Tablilla de cera
La identidad de Quito no es un juego

Escritor, periodista y editor; académico de la Lengua y de la Historia; politico y profesor universitario. Fue vicealcalde de Quito y embajador en Colombia.
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Cada 10 de agosto se realizan actos por la celebración de la primera proclamación en las colonias españolas de la voluntad colectiva de autonomía, lo que llamamos el Primer Grito de Independencia.
Aquel gesto que, con poco conocimiento y menos cerebro, algunos llaman “la revolución de los marqueses” —sin reparar en que el pueblo participó por medio de votaciones para elegir a los representantes de cada barrio y que luego lo hizo derramando su propia sangre—, ha sido y es crucial para la identidad de Quito.
Una de las acciones más memorables para resaltar la fecha y ahondar en el cultivo de la identidad quiteña, fue la Velada Libertaria, que se estableció en la alcaldía de Paco Moncayo. Comenzó con un concierto al aire libre de la Orquesta Sinfónica Nacional en la grada redonda de la catedral la noche del 9 de agosto, vísperas de la conmemoración cívica.
La velada fue creciendo en importancia, impulsada por el tan extrañado Fondo de Salvamento (Fonsal), a cargo del Arq. Carlos Pallares, y otros organismos municipales y se completó con la apertura nocturna de los museos, primero hasta la medianoche y luego, hasta el amanecer.
Se quería, igual que con la Noche Blanca de París, que comenzó simultáneamente, y con la que Quito cooperaba en el marco del CGLU ("Ciudades y Gobiernos Locales Unidos"), que fuera un evento cultural anual que transformara el Centro Histórico en un gran museo y escenario al aire libre durante una noche entera.
(CGLU es una red internacional que agrupa a ciudades, gobiernos locales y regionales de todo el mundo, de la que eran copresidentes Moncayo y el alcalde de París, Bertrand Delanoë).
Los años siguientes se volvió una cita imprescindible, con una asistencia de más de medio millón de personas, en una época en que aún no había el metro. La belleza del Centro Histórico recuperado, el interés del concierto principal, los museos abiertos y otras actividades culturales que se programaron, llevaban a las familias a acudir entusiasmadas y en masa.
Los siguientes alcaldes no pudieron o no quisieron continuar con la Velada Libertaria, sino que la remplazaron presentaciones sueltas o el mapping, es decir espectáculos de luces en las fachadas de las iglesias, y ahora una tímida apertura nocturna de museos.
La identidad de un pueblo es un concepto complejo, pero es claro que en Quito un elemento sustancial es su Centro Histórico y las actividades culturales que se realizan allí. Eso nos define quiénes somos y qué nos une como comunidad.
Pero también es clave en esa identidad la historia compartida, y la clarinada hispanoamericana del primer Grito de Independencia en 1809 es eje crucial de nuestras luchas y triunfos, seguida de la tragedia del 2 de agosto del año siguiente.
Para definir cómo los habitantes de Quito se perciben a sí mismos y al mundo que les rodea, entran como elementos la historia, el territorio, el extraordinario entorno natural y el paisaje y, en especial, la cultura. Y en ella se incluyen la lengua, la religión, las costumbres, la música, la poesía, las tradiciones e, incluso, la gastronomía, que se han transmitido de generación en generación, contribuyendo a la identidad colectiva.
Por eso, resulta chocante el cambio constante de la identidad gráfica municipal. Gastando miles de dólares, se “brandearon” como dicen los publicistas, todas las paradas del trolebús, con los colorinches que usa ahora la alcaldía de Pabel Muñoz, unas volutas azules, celestes y rojas, donde el escudo de la ciudad aparece distorsionado.
Y no solo el trolebús: edificios del municipio tienen los consabidos “brandeos” de colorinches.
Y, como si faltara, hay ahora una marca ciudad recién estrenada, que se une al eslogan que viene usando desde el inicio esta alcaldía: el menos creativo eslogan de ciudad que haya existido: “La ciudad más linda del mundo”.
Una frase sin gancho, sin personalidad. Porque para que una marca ciudad funcione bien, debe ser auténtica, elaborada con participación ciudadana y con una propuesta de valor clara. Esa frase ni es auténtica ni participativa ni propone nada.
La primera cosa que debe saber un publicista es que hay que evitar copiar fórmulas genéricas. “La ciudad más linda del mundo” es eso, una generalidad sin ninguna creatividad, no porque Quito no sea linda, sino porque miles de otras ciudades creen lo mismo: es un cliché millones de veces repetido.
Las marcas exitosas, como “I ❤️ NY”, “I Amsterdam”, o “Glasgow's Miles Better” destacan por ser únicas, emocionales y ligadas a la identidad local. En cambio, una afirmación genérica como “la más linda” no comunica nada específico—no habla de cultura, historia, naturaleza o personalidad propia— y por tanto, se diluye entre cientos de eslóganes similares.
Además, cuando algo es maximalista no funciona. Porque tarde o temprano alguien se va a preguntar: ¿La “ciudad más linda del mundo” con esa infraestructura?, ¿con esos pésimos servicios públicos?, ¿con esa incultura?
Como explica la definición, “una marca ciudad es su promesa de valor, que debe cumplirse con hechos visibles”.
También es regla del marketing que los eslóganes genéricos generan poca conexión. No es necesario haber estudiado en Parsons, el Politécnico de Milán o Barcelona para saber que una frase vaga, como la que emplea el municipio, suele quedarse en el limbo, no resuena lo suficiente y no estimula una acción o vínculo emocional con la ciudad.
Por cierto, para ser memorables los eslóganes deben tener musicalidad (ritmo, poética) y factualidad (hacer referencia a algo concreto y único). Mejor si el eslogan es breve. Entre 2 y 5 palabras. Fácil de recordar, pronunciar y repetir: Nike – Just Do It; Apple – Think Different; Coca Cola– Destapa la felicidad.
Tampoco la nueva marca gráfica de la ciudad emociona mucho. En los últimos 14 años, Quito ya ha tenido tres marcas distintas, cada una radicalmente diferente de la anterior.
Como bien decía Juan Lorenzo Barragán, gran experto en marcas y diseño gráfico, “una cosa es la identidad de la estrategia turística, que ahora está tan venida a menos luego que desecharon el quinde y la estrella de ocho puntas”.
Y otra, completo yo, es la imagen institucional, que dice Barragán “ojalá algún alcalde entendiera … y en vez de hacer su despilfarro de turno con mercadeo político, hiciera una marca como debe ser: el escudo de la ciudad con un sistema tipográfico para las entidades subordinadas”.
Un eslogan débil y genérico y una nueva marca desangelada (como dijo alguien, “se gastó mucha plata para nomás de hacer un huevo frito”) son un gasto inútil, sin impacto real.
Las mejores marcas comunican experiencias específicas: por ejemplo, “Metronatural” de Seattle, que une ciudad y naturaleza en una sola palabra memorable; “A place to be” de Melbourne, que une magistralmente destino turístico, lugar para vivir, sitio para invertir.
El alcalde y su equipo deben preguntarse, ¿cómo comunico lo que hace única a Quito? ¿Por qué visitarla, por qué vivir en ella o por qué invertir aquí? ¿Cómo la destaco? ¿Cómo la diferencio de otras ciudades?
Porque Quito nos despierta emociones y nos genera orgullo, pero debemos también hacer acopio de valentía, recordar los valores y las aspiraciones de esta ciudad que fue la primera en decir: somos soberanos.
Biodiversidad, un centro histórico hermoso y bien conservado, un paisaje con verdor y tres nevados, una ciudad que ama la libertad y es dinámica. Tal vez habría que pedirle a ChatGPT que construya una marca de ciudad para Quito con estos elementos (yo ya lo hice, por cierto, y pasé una buena hora divertido… aunque la identidad de Quito no es un juego).