Cómo la tecnología del hogar se convierte en un punto de encuentro familiar
¿En qué momento un televisor, un horno o un celular dejaron de ser simples aparatos tecnológicos para convertirse en parte de los recuerdos familiares que se construyen en casa?

Familia viendo la televisión.
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Freepik
Autor:
Redacción Comercial
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La vida cotidiana no suele anunciar los momentos importantes. Muchas veces llegan sin aviso, en medio de la rutina diaria: una tarde cualquiera, una comida improvisada, una llamada inesperada. Son instantes breves, pero suficientes para quedarse en la memoria.
En ese escenario, la tecnología del hogar ocupa un lugar silencioso. No es protagonista, pero acompaña. Está presente cuando las personas coinciden, cuando el tiempo en familia se comparte y la sala de la casa se convierte, una vez más, en un punto de encuentro.
Electrodomésticos y dispositivos que acompañan los instantes en familia
En Crecos entienden que los electrodomésticos no solo cumplen una función práctica, sino también emocional. Saben que detrás de cada dispositivo electrónico hay historias que se construyen en casa y momentos que conectan a las personas.
Por este motivo, busca acompañar a las familias ecuatorianas en lo cotidiana, donde nacen las memorias del hogar. Es así que, este 20 de diciembre la empresa activa a nivel nacional los Días Banco Pichincha, con descuentos de hasta el 30 %, pagando con sus tarjetas Banco Pichincha. Una iniciativa pensada para facilitar el acceso a dispositivos electrónicos que, más allá de lo funcional, terminan siendo parte del día a día
Porque el televisor no es solo una pantalla cuando logra reunir a los seres queridos al final del día. El horno no es solo un artículo del hogar cuando convoca a varias generaciones alrededor de una receta familiar. Y el celular deja de ser un objeto más cuando acorta distancias y permite estar presentes, incluso desde lejos.
Crecos parte de esa idea sencilla: cada producto para el hogar puede ser una excusa para compartir en familia, coincidir y generar ocasiones que importan.
Al final, lo que queda no es el objeto, sino lo que ocurre alrededor de él: las conversaciones, las risas, los silencios compartidos. Esos instantes cotidianos que no se planean, pero que hacen que el espacio vuelva a sentirse como hogar.
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