Tablilla de cera
Noboa, entre la deriva autoritaria y la Constituyente

Escritor, periodista y editor; académico de la Lengua y de la Historia; politico y profesor universitario. Fue vicealcalde de Quito y embajador en Colombia.
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Con inusitada velocidad, el presidente Noboa recibió la noche del martes el dictamen de la Corte Constitucional (CC) y antes de que amaneciera el miércoles, pasadas las 4 de la madrugada, emitió el decreto ejecutivo 155 en que, agachando la cabeza, eliminó 13 considerandos del decreto anterior (el 153), que fueron observados por la CC por inducir al voto, y corrigió el pésimo cálculo para la elección de los asambleístas, a fin de que cuadraran con los 80 que quería.
Ese decreto 153 es vergonzoso, como mucho de lo que sale de palacio: mal redactado, mal calculado.
Noboa señalaba que el total de asambleístas sería de 80 y que procederían 24 de una lista nacional, 52 de las provincias y 6 del exterior, pero no precisaba, como lo han hecho todos los que han convocado a una Constituyente, cuántos se elegirían por cada provincia, dejando ese cálculo al CNE, al que disponía publicar el "cuadro provincial definitivo aplicando el método D'Hondt".
Se ve que en el Palacio de Gobierno les da pereza calcular y que, además, no entienden para qué sirve el método D'Hondt, que no es un método para decidir cuántos asambleístas se eligen por provincia sino para asignar escaños después de una votación.
La CC le pega al Gobierno una repasada de maestro de escuela a alumno vago: "Cabe precisar que el método D’Hondt no determina el tamaño de las circunscripciones, sino que se aplica únicamente a la adjudicación de escaños una vez obtenidos los resultados electorales".
Pero, además, había una confusión de padre y señor mío en el número de asambleístas a elegirse. Noboa proponía uno fijo por provincia más uno por cada 200 mil habitantes o fracción que supere los 150 mil habitantes. Pero eso arrojaba como resultado 104 asambleístas provinciales y no 52.
La CC ha tenido que insistir en su dictamen en este punto, que es de aritmética de primaria: si hay mínimo un asambleísta por provincia se tiene 24, por lo que para completar los 52 solo debe elegirse 28 de acuerdo con la población. Pero si se aplica el criterio de uno por cada 200.000 habitantes, ¡resulta que se eligen 80!
Así, el “pequeño” error de cálculo de palacio haría que se tenga 80 asambleístas por población más 24 por el mínimo, más los demás segmentos: una asamblea de 132 integrantes, mucho más de lo que supuestamente se fija como máximo.
Con la cara roja de vergüenza deben haber leído en el palacio, la noche del martes, lo que les dice la Corte Constitucional: “Al no contar con parámetros claros de elección, no sería posible realizar ni siquiera la convocatoria a elecciones de la Asamblea Constituyente”.
Así que ahora, en el decreto expedido en el rosicler de la aurora, Noboa agacha la cabeza, quita los 13 considerandos (de 33 que eran), cambia la base de cálculo y establece que se elegirá un asambleísta por cada 471.000 habitantes.
También aclara otra cosa que la CC le indica: el método para el reparto de escaños de las listas nacional y del exterior. En efecto, era tan descuidada la redacción del 153, que señalaba que solo el reparto de las listas provinciales se haría por el D’Hont.
Esto lleva a preguntarse una vez más: después de la vergüenza que el país pasó al ver a los asesores jurídicos de la Presidencia de la República y del Legislativo balbucear incoherencias en su triste defensa de las preguntas para consulta popular en las audiencias de la CC, ¿no se ha dado cuenta el presidente Noboa de que necesita asesores de mejor nivel?
Yo escogería a los mejores juristas del Ecuador, pero al menos el primer mandatario debería escoger a quienes puedan redactar como un mediano bachiller y hacer cálculos aritméticos de un buen alumno de primaria, y no estos analfabetos de los que está rodeado.
Y también lleva a pensar en el futuro: si llega a darse la asamblea constituyente, ¿quiénes serán los iluminados que redacten la nueva Constitución? ¿Personas del ínfimo nivel como sus asesores? ¿O del penoso nivel de los actuales asambleístas, que no en vano se ha calificado como los peores de la historia?
