Lo bueno, lo malo y lo feo de la investidura presidencial

Aunque ya se ha comentado sobre la toma de posesión de Daniel Noboa como presidente y de María José Pinto como vicepresidenta del Ecuador, me permitirán que aborde el tema para señalar lo que, en mi concepto, hubo de bueno, de malo y de feo.

De bueno hubo mucho: la organización del acto, la asistencia de delegaciones de más de 70 países y dos decenas de organismos internacionales, y el hecho de que hubiera solo dos discursos, y que estos fueran buenos y cortos.

Ambos, por supuesto, leídos del teleprónter (adaptación al español de la palabra inglesa “teleprompter”), pero, diría yo, muy bien interpretados, en especial el del presidente, que fue una pieza de oratoria moderna, de frases cortas y efectivas, sin lugares comunes, más una arenga que un discurso programático.

Aunque hay quienes lo consideran insatisfactorio, pues esperaban que fuese la exposición de un plan de gobierno, Noboa quiso hacer una pieza retórica distinta.

No enunció las enmiendas constitucionales que va a plantear ni las políticas económicas que va a seguir ni, en realidad, ningún otro programa crucial de fondo (como seguridad, tributación, comercio o política exterior), que algunos comentaristas señalan como carencias en su discurso.

Noboa no tenía ese objetivo, ni de lejos. Lo que quiso fue muy diferente: inspirar a un país, emocionarlo, incluso conmoverlo, y hacerle soñar.

No me detengo en analizarlo (ya lo han hecho y mejor de lo que podría hacerlo yo, varios comentaristas, como Thalía Flores). Y dejo de hablar de lo bueno para pasar a lo malo.

Hacerlo, inevitablemente, obliga a mencionar al presidente de Colombia Gustavo Petro, por al menos tres razones:

• Su atraso, no por repetido menos despreciativo, a la llegada.
• Su ultrajante mensaje en X, una vez dentro, y
• Su insidiosa declaración, a la salida.

Su impuntualidad no fue, como han dicho comentaristas, de 13 minutos sino al menos de 30 porque debía ingresar no más tarde de las 10:45, para dar tiempo al ingreso al presidente Noboa que estaba previsto a las 11. Pero claro, si aterriza pasadas las 10 de la mañana en el aeropuerto Mariscal Sucre no puede, a pesar de la escolta con motociclistas, llegar a tiempo.

Al menos no sucedió lo que en la toma de posesión del primer período de Noboa, cuando ingresó al palacio legislativo después de comenzado el acto.

Entró solo (y de esto algo se dirá luego) y ¿qué pasó después? Aunque en Ecuador se ha interpretado que fue Petro quien no saludó a la presidenta del Perú, Dina Boluarte, es evidente que fue esta quien lo ignoró y no le extendió la mano.

Ello habría sido provocado por las constantes e injuriosas declaraciones de Petro sobre el Gobierno del Perú, por lo que, hay que recordar, el Congreso de ese país le declaró persona non grata. Los dos países no tienen embajadores y las relaciones se llevan con encargados de negocios en ambas capitales.

Pero esto no nos incumbe tanto. Lo ofensivo para Ecuador vino con el mensaje de Petro en X. Apenas tomó asiento, y todos los que estábamos viendo la cadena nacional lo pudimos apreciar, sacó el celular de su bolsillo. En la red social quedó registrado que lo subió a las 11:17, aunque es obvio que el largo mensaje había sido redactado previamente (tal vez, en el avión).

Habló allí de que "el vecindario de Colombia … se llena de déficits democráticos”; y explica que por eso asiste al acto de posesión del presidente Noboa en Ecuador, a quien solicitará “liberar todos los presos políticos, articular las fuerzas de defensa para contener el crimen, y establecer un diálogo nacional democrático” y que lo mismo hará en Venezuela.

Y, enredándose cada vez más, dice: "La población de la gran Colombia está cruzada por denuncias sobre fraudes electorales, tanto en Venezuela como en Ecuador” y habla de Venezuela y Panamá y de electricidad.

En esa mescolanza de frases mal puntuadas y uso incorrecto de mayúsculas, Petro se ufana de ser el paladín de la democracia, el cachiporra de la Gran Colombia mientras despacha cuatro falsedades sobre Ecuador:

1. que el país sufre un déficit democrático;

2. que tiene presos políticos;

3. que no hay diálogo democrático, igual que en Venezuela;

4. que existen denuncias de fraude electoral, lo mismo que en Venezuela.

Cuatro ofensas al Gobierno de Ecuador, al país que lo recibía y a su régimen democrático pleno. Lo más artero de estas afirmaciones es la tozudez en pretender igualar a Ecuador democrático con la írrita dictadura de Venezuela. 

¿Quién lo entiende? No reconoce el triunfo de Noboa el 13 de abril (enemistad), conversa con él en la plaza de San Pedro, durante el funeral del papa Francisco el 26 de abril (amistad), viene al Ecuador el 24 de mayo (amistad) y, en medio de la ceremonia, formula ofensas al Ecuador (enemistad).

Y luego, para completarlo, realiza declaraciones disparatadas a Teleamazonas, a la salida del acto de posesión presidencial: tras decir que Ecuador, Colombia y Venezuela necesitan diálogo nacional, sin venir a cuento, larga: “Creo que Glas es un preso político".

Como todo el que conoce el tema lo sabe, si Glas se encuentra en La Roca es porque cumple dos condenas por corrupción a las que se llegó en ejercicio pleno del derecho: en el caso Odebretch, por asociación ilícita, y en el de Sobornos, por cohecho pasivo agravado.

Eso fue lo malo. Ya dije lo bueno. Queda lo feo.

Pueden parecer cosas menores, pero que no lo son y por eso las señalo. Y la primera es la entrega de la condecoración de la Orden Nacional de San Lorenzo en el grado de Gran Collar, la distinción más alta de la República del Ecuador, por el jefe del comando conjunto de las Fuerzas Armadas.

¿Qué tiene que hacer un militar, por respetable que sea, entregando una condecoración civil, y no cualquier condecoración civil, sino la más alta y antigua del Ecuador?

Error protocolario grave, no atribuible a la Cancillería, que estuvo impecable, sino a una mala decisión política.

Además, el presidente de la República es el gran maestre de la orden de San Lorenzo. La autoridad más alta de la orden no puede recibir de otro esa condecoración, puede imponérsela a sí mismo.

Mi tesis es que Noboa debió ingresar al recinto llevando ya esa condecoración, sin pedir que nadie se la coloque en la ceremonia. Un recién elegido no es aún gran maestre, pero él ya era presidente.

Y ya que hablamos de intervención militar, tampoco me gusta a mi el ingreso del pabellón nacional con tanta parafernalia militar. Y no es cuestión de gustos: ese ingreso está bien para ceremonias militares, no faltaba más, pero no tiene sentido en una ceremonia civil, democrática, cuando el legislativo posesiona al jefe del ejecutivo. No he visto nunca, en ningún país, que se haga esto.

Y solo una cosa menor que dejé pendiente: el embajador del Ecuador en Colombia, Arturo Félix Wong, no cumplió su tarea de acompañar al presidente Petro en su ingreso al Palacio Legislativo, como sí lo hizo el embajador del Ecuador en Perú, Galo Yépez, con la presidenta Boluarte. ¿Lo notaron? Petro no será amigo del Ecuador, pero el Ecuador y sus representantes no pueden dejar de brindarle todas las cortesías.