¿En qué crees tú? Para muchos, hace 1.700 años se lo precisó

Este 2025 los cristianos de todas las denominaciones celebramos 1.700 años del Concilio de Nicea. Por eso el pasado viernes 28 de noviembre, el papa León XIV, el patriarca ecuménico Bartolomé I y 26 líderes de distintas confesiones cristianas se reunieron en Iznik —la antigua Nicea—.

Habrás visto en las noticias internacionales, al papa y otros líderes cristianos en un muelle.  Estaban a las orillas de un lago, junto a las ruinas de la iglesia donde es casi seguro que se celebró el concilio. Esas ruinas se redescubrieron en 2014 bajo el agua, por una foto aérea y el retroceso del lago hizo que emergieran en 2024 en la orilla seca.

Allí, en ese muelle, oraron en conjunto, hicieron un llamado público a la reconciliación cristiana y, sobre todo, en el momento más esperado y emotivo, recitaron el credo como proclamación de la fe común y vínculo de unidad.

Fue un encuentro muy esperado y deseado. Sí, hubo una ausencia significativa: Cirilo, “el patriarca de Moscú y toda Rusia”, decidió no participar. Pero no me cabe duda: la reunión fue admirable.

El viernes “tuvimos una verdadera experiencia del ‘creemos’, de los cristianos. A pesar de los siglos, a veces milenios, de divisiones, separaciones y tensiones que aún persisten, ese día reafirmamos la esencia de nuestra fe, y esto es conmovedor”, dijo Mons. Flavio Pace, secretario del Dicasterio para la Unión de los Cristianos.

Pero ¿por qué se dio esa ceremonia? El Concilio de Nicea fue una reunión sin precedentes: en esa ciudad se juntaron el año 325 al menos 250 obispos de todo el imperio romano para resolver una crisis.

Esa crisis, que era doctrinal y política, había sido provocada por el arrianismo, que afirmaba que Cristo era una criatura superior, pero no Dios verdadero.

El concilio declaró que Cristo era de la misma sustancia, consubstancial (homoousios) al Padre, es decir, que comparte la misma naturaleza divina. Por eso el concilio dijo que es “Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero”.

Con esta definición, el concilio fijó el núcleo de la fe cristológica que comparten hoy católicos, ortodoxos y protestantes.

Entonces, el concilio redactó el primer gran símbolo de la fe cristiana, que fue completado 56 años después en el Concilio de Constantinopla (381), dando lugar al credo niceno-constantinopolitano que aún se recita en la misa y en la liturgia católica romana, ortodoxa y de muchas denominaciones protestantes.

Para eso se reunieron, para celebrar el texto doctrinal con mayor autoridad después de la Escritura.

Aquel concilio se dio cuando las iglesias oriental y occidental todavía estaban unidas. Se separaron después, en el Gran Cisma de 1054, una división provocada en buena parte por desacuerdos sobre la primacía del papa y los cambios geopolíticos que enfrentaban a Constantinopla-La Segunda Roma con Roma.

La forma cómo procedieron hace 1.700 años tantos obispos, algo extraordinario para la época, marcó un método que desde entonces la Iglesia aplicó: los 21 concilios que hubo hasta hoy siguieron la misma pauta: reunirse, orar, escucharse, captar la voz del Espíritu y permitir que salga en consenso un principio rector para toda la Iglesia.

Las divisiones mismas persistieron en cierta medida porque más tarde existió un partido que continuó apoyando el arrianismo incluso en el ámbito político. Hubo tensiones, pero el corazón estaba centrado en salvaguardar esa regla de fe, que no era una imposición de alguna autoridad, sino el fruto de un discernimiento que surgió en Nicea.

El papa León ha dado un paso más para la unión de los cristianos: enfatiza que el problema no reside en la discusión sobre una primera o una segunda Roma, sino que todos estamos llamados a regresar a la experiencia original de Jerusalén.

Así que, en la ruta de Francisco —quien, al convocar el Jubileo de la Esperanza este año, que está por terminar, puso el foco en el año 2033, cuando se celebrará el bimilenario de la Redención—, León XIV ya está hablando de una reunión ecuménica mundial para esa fecha en Jerusalén.

De 2030 a 2033 serán dos mil años de la vida pública de Jesús. Por supuesto que habrá que avanzar mucho en la paz entre Israel y Palestina (el papa insistió en este viaje en la solución de dos estados), pero ya hay quienes sueñan en la posibilidad de repetir juntos, entre todas las denominaciones cristianas, por ejemplo, el Sermón de la Montaña, el de las Bienaventuranzas, en el lugar en que se pronunció.

Pero no para hacer algo arqueológico, histórico o exegético, sino para repetirlo al mundo, en ese lugar, recuperando la conciencia de la misión que Cristo nos encomendó a todos. ¿Lo recuerdas? Bienaventurado el que…