Anteayer, el presidente dijo que “los conchudos” a los que ha ganado dos veces le quieren dar lecciones de lo que debe hacer. Se refiere, claro, al correísmo. Pero los que no somos conchudos y jamás fuimos correístas, también podríamos afirmar que el personal del que dispone es de última y que está pésimamente asesorado en lo jurídico y en lo político.
No faltará quien salte a refutarme diciéndome que, al contrario, Noboa ha demostrado gran habilidad para controlar todos los poderes. Que ahora responden a él el Legislativo, el Judicial, el Electoral, el de Control Social, y que eso es una muestra de gran manejo político.
Perdonen que les decepcione: eso no es manejo político sino uso de los mecanismos más crasos del poder ejecutivo: reparto de cargos y beneficios.
Me preocupa cómo se consigue esas mayorías y qué hacen esas mayorías. Uno de los resultados recientes no es para tirar cohetes y, al contrario, quedará grabado en las antologías del disparate y la vergüenza: el juicio político al Dr. Gonzalo Albán que, como bien él dijo, es el juicio político “más absurdo de la historia”.
¿Por qué se destituyó a Albán? Por incumplir sus funciones, dice la sentencia de la asamblea. Pero ese supuesto incumplimiento de funciones es por algo que él no hizo y que, además, no ocurrió en el desempeño de sus funciones.
¿Cómo es ese intríngulis? Pues sí, la acusación a Albán es que fue consejero del CPCCS habiendo estado afiliado poco antes al movimiento político Mover. Ya se sabe que el requisito para ser consejero es no pertenecer ni haber pertenecido en años anteriores a un partido o movimiento político (requisito que, obviamente, los de la Liga Azul se saltaron a la bartola).
No conozco al Dr. Albán, pero su explicación es convincente y documentada.
Resulta que cuando fue a inscribir su candidatura al CPCCS esta fue rechazada porque apareció afiliado a Mover. Como nunca se había afiliado a ese ni a ningún otro movimiento, pronto estableció que habían fraguado su firma. Igual sucedía con miles de ecuatorianos que aparecían afiliados a movimientos de manera fraudulenta, por empresas que dicen “recolectar” firmas, cuando en realidad se las inventan.
Albán siguió juicio y probó ante el Tribunal Contencioso Electoral que aquella no era su firma. Este determinó por sentencia que se trataba de un fraude y que el CNE debía inscribir su candidatura. Así llegó al CPCCS.
La argumentación del interpelante, un asambleísta de ADN, fue que no importa la sentencia del único tribunal que puede juzgar esta materia: el Contencioso Electoral, y que el señor Albán actuó habiendo estado afiliado poco antes a Mover. ¡Y sus colegas aceptaron esa falacia y destituyeron a Albán!
Un gobierno autoritario y una legislatura servil decidieron usar el más inverosímil e insostenible argumento para apartar de su cargo a una persona porque no es sumisa al Gobierno. Incluso, y así lo reveló Martín Pallares en el podcast “Politizados” del martes, le habrían ofrecido salvar: si Albán votaba el viernes por el Dr. Mario Godoy para que presida el Consejo de la Judicatura, le libraban del juicio político.
Albán no se vendió y afrontó el juicio político el lunes, cuyo resultado es una vergüenza para interpelante, asambleístas de gobierno y Noboa, pues han usado el argumento más espurio que inventarse puedan para deshacerse de alguien que consideran no manipulable.
Y eso es un honor para Albán, aunque le haya caído el injusto castigo de dos años de suspensión de sus derechos políticos, porque ha mantenido una línea independiente.
Y toda esta retorcida maniobra, ¿para qué? ¡Para nombrar a Godoy!, un abogado que defendió a narcotraficantes, que no es precisamente muy brillante y que tiene varias otras observaciones en su carrera. ¿Su mérito? Ser sumiso al Gobierno, aunque en el año y medio que ha estado en el cargo haya administrado muy mal la judicatura.
¿Puede así hacerse patria? No. Así solo se repite el viejo principio correísta: control total de los poderes del Estado, supresión de cualquier voz disonante, sin que importen los caminos para lograrlo.
Por cierto, si ya controla todo, ¿para qué ir a una Constituyente? ¿No es jugarse un albur y tratar de adivinar dónde está la bolita a un gitano mañoso, como a veces se porta el electorado?
¡Y que Dios nos coja confesados! ¿Será la nueva Constitución un galimatías como aquella frase sin sujeto, verbo y predicado con que el presidente nos anunció su intención de convocar a Constituyente?