Entre monigotes y herencia familiar, la calle 6 de Marzo, en Guayaquil, adelanta el fin de año
A pocas semanas de que termine el año, artesanos del centro de la ciudad ya levantan sus talleres y exhiben monigotes en la tradicional calle 6 de Marzo, donde el oficio se aprende en familia y la tradición se renueva cada diciembre. Esto pasa en Guayaquil.
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En Guayaquil, en la calle 6 de Marzo, el fin de año empieza antes de que termine el calendario. Desde noviembre, los monigotes comienzan a ocupar veredas, patios y garajes del Suburbio, marcando el inicio de una temporada que transforma por completo esta zona del centro de la ciudad.
A lo largo del año, la calle 6 de Marzo mantiene el ritmo cotidiano del barrio. Pero en diciembre, la escena cambia: familias recorren la calle en carro o caminando, niños señalan figuras desde las ventanas y los artesanos reciben pedidos que llegan incluso desde otras ciudades del país y, entre monigotes y colores, las carretas de chuzos, churros y granizados, entre otras, completan el ambiente festivo.
En este recorrido, los niños suelen marcar el pulso de las ventas. Así lo cuenta Teresa García, artesana, al describir una escena que se repite a diario en la temporada alta de todos los años.
“Los niños son los que mandan. El niño dice ‘quiero este’. El papá dice ‘quiero este’. ‘No, quiero este’. Y se llevan el muñeco y el papá lo que hace es pagar”.
Teresa García, artesana

Trabajo, arte y sacrificio detrás de los monigotes
Detrás del colorido que atrae a los visitantes, hay jornadas largas y un trabajo que empieza muchos meses antes de diciembre. Algunos artesanos comienzan a fabricar monigotes desde mediados de año, almacenándolos y pintándolos conforme se acerca la temporada alta.
Maribel Vélez, artesana y madre soltera, inicia su producción desde marzo. Con este oficio sacó adelante a sus hijos y logró que hoy estén graduados. Para ella, el esfuerzo detrás de cada figura no siempre es visible para quienes solo ven el producto final.
“La gente piensa que esto no cuesta, pero no ve el sacrificio: el papel, la goma, el sol, subir y bajar los muñecos. Esto es trabajo, es arte”.
Maribel Vélez, artesana
Los materiales, además, se han encarecido en los últimos años, lo que obliga a muchos a buscar alternativas, reciclar o producir menos piezas. Aun así, la mayoría persiste, consciente de que diciembre es una oportunidad clave para equilibrar las cuentas del año.
Una tradición que se hereda y resiste en Guayaquil
Joshua Races es uno de los artesanos que vive esta transformación cada año. Aprendió el oficio de su abuelo, su padre también lo ejerce y hoy espera legarlo a su hijo pequeño. Para él, el movimiento que se genera en estas fechas es clave para entender por qué la tradición sigue viva y se transmite de generación en generación.
Teresa García, artesana que forma parte de una familia numerosa dedicada a este oficio —es la octava de 15 hermanos—, explica que el trabajo tiene límites claros.
“Esto es un trabajo temporal, no es de todo el año. Uno hace hasta donde puede y después ya se ve la ganancia”.
Teresa García, artesana
Aunque reconocen que ya no todos mantienen la tradición de quemar el Año Viejo, los artesanos coinciden en que diciembre sigue siendo una época especial.

Mucho antes de los moldes y el cartón, los Años Viejos en Guayaquil se hacían con aserrín, ropa usada y máscaras improvisadas. Así nació una tradición que no respondía a la estética, sino al ingenio, y que con los años se transformó en un oficio que hoy define a la calle 6 de Marzo.
Aunque en menor cantidad, estos monigotes de aserrín aún pueden encontrarse en la zona, con precios que oscilan alrededor de los USD 15, como una versión más sencilla y accesible de esta tradición.
Fabián Meza, artesano y uno de los iniciadores de esta actividad en la zona, recuerda ese origen y la evolución del oficio a lo largo de décadas.
“Esta tradición se inició con los muñecos de aserrín. Uno mismo cogía la ropa que ya estaba usada, traía aserrín de los aserraderos, lo rellenaba y buscaba la máscara. Y ese era el año viejo. Así comenzó todo esto, hace unos cuarenta o cincuenta años”.
Fabián Meza, artesano
Con el tiempo llegaron las estructuras de madera y cartón, y con los años los moldes permitieron producir en serie. La forma cambió, pero el sentido sigue siendo el mismo.
Monigotes pequeños, figuras medianas o gigantes de varios metros siguen alineándose en la 6 de Marzo, recordando que, en Guayaquil, hay un lugar donde el fin de año empieza antes de tiempo y donde una tradición se sostiene gracias al trabajo silencioso de familias que, año tras año, se niegan a dejarla desaparecer.
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