Columnista Invitada
Quito: la ciudad que abre vías sin abrir soluciones
Dra. en Jurisprudencia, Decana de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la UDLA, Directora Ejecutiva Participación Ciudadana. Con más de 20 años trabajando temas de democracia, procesos electorales, Transparencia y Diálogo Político.
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Transitar por las calles de Quito y las vías de los valles, se ha vuelto en una actividad de alto riesgo, además de una constante prueba a la paciencia de los quiteños. La impresión que se tiene, es que el desarrollo urbano de la ciudad está atravesando un momento bastante crítico, porque se abren vías, pero no se abren soluciones.
La repavimentación de corredores alternos, ampliaciones emergentes, relevantamiento de vías, postpavimentación y otras obras “provisorias”, parecerían revelar, que la ciudad y sus valles, están sumidos en obras producto de una improvisación antes de una planificación técnica.
La intervención vial de una ciudad como Quito, que tiene sus propias características -en términos de planificación urbana- es compleja, debido a su crecimiento desigual. Hay un aceleramiento crecimiento sin control hacia los valles, en contraposición de un centro urbano con gran densidad, y un corredor longitudinal bien difícil de expandir. Por eso mismo, requiere de un plan de obra vial, que sea pensado para anticiparse antes que reaccionar. Un plan que se enfoque en planificar antes de parchar. En suma, las obras viales deben ser tomadas siempre desde criterios técnicos y no desde la coyuntura política electoral.
La situación calamitosa de la ciudad, con su tráfico insufrible, contaminación de ruido y obras y barrios tugurizados por el crimen y el abandono, está profundizando un fenómeno que se ha venido advirtiendo: el desapego de sus moradores a una ciudad que en 1978 fuera declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Y no se los puede culpar. Basta mirar las intervenciones en sectores de importancia vial alta como Gualo; Simón Bolívar; Cumbayá; Tumbaco o Ruta Viva, que más parecen piezas de un rompecabezas incompleto, que someten al ciudadano a tiempos imposibles de salida y llegada a sus destinos. Ni hablar de la inseguridad que reviste el transitar por vías saturadas que hoy son escenario de sangrientos accidentes con víctimas fatales siempre.
Si bien los trabajos son necesarios, es responsabilidad del Municipio que estos se ejecuten a la luz de un plan maestro que articule un estudio integral de movilidad, que tome en consideración las necesidades y realidades de los sectores a ser intervenidos. Toda obra de intervención debería estar respaldada por una decisión técnica y no sobre el apuro de gastar presupuestos que no se utilizaron en un año fiscal.
En ese escenario, los moradores de los sectores intervenidos deben tener la garantía de que las decisiones de intervención van a asegurar conexiones seguras y eficientes en sus zonas de intervención. No es posible que se limiten a cerrar vías afectando el derecho constitucional de movilidad a comunidades enteras, así como así. Peor aún, abandonando las obras por las noches, cuando deberían adelantar el trabajo, y por supuesto fines de semana y feriados. ¡Qué conveniente!
Se dice que abrir vías mejora inmediatamente la movilidad. Puede ser, siempre y cuando se cumpla al menos una condición: hacerlo bien, en sitio correcto y que responda a un diseño urbano que haya tomado en cuenta la demanda futura de las vías, su impacto ambiental, los niveles de seguridad que ofrece, y su sostenibilidad.
Habría que ver si las aperturas que están caotizando a la ciudad, y que tienen a los quiteños en estrés constante, cumplen con esos requisitos.
Las fiestas de fin de año se acercan, y con ellas, los problemas de tráfico tradicionales serán mucho más graves a consecuencia de las obras simultáneas y mal planificadas. En ese escenario, y para evitar desgracias, ¿Será mucho pedir por ejemplo, que se instalen más controles en la Ruta Viva para evitar tanto accidente fatal? O repensar la genial idea de repavimentar la ruta de Guayasamín hasta el puente Machángara en cinco meses?
¿No será mejor redireccionar esos recursos hacia dotar de taludes efectivos, o mejorar el estado de las cunetas?, ¿hacer más puentes peatonales, controlar la velocidad y sancionar a los buses que bajan flechados con llantas lisas hacia Cumbayá o Tumbaco? Los ciudadanos sí quieren obras, pero unas que aseguren continuidad y afiancen la visión de ciudad. Opciones y necesidades hay, hace falta visión técnica y empatía con la ciudadanía. Municipio de Quito: ¡Pilas ahí!