La Tola, la “capital de Quito” donde el boxeo y la historia pelean contra el olvido
Ubicado en el centro de Quito, La Tola es un tradicional barrio que combina arquitectura patrimonial, deporte, gastronomía y una fuerte identidad comunitaria, pero enfrenta problemas de inseguridad y gentrificación.
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En el centro de Quito —entre el bullicio del barrio de San Blas y las lomas que llevan al Itchimbía— se extiende un barrio que sus propios habitantes llaman “la capital de Quito”: La Tola. Un lugar donde las calles angostas parecen un laberinto, las casas coloniales se entremezclan con construcciones modernas y las escalinatas marcan el ritmo de la vida diaria.
La Tola está dividida en cinco zonas: Alta, Media, Baja, Colonial y Nueva. En la Tola Media vive, desde hace 30 años, Antonio Cuesta, restaurador de arte colonial.
“Este es un barrio muy unido, con mucha vida comunitaria. Aquí está el coliseo de boxeo, las canchas de fútbol, básquet y vóley. De aquí han salido grandes deportistas que han representado al país”.
Antonio Cuesta
Lamenta, sin embargo, que en la Tola Baja “la delincuencia y la drogadicción han encontrado espacio en las calles con poca iluminación”.

El epicentro del boxeo
El boxeo es, quizás, la insignia más visible del barrio. En el gimnasio de La Tola han entrenado campeones nacionales, panamericanos y mundiales.
John Wampash, actual entrenador y exboxeador profesional, se formó allí antes de competir en Estados Unidos durante una década.

“Este gimnasio es histórico. Han venido delegaciones de Cuba, Puerto Rico y México a prepararse para los Juegos Olímpicos”, dice. Con 140 alumnos diarios y con capacidad para hospedar a 30 personas, sigue siendo un referente para el deporte en Quito.
Los problemas de La Tola
No todos los recuerdos son de gloria deportiva. María, nacida y criada en la Tola Alta, asegura que la inseguridad ha cambiado la rutina. “Antes uno podía salir de madrugada. Ahora, a las 17:00 cierro mi local. Han robado a jóvenes y hasta les han golpeado. Hay un retén policial, pero no siempre hay agentes”, lamenta.
La historia del barrio explica en parte sus contrastes. Según el investigador Héctor López Molina, la mayor parte de su arquitectura corresponde a las décadas entre 1940 y 1970, cuando vivió su auge.

Fue entonces cuando llegaron familias de clase media y figuras como la cantante Carlota Jaramillo, figura histórica de la música nacional. Sus casas, muchas con fachadas neocoloniales o de estilo art déco, conviven con viviendas construidas en desniveles para adaptarse a la empinada geografía.
En la calle León, los vecinos han pintado rayuelas y organizado pequeños emprendimientos para rescatar las tradicionales de la ciudad. Pero otras zonas, como la calle Antepara, han visto cómo la apertura de bares y hoteles ha desplazado a los antiguos residentes.
“La gentrificación trae turismo, pero también obliga a irse a quienes han vivido aquí por décadas”.
Héctor López Molina, investigador histórico.
Barrio de tradiciones
La Tola también es un mapa de tradiciones. La Capilla de María Auxiliadora, el Oratorio Festivo del Padre Izurieta y los talleres de arte en madera configuran un barrio donde el oficio artesanal aún resiste. Restauradores trabajan esculturas religiosas talladas en seike, una tradición transmitida por generaciones.
En la mesa, platos como la fritada de la “Picantería de Doña Blanquita” o las corvinas con papa de “Don Jimmy”, en el mercado central, atraen visitantes al barrio. Mientras que “Los Caldos de La Tola” siguen siendo un punto de encuentro de vecinos y visitantes... igual que hace cuatro décadas.

Separada en sus orígenes del centro histórico por la quebrada del río Machángara y humedales, La Tola tardó en desarrollarse. Esa distancia física le permitió consolidar una identidad propia, marcada por el deporte, la gastronomía y un sentido de pertenencia que aún resiste los embates de la inseguridad y el cambio urbano.
Hoy, recorrerla es encontrarse con niños y jóvenes entrenando box en el coliseo, vecinos jugando ecuavóley en la cancha comunal y ancianos saludando desde balcones adornados con geranios.
También es encontrar calles en las que la luz escasea, gradas sucias y escuchar relatos de robos recientes. La Tola es así: tradición y desafío, orgullo barrial y alerta constante. Un reflejo de la Quito que lucha por preservar su historia sin perder su futuro.
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