Tablilla de cera
Balance de una misión: ocho años de Mons. Andrés Carrascosa como nuncio en el Ecuador
Escritor, periodista y editor; académico de la Lengua y de la Historia; politico y profesor universitario. Fue vicealcalde de Quito y embajador en Colombia.
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Tras ocho años al frente de la Nunciatura Apostólica en el Ecuador, la salida de monseñor Andrés Carrascosa Coso permite realizar un balance de su gestión como representante de la Santa Sede ante la Iglesia local y el Estado ecuatoriano.
Su reciente designación como nuevo nuncio apostólico en Portugal, anunciada la semana pasada, cerró una etapa marcada por el ejercicio de la diplomacia vaticana en diálogo permanente con la realidad eclesial y social del país, así como por un estilo de presencia personal, cálida, sencilla y abierta, que ha sido reconocida oficialmente por las distintas instancias de la Iglesia ecuatoriana y estoy seguro de que también por los miles de personas que a lo largo de estos ocho años tuvieron contacto con él.
En un comunicado difundido con motivo de su traslado, el propio Mons. Carrascosa recordó el inicio de su misión en el país y el vínculo construido a lo largo de estos años. “Llegué a Ecuador desde Panamá, enviado por el papa Francisco, hace más de ocho años, tiempo en el que he podido admirar ampliamente la belleza de su país y la calidad de su gente, que me acogió con gran cordialidad”, señaló.
En el mismo mensaje subrayó que su labor se desarrolló con un compromiso constante con la Iglesia y con el país, destacando el trabajo realizado en los procesos de consulta para la preparación de cerca de 30 nombramientos de obispos durante su permanencia.
Desde una perspectiva institucional, la Conferencia Episcopal Ecuatoriana (CEE) emitió un comunicado en el que expresó su agradecimiento “por estos ocho años de servicio al Ecuador”. En el texto, los obispos destacaron su “palabra clara, evangélica”, así como su disponibilidad para acompañar momentos significativos de la vida eclesial y nacional. La CEE resaltó también su capacidad de diálogo con autoridades civiles, el cuerpo diplomático y las diversas realidades de la Iglesia local.
Por contraste, la Iglesia se las vio muy amargas durante los 14 años que permaneció el predecesor de Mons. Carrascosa, quien no se destacó ni en las relaciones con la jerarquía ecuatoriana ni con el cuerpo diplomático, y, además, tuvo varios desencuentros con el Gobierno nacional y local.
Siempre es malo comparar, y no voy a ahondar en mis críticas, que las hice públicas en su momento en varias columnas periodísticas y no solo en la prensa, sino también de manera personal, pues, cuando vino el papa Francisco en 2015, pude decírselo al secretario de Estado de la Santa Sede, el cardenal Pietro Parolin.
Pero la llegada de Mons. Carrascosa fue una bocanada de aire fresco, una diferencia entre la noche y el día. Con su cordialidad y sinceridad, y sobre eso, su deseo de trabajar, ha visitado todo el Ecuador. Sé que lo único que le quedó por conocer fue Nuevo Rocafuerte, donde se rehabilitó, con fondos de la Iglesia, conseguidos por Mons. Carrascosa, el único hospital en esa alejada zona de la Amazonia ecuatoriana. Fuera de eso, ha estado en todas las diócesis del Ecuador y no en la sede episcopal solamente sino en innumerables parroquias.
Una figura así no podía sino ser clave en procesos internos de la Iglesia, en el acompañamiento a los obispos y en la articulación de la comunión eclesial, especialmente en un período marcado por desafíos sociales, políticos y pastorales para el país.
La confianza que despierta en las partes, le permitió ser clave en muchas negociaciones, como, por ejemplo, su discreta intervención en las conversaciones que pusieron fin a los levantamientos de 2019 y 2022.
Quito y su arquidiócesis le están especialmente agradecidos. Mons. Alfredo Espinosa tuvo en el nuncio un apoyo constante. En el comunicado en que la arquidiócesis le felicita por su nuevo destino, manifestó su “profundo agradecimiento por estos ocho años de servicio diplomático y por su constante cercanía pastoral a la Iglesia en el Ecuador y, de modo particular, a nuestra Arquidiócesis de Quito”.
Durante estos años, la Nunciatura Apostólica cumplió su función como instancia de enlace entre la Santa Sede y la Iglesia ecuatoriana, así como en la relación institucional con el Estado. Pero no solo eso: la canciller Gabriela Sommerfeld dijo que Mons. Carrascosa dio “color y calor al cuerpo diplomático”.
Con su partida, concluye un período que no dudo en llamar histórico para la Iglesia católica en el Ecuador. El balance positivo de estos ocho años queda recogido en el reconocimiento institucional expresado por la Iglesia ecuatoriana, en las manifestaciones del Gobierno, del propio cuerpo diplomático, y en cada uno de los que hemos tenido la suerte de ser sus amigos.