Punto de fuga
Los emperadores desnudos

Periodista desde 1994, especializada en ciudad, cultura y arte. Columnista de opinión desde 2007. Tiene una maestría en Historia por la Universidad Andina Simón Bolívar. Autora y editora de libros.
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Digamos que este es un manual mínimo, ni siquiera de bolsillo, para lidiar con emperadores desnudos (del estilacho del de la fábula de Hans Christian Andersen). Es que son tantos, ¡y todos a la vez! —basta con escuchar las noticias o leer un periódico de demasiados países del mundo para constatarlo—, que ya no tenemos otra opción que estar preparados para sobrellevar la situación y salir vivos de los universos distópicos en los que pretenden hundirnos. Hay que tratarlos como la peste que son y defendernos.
Propongo cuatro medidas básicas, que no por sencillas son simples de aplicar, pero con suficiente disciplina se pueden llevar a cabo. Que no nos dé pereza. Están desnudos y tenemos que encargarnos de hacérselo saber a ellos y al mundo. Porque su desnudez horripilante nos muestra su desprecio por el cumplimiento de la ley, su mezquindad y vanidad, su incomprensión de la necesidad del otro, sus ínfulas de omnipotencia. Harían bien en taparse las vergüenzas.
Va el manual:
Lo primero es echar mano de la experiencia. En Ecuador, por ejemplo, ya sobrevivimos a un emperador desnudo. Salimos magullados, es más, de alguna manera, seguimos dentro del microclima putrefacto que creó y del que se alimentó, pero estamos vivos. Mientras hay vida hay esperanza.
Yo sé lo que hice para capear esos años malhadados. ¿Qué hicieron ustedes, cómo surfearon esa ola? Bueno, si no les sirve hacer lo mismo que con el todopoderoso de la temporada pasada, hagan lo que sea que aplique a las condiciones actuales.
Lo segundo es no callarse. La expresión del malestar, ya sea en petit comité o en la plaza pública, siempre es saludable. Incluso lo es para los señorones o señoritos que van desnudos por la vida queriendo hacernos creer que tienen un traje super especial que es invisible a los ojos de los burdos (dizque nosotros), porque así les echamos el cable a tierra y les recordamos hasta dónde pueden llegar con su majadería; si es que quieren volver a entrar en razón y trascender, claro.
Lo tercero es registrar todo lo que los emperadores en pelotas están haciendo o tratando de hacer, si los cortesanos alcahuetes, por convicción o conveniencia, lo siguen permitiendo. En muchos países, la institucionalidad y los medios cumplen ese papel; en los países más disfuncionales es una tarea casi exclusiva de los medios y de una que otra organización de la sociedad civil. Es el caso de Ecuador, donde los medios —los poquitos de verdad que aún quedan— hacen las veces de ojos, oídos y caja negra de las múltiples tragedias políticas y sociales por las que hemos atravesado.
En esta misión de archivo fidedigno contra los devaneos del poder, hoy cumplen un papel protagónico las iniciativas de verificación de datos que, ante el declive de la prensa tradicional, han proliferado en todo el mundo. En el año 2025 de nuestra era, el planeta entero es cada vez más un ecosistema mitad desierto mediático, mitad circo de influencers y chupamedias. En Ecuador tenemos a LupaMedia y a Ecuador Chequea haciendo esta labor vital, por nombrar dos.
Y el cuarto paso —el más fácil quizás— es recordar (recordarles) siempre lo ridículos que son. Reírnos de ellos, mucho; reírnos siempre, en privado y en público. ¿Se acuerdan cuando Charly cantaba “imagínense a los dinosaurios en la cama”? Bueno eso, imagínenselos como quieran y ríanse de ellos hasta que les duelan las costillas.
Pero si todo esto se les complica o, de plano, les da pereza, por lo menos hagan dos cosas: la primera, no vuelvan a votar por ellos, o salgan a votar para que no ganen; y la segunda, recuerden que el emperador está desnudo. Inserten aquí el nombre de su emperador, o con ínfulas de emperador, de turno, y vayan y cuéntenle a todo el mundo. Porque colectivamente tenemos que recordar esa verdad eterna que salió del intelecto de Miguel de Unamuno cuando, el 12 de octubre de 1936 en Salamanca, les espetó en la cara a los nacionalistas más rabiosos: Vencerán, pero no convencerán.