Del olvido al epicentro nacional: la vida cotidiana junto a la Cárcel del Encuentro, la más custodiada de Ecuador
A un mes del inicio de la operación en la cárcel del Encuentro, en Santa Elena, los pobladores de la comuna Juntas del Pacífico, donde está ubicado el centro penitenciario, llevan su vida en medio de vías de tierra y con la promesa de grandes obras.

Un control militar bloquea el acceso a la Cárcel del Encuentro desde la comuna Juntas del Pacífico.
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PRIMCIAS
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La Cárcel del Encuentro, la prisión de alta seguridad construida por el Gobierno de Daniel Noboa, cumplió ya un mes de funcionamiento en medio del secretismo de las autoridades sobre el proyecto. Y en ese tiempo, los pobladores de la comuna Juntas del Pacífico, donde está ubicado el centro penitenciario, tratan de ajustar su vida a vivir entre policías y militares.
En este corto tiempo, ellos parecen haberse acostumbrado al constante movimiento de vehículos institucionales, que entran y salen del centro penitenciario, y de la visita constante de funcionarios y medios de comunicación.
“Antes, imaginarnos que íbamos a ser el centro de atención del país era difícil de creer, ya que éramos un pueblo olvidado, que ni siquiera sabían que existíamos”, dice Florencia Tomalá, una adulta mayor originaria de la zona.
Ella recuerda que por décadas no existía ninguna obra o inversión por parte del Estado, y, aunque ella no quería una cárcel en sus tierras, manifiesta que las obras complementarias compensaron en algo el significado de ser vecinos de los delincuentes más peligrosos del país.
Juntas del Pacífico es una comuna de la parroquia Simón Bolívar, del cantón Santa Elena, en la provincia del mismo nombre. Unas 2.500 personas habitan en la pequeña localidad, el segundo centro más poblado de la parroquia.
Está ubicada a una hora de Guayaquil, y a apenas 10 minutos de la Cárcel del Encuentro, aunque la vía que conecta para allá se ha convertido en un territorio casi inaccesible incluso para los comuneros,

“Nosotros tenemos muchas necesidades, esperemos que, de a poco, vayan solucionándose porque merecemos vivir mejor”, expresó Arturo Rivera otro morador.
Vivir entre patrullas y accesos controlados
PRIMICIAS visitó Juntas del Pacífico la semana pasada, y los lugareños cuentan que el movimiento de militares y policías es constante, tanto en el día como en la noche, por lo que la percepción de seguridad ha mejorado. Incluso el SNAI ha tenido que desmentir noticias sobre supuestas fugas de presos.
Al medio día, la hora de más movimiento vehicular, se puede observar a cerca de 200 policías que son transportados en tres buses de la institución, desde la Cárcel de El Encuentro hasta el centro de la población, que está a unos 15 minutos.

Desde hace algunos días, la vía de acceso a la prisión está siendo intervenida. Hasta hace poco, el camino era totalmente de tierra, pero ahora se ha colocado ripio encima, lo que ayuda en la movilidad de los vehículos más grandes como buses y camiones. Pero nadie informa si la van a pavimentar, algo que contrastaría con las vías de la comuna, que siguen siendo de tierra en su mayoría, pues solo la vía principal es asfaltada.
Los trabajos inician desde el primer punto de control militar, ubicado a apenas cinco minutos de camino entre la población y la cárcel. Se pueden observar piedras de cimiento y más delante tractores que mantienen parcialmente cerrada la vía, con montículos de tierra y letreros que advierten del peligro por la obra en construcción.
Hasta este punto, la circulación ciudadana es permitida. Más adelante sólo se logra acceder con un permiso especial otorgado por el SNAI, por lo que sólo militares y policías ingresan para patrullar el camino.

“Aquí han venido asambleístas y otras personas que dicen ser de los derechos humanos, pero les explicamos que deben solicitar permisos para ingresar. La orden que recibimos es clara: nadie tiene permiso de acceder, hasta que nuestro superior lo autorice” expresó una fuente militar, sin explicar detalles si la disposición viene del SNAI o del coronel a cargo de la tropa.
A pesar del estricto control, los uniformados se muestran más accesibles con la población, como si la convivencia diaria los hubiese familiarizado con el entorno.
A la espera de las obras
De regreso a la población, los habitantes de Juntas del Pacífico manifiestan que las obras complementarias han sido de mucha ayuda para la población, como la creación de ocho aulas para la escuela, la cancha sintética y la construcción de un centro de salud.
Este último todavía no está terminado y los trabajos avanzan lentamente, algo que desespera a los pobladores, ya que el acceso a la salud es limitado. Tienen que viajar a Julio Moreno, una comuna vecina ubicada a 10 minutos de recorrido en carro particular, pero a una hora si se necesita usar la única línea de transporte público.
“Y los que no tenemos recursos, qué nos toca, esperar todo ese tiempo para trasladarnos, y si la enfermedad nos sorprende en la noche, tenemos que ver como salimos para el Liborio o para Guayaquil”, comentó Néstor Rodríguez, un ciudadano.
Xavier Negrete, Gobernador de Santa Elena, expresó que esa obra se está ejecutando con presupuestos desembolsados por el SNAI, por lo que el tiempo de ejecución se rige a sus competencias.
“Actualmente tienen los estudios de factibilidad, el terreno y la obra que está avanzando, pero luego de la entrega pasa a ser administrado por el Ministerio de Salud, quienes deben destinar personal médico que vaya para allá”, comentó Negrete, sin precisar el tiempo que tomará la culminación de los trabajos.

El gobernador también informó sobre otros proyectos, como la junta de riego que está a cargo del Gobierno Provincial y Aguapen EP, empresa que administra el aguan en la península.
Mientras estos proyectos se ejecutan, Juntas del Pacífico empieza a cambiar su estilo de vida tradicional, acostumbrándose a la presencia de personas extrañas que llegan a su sector. Ahora también hay nuevos negocios, como ferreterías, comedores, papelerías, peluquerías y hasta un bar, como centro de diversión nocturna.
Pero todavía hay necesidades que esperan ser satisfechas, que van desde el alcantarillado sanitario y pluvial, asfaltado de vías, alumbrado público, hasta mejorar la red eléctrica, ya que aseguran que, al mes, en más de dos ocasiones, el servicio se vio interrumpido. Uno de sus habitantes cuenta que antes de la construcción de la cárcel, estuvieron hasta 24 horas sin servicio.
Por ahora, entre el ruido de los tractores y el paso diario de los uniformados, la vida para ellos sigue. Con más seguridad, con algