“La noticia me provocó un infarto”, el drama de los comerciantes de la Catedral de Quito ante una salida inminente
Los dueños de los locales ubicados en los bajos de la Catedral, en el Centro Histórico de Quito, recibieron notificaciones de desahucio. Ellos esperan ser escuchados. La decisión genera reacciones.
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Los aromas se mezclan: café pasado, higos cocidos con panela, queso fresco, pernil recién horneado para los sánduches... Bajo el pórtico de la Catedral Primada de Quito, en el extremo sur de la Plaza Grande, una fila de pequeños locales abre cada mañana como lo ha hecho por décadas. Las notas musicales de pasillos contagian a quienes visitan el Centro Histórico de Quito o caminan presurosos.
Los locales bajo la Catedral son espacios estrechos, casi cuevas incrustadas en los muros de piedra del templo, protegidos del sol y la lluvia por arcos centenarios que han visto pasar buena parte de la historia republicana de Ecuador.
Allí se sirven desayunos, platos tradicionales y dulces quiteños.
Frente a ellos se despliega la vida cotidiana del Centro Histórico: jubilados que llegan con fundas de pan para alimentar a las palomas y que comentan la coyuntura nacional. También hay turistas que fotografían el monumento a la Independencia, la Catedral, el Palacio de Carondelet, el Palacio Municipal y el Palacio Arzobispal. Otros simplemente descansan junto a las jardineras, frente a las piletas.
La escena se repite a diario, salvo cuando los ánimos políticos obligan a cerrar la plaza con vallas o a llenarla de tarimas y parlantes. O al menos era así hasta diciembre de 2025, pues, según los propietarios de las cafeterías de los bajos de la Catedral, en enero de 2026 deberán abandonar su rol en esta escena.

El 29 de septiembre de 2025, los dueños de estos negocios recibieron notificaciones de desahucio. El aviso fue específico: deberán abandonar los locales hasta el 31 de diciembre de 2025, cuando concluyen sus contratos de arrendamiento. El cierre definitivo se prevé desde el 1 de enero de 2026.
Guadalupe Tito Flores, comerciante de 75 años, recuerda que la notificación le produjo un golpe sentimental y físico. “La noticia me provocó un infarto”, dice, con voz firme pero visiblemente afectada.
Y es verdad. Tras recibir la notificación, Guadalupe fue hospitalizada en el Eugenio Espejo. Aun así, su postura no ha cambiado: “El mejor abogado que tengo es Dios (…), voy a seguir aquí hasta cuando él permita”.
El documento, al que PRIMICIAS tuvo acceso, fue certificado en la Notaría Septuagésima Séptima de Quito. Está a nombre del monseñor Hugo Aníbal Reinoso Luna, representante legal del Cabildo Primado de Quito, quien solicita la desocupación del inmueble “una vez finalizado el plazo del contrato de arrendamiento”.
Fernando Escobar, representante de la Dulcería Colonial, que funciona allí desde hace 40 años, califica el proceso como un golpe inesperado. “No sé qué problema hemos ocasionado para que seamos despedidos así”, lamenta.
Escobar asegura que, durante décadas, el local no solo mantuvo recetas tradicionales, sino que amplió su oferta gastronómica con platos como locro de papa y seco de chivo. Dice que siempre estuvieron dispuestos a dialogar y aceptar un incremento en el canon de arrendamiento, si esa era la condición para continuar.
“Nunca nos llamaron a conversar. Aquí no hubo aviso previo ni posibilidad de negociar”.
Fernando Escobar, de la Dulcería Colonial
Algo similar ocurrió en Carondelet
La falta de diálogo es uno de los puntos que inquieta a los comerciantes. Aseguran que no hubo mesas de trabajo ni explicaciones antes de la notificación.
PRIMICIAS buscó la versión de los representantes de la Catedral y de la Curia. Según los comerciantes, el aviso también alcanzaría a otros locales ubicados en el Palacio Arzobispal, al otro lado de la plaza, lo que elevaría a cerca de 22 los negocios afectados.
Desde el departamento administrativo de la Catedral de Quito la respuesta fue breve: no emitirán declaraciones por el momento, aunque anunciaron que se difundirá un “respectivo comunicado” con las razones de la decisión.
Ese silencio contrasta con la cercanía de los dueños de los locales, muchos de los cuales conocen a sus clientes por nombre y apellido. Alicia Eulalia Guevara, que atiende su negocio desde hace 40 años —heredado de su madre y su tía, y activo desde 1950—, resume la angustia colectiva:
“Es toda mi vida. Me mandan de aquí y me dejan en la calle. No es justo porque no sabemos el porqué”.
Alicia Eulalia Guevara
Los comerciantes miran con preocupación un precedente cercano. Los locales ubicados bajo el Palacio de Carondelet —donde funcionaban una peluquería tradicional y tiendas de artesanías— cerraron hace más de un año, luego de que el presidente Daniel Noboa dispusiera el vallado metálico del perímetro. Desde entonces, se desconoce qué ocurrió con quienes trabajaban allí.
“Ahora nos puede pasar lo mismo”, repiten quienes atienden bajo la Catedral.

“Esto es tradición”
El impacto del posible cierre no se limita a las familias que dependen de estos ingresos. Para muchos clientes, se trata de la pérdida de un espacio que forma parte del patrimonio vivo del Centro Histórico.
La mañana del lunes 29 de diciembre de 2025, varias personas ocupan las mesas bajo los arcos de piedra. Patricia Terán, clienta frecuente, dice con énfasis: “es una tradición venir al centro y comerse un sánduche de pernil. Habrá restaurantes modernos, pero ninguno es como este”.
Susana Coronel recuerda visitar estos locales desde niña, especialmente en fiestas de Quito y Navidad. “Da mucha pena. Van a quitar empleo a personas que no trabajan de hace un año, sino de toda una vida”, señala.

Mientras el plazo avanza, los comerciantes continúan. Sirven cafés, dulces y platos tradicionales como si nada fuera a cambiar, aunque la orden de desalojo ya esté sobre la mesa.
La Catedral Primada de Quito comenzó a construirse a mediados del siglo XVI, entre 1562 y 1565, sobre los cimientos de un templo anterior. Desde la creación del Obispado de Quito en 1545, la ciudad necesitó una catedral.
Con el paso de los siglos, el edificio fue modificado hasta adquirir su forma actual, cargada de valor arquitectónico y de leyendas, como la del Gallo de la Catedral.
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