Esto no es político
Ni una más, ni una menos: el año más letal para las mujeres en Ecuador
Periodista. Conductora del podcast Esto no es Político. Ha sido editora política, reportera de noticias, cronista y colaboradora en medios nacionales e internacionales como New York Times y Washington Post.
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Alison, estudiante de medicina, fue asesinada en Tungurahua y encontrada en un departamento en el cantón Cevallos; tras su asesinato, un grupo de jóvenes sospechosos del crimen habría intentado agredirla sexualmente. Noemí, de 21 años, fue brutalmente asesinada con fragmentos de vidrio en la misma provincia, en marzo. María Fernanda, de 42, fue hallada sin vida en San Marcos, centro histórico de Quito, con señales de estrangulamiento.
Y así, podríamos engrosar la lista hasta llegar a las 678 mujeres asesinadas este año, según la fiscalía. Es el año más letal en la historia del país.
En las cifras de femicidios, en cambio, la fiscalía apenas registra 49, cifra muy por debajo de los 349 registrados por la Alianza por el Mapeo de Femicidios. Eso significa que una mujer es asesinada en Ecuador cada 22 horas. El 32% de esas muertes es provocado dentro del círculo íntimo y familiar.
En este 25 de noviembre, día de la no violencia contra la mujer, nos escupe a la cara esa realidad.
El Ecu-911 recibió 200 llamadas de auxilio relacionadas a la violencia dentro del ámbito familiar. 200 llamadas diarias. Es escandaloso. Es doloroso, además, recordar que en este país, la violencia vicaria aún no está tipificada, hay agresores que ocupan cargos públicos de alto nivel y hasta hay jueces acusados por algún tipo de violencia contra las mujeres, como acoso sexual.
El círculo de la violencia se corona con el femicidio, resultado de una cadena de negligencias, silencios y omisiones del Estado y de una sociedad cómplice, en la que se crían agresores, se prioriza el silencio cómplice y se castiga la denuncia; se relativiza la violencia — exageradas, locas, histéricas— , se cuestiona a la víctima y justifica al agresor —ella le provocó, cómo estaba vestida, qué hacía sola a esa hora.
Son golpes que no se denuncian, denuncias que no se atienden, medidas de protección que llegan tarde —cuando llegan— y un sistema que sigue fallando a quienes más lo necesitan. Se habla de prevención, pero los presupuestos y la institucionalidad se recortan; el ejemplo más reciente es la eliminación del Ministerio de la Mujer, degradado a un viceministerio cuyas cabezas han dejado una deuda enorme en el país.
Las víctimas no son solo aquellas que pierden la vida por la violencia machista. Según datos de Carla Álvarez, investigadora del IAEN, entre 2014 y 2022, 1500 niños quedaron huérfanos por causa de femicidio, mientras que solo en 2025, la cifra alcanzó los 1047 niños y niñas en esas condiciones. El promedio de hijos por mujer víctima de femicidio es de tres: cuando asesinan a una, hay aproximadamente tres hijos e hijas que quedan sin su madre.
Ante el gravísimo panorama de violencia generalizada que enfrenta el país, los femicidios corren el riesgo de pasar desapercibidos. Pero no hay democracia posible mientras las mujeres vivan con miedo.
Nombrar a las víctimas no es suficiente. La memoria sin acción es otra forma de complicidad. Y mientras no existan decisiones políticas reales, recursos sostenidos y voluntad concreta para desmontar la violencia machista, cada minuto de silencio seguirá siendo una antesala para el próximo nombre en la lista.