La historia de cómo el poema épico que cantó un coro de niñas el 9 de Octubre se convirtió en el himno a Guayaquil
Fue escrito por el poeta y patriota de la independencia, José Joaquín de Olmedo, con la música de la nieta del prócer José de Villami, y se convirtió en el tercer himno que se cantó en Guayaquil.

En una esquina del parque Seminario, Patricia Carvajal y Antonio Pazmiño, admiran el monumento de la pianista Ana Villamil, quien compuso la música del himno a Guayaquil. 8 de octubre del 2025.
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El cántico del 9 de Octubre que se entona en todos los actos cívicos de la ciudad fue declarado Himno de Guayaquil el 8 de julio de 1898 mediante una ordenanza municipal, y fue el tercero que se cantó para conmemorar la gesta libertaria de esa fecha en 1820.
Así lo reseña el historiador guayaquileño Efrén Avilés Pino en su obra Enciclopedia del Ecuador. Ahí cuenta que el primer himno se cantó durante los meses que siguieron a la emancipación y se desconocen los autores de la letra y la música.
“Gracias a un periódico de la localidad, que circulaba en 1840, hemos logrado rescatar no solo estos maravillosos versos, sino también los de otro poema que fue cantado en las calles y plazas con motivo de las festividades octubrinas, en los tiempos en que Rocafuerte era gobernador”.
Historiador Efrén Avilés Pino
El primer poema había sido escrito en 1830 y su coro se leía así:
“Celebremos la luz memorable,
en que el Guayas feliz recobró
sus preciosos derechos perdidos
por tres siglos de dura opresión”.

El segundo poema se empieza a escuchar a partir de 1840 y también fue utilizado como himno de Guayaquil. Su coro se leía así:
“Ven, oh plácida aurora
del octubre glorioso,
ven dulce precursora
de luz y libertad.
Ven anunciando al Ecuador dichoso
triunfo en la guerra y en la paz reposo”.
Los versos de Olmedo
El tercer y actual Himno de Guayaquil se popularizó entre los años 1865 y 1870, cuando la nieta del prócer José de Villamil, la pianista guayaquileña Ana Villamil Ycaza, decidió musicalizar los versos que había escrito el patriota, prócer, poeta y jurista, José Joaquín de Olmedo.
En una esquina del parque Seminario, en el centro de Guayaquil, un monumento de Ana Villamil perenniza para la posteridad, y con música incluida, el momento en que sentada frente a su piano le dio melodía al poema épico de Olmedo. Turistas y ciudadanos se detienen a escuchar el ritmo cívico del Himno de Guayaquil.
“Me ha emocionado mucho, realmente, siento orgullo de ser su descendiente. Es un poema de Olmedo, mi tía tatarabuela compuso la música, Ana Villamil Ycaza, prima hermana de mi bisabuelo”.
Patricia Carvajal, economista de 65 años.
Jurista y también consolidador de la República, Olmedo había escrito los versos para conmemorar el primer aniversario de la revolución guayaquileña, en 1821. La letra fue cantada por “un coro de niñas de la ciudad en la Casa del Cabildo, la tarde del 9 de Octubre de 1821”, reseña el historiador Efrén Avilés.
La Enciclopedia del Ecuador señala que “el poema tiene más estrofas de las que comúnmente se cantan, debido a que fue creado como ‘Canción al 9 de Octubre’ y no como un himno a la ciudad. Ahí se excita a saludar con cánticos a la Aurora de la Libertad”, y comienza así:
“Saludemos gozosas en armoniosos cánticos:
Esta aurora gloriosa que anuncia libertad,
libertad, Libertad.
¿Veis esa luz amable
que raya en el oriente
cada vez más luciente
en gracia celestial?
Esa es la aurora plácida
que anuncia Libertad”.

Poema épico
La aurora gloriosa, refiere el historiador y también investigador, Freddy Avilés Zambrano, hace alusión a que la revolución independentista se dio en la madrugada, de tal forma que “con los primeros rayos del sol el pueblo guayaquileño ya sabía que había sido liberado”.
“El canto del 9 de Octubre es un poema, su canto es poético, sus estrofas son una vertiente de la poesía, Olmedo lo concibe como himno, pero luego se musicaliza. Es una poesía épica, heróica con la que Olmedo busca homenajear la epopeya del 9 de Octubre de 1820”.
Freddy Avilés, historiador
Exaltado en el campo de las letras, Olmedo es considerado el poeta épico más relevante de América. Escribió también el ‘Canto a Bolívar’, ‘La Victoria de Junín’, o ‘Alfabeto para un niño’.
Defensor de los principios democráticos y de la libre determinación de los pueblos, cuando se produjo la revolución del 9 de Octubre de 1820, “aunque se excusó en repetidas ocasiones, debió aceptar el cargo de jefe Civil de la Plaza”.
Y una vez posesionado, ese mismo día, Olmedo convocó al pueblo para que elija a sus gobernantes y decida su futuro en libertad.
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