De la Vida Real
Pedidos sobrepedidos

Es periodista y comunicadora. Durante más de 10 años se ha dedicado a ser esposa y mamá a tiempo completo, experiencia de donde toma el material para sus historias. Dirige Ediciones El Nido.
Actualizada:
Una amiga se va a casar en la playa. La boda está organizada desde hace más de seis meses. Nos pidieron que reservemos un hotel o un Airbnb —palabra que hasta ahora no logro pronunciar—. Nos mandaron una encuesta sobre qué podemos comer y a qué somos alérgicos.
O sea, es una boda en la playa, pero de distinción. Habrá buena música, comida rica, gente elegante, aunque en la invitación dice que vayamos casuales. Pero boda es boda. Los hombres, seguro, se pondrán una guayabera blanca y pantalón beige, y las mujeres estaremos con vestidos coloridos y muy bien arregladas.
Debo reconocer que soy pésima para comprar ropa. Me aburre, no sé qué me gusta y qué no. Todo me parece demasiado caro, y me lleno de inseguridades. Soy buenísima para comprar todo lo que no necesito, pero cuando tengo que comprar lo que necesito, me atormento.
Además, odio ir con alguien a comprar, porque termino escogiendo lo que me dice la otra persona y no lo que yo quiero. Sola me pasa igual: compro lo que no quería, pero ahí soy yo la culpable.
La Tato, mi íntima amiga, que sabe cómo soy y me conoce mejor que nadie, me dijo:
—Valen, no te amargues. Pide por Temu. Te va a salir baratísimo, puedes seleccionar las tallas y, por último, si algo te queda muy grande, le mandas a una costurera para que le arregle. Las telas no son de tan mala calidad.
Ni creí el consejo que me dio. Además, me pareció súper práctico. Me evitaba todo el estrés de salir a un centro comercial.
Abrí una cuenta de Temu desde la comodidad de mi hogar, y empecé a seleccionar vestidos, zapatos, guayaberas, pantalones beige y una que otra tontera.
Me demoré unos tres días en seleccionar las cosas y agregarlas al carrito de compras. Sabía que luego, con tranquilidad, debía descartar lo que no me gustaba.
Temu es un vicio: te bombardea de notificaciones a tal punto que las tuve que desactivar. Luego hace que selecciones seis productos gratis. Me demoré seleccionando. Ninguno lo necesitaba en realidad, pero pensé: como son gratis, ¿qué importa? Para obtener estos regalos, debía comprar 45 dólares mínimo en productos que Temu decidió que me podrían gustar, pero no eran los que necesitaba.
Mi lógica fue: he perdido más de una mañana escogiendo los productos gratis. He perdido la tarde seleccionando los productos que no necesito para completar los 45 dólares… Yaf, compraré algo, a ver qué pasa.
Me compré un jean, a mi hija unas camisetas, a mi hijo unos guantes de fútbol y, para mis perras, unas correas y un cepillo que peina a vapor. Para mi hijo mayor, unas luces para su cámara de fotos.
Total: 50 dólares. Hice el primer pedido, más los seis productos gratis.
Lo maravilloso fue que nada de lo de mi carrito preseleccionado se borró, ni me tocó eliminar productos para hacer el pago.
Una noche, con el Wilson, mi marido, decidimos hacer las compras para el outfit del matrimonio. Escogí dos vestidos para mí, unas guayaberas para cada uno de los hombres, dos vestidos para mi hija y una alfombra de baño, que nada tenía que ver con el matrimonio, pero estaba baratísima. Esta vez no me dio la opción de productos gratis.
Las cosas llegaron. Se demoraron más o menos 25 días. Qué emoción sentí al abrir las fundas blancas. Los pedidos vinieron con un día de diferencia.
Al sacar mis vestidos… Casi me muero. Son de tela de sábana y gigantescos. En las fotos se veían un sueño, pero están horribles. Además, pedí XL por si no me quedaban, para mandárselos a meter, pero no vale la pena. Son espantosos, de verdad.
Las guayaberas de los hombres están maravillosas: de lino fino, lindísimas. Los vestidos de la Amalia… qué les diré… están pasables.
Nunca supe por qué vino un terno de baño —horrible—. Es negro con bolitas blancas y tiene flecos en los hombros.
Ah, también había pedido para mí unas sandalias. Vinieron en talla 41, gigantes, pero están bien lindas. Y me pedí unos aretes de colibríes. Son de plástico, pero me encantan. Esos sí los amo. Son perfectos.
Iba sacando las cosas y no me acordaba de todo lo que había pedido o ¿serán regalos? Vinieron también unos forros hermosos para los cojines de la sala.
Mi primera experiencia pidiendo por Temu fue un mar de emociones. Por suerte, mi mamá me regaló un vestido elegantísimo para el gran evento y unas sandalias, no tan lindas como las de Temu, pero por lo menos son de mi talla. Así que me salvó y se ganó mi agradecimiento eterno.