones en la radio, en los programas de televisión cuando la familia los veía unida en torno a un solo aparato, y en los conciertos, que eran verdaderos espectáculos que trascendían de la música.
Pero, para los que estén más interesados en la historia de la música y su impacto, la serie explica el absoluto control que Juan Gabriel ejercía para desarrollar su carrera en un ambiente que, a priori, parecía hostil.
Su intuición y su sensibilidad, ese fuego interno que lo impulsaba, lo convirtieron en un adelantado a su tiempo, al punto que no solo grabó canciones en diferentes ritmos y géneros, que ya era una prueba de su talento, sino que los mezcló. Incluso el rock de Café Tacvba o La Maldita Vecindad le deben mucho.
También está esos bailes desinhibidos y sus llamativos atuendos sobre el escenario, una ruptura de los estereotipos tradicionales de la masculinidad en la música de masas. Si Camilo Sesto, Julio Iglesias y José Luis Perales cantaban de traje y sin moverse demasiado, poniendo todo el poder expresivo en la voz, Juan Gabriel era un colorido trompo, y no por eso perdía en comunicar y expresar.
Por supuesto, no podía faltar el concierto que ofreció en el Palacio de Bellas Artes en 1990, considerado un hito de la música mexicana por haber unido lo popular con lo 'culto', pese a que grupos artísticos no estaban de acuerdo en que el Bellas Artes se usara para artistas comerciales. Era un reflejo de tensiones de clase, pero sobre todo de prejuicios.
Juan Gabriel desafió esas barreras y sin pedir permiso. Como lo dijo alguien. "Entró cantando, bailando y llorando. Y con él, entramos todos". Y lo hizo porque debía, podía y quería.
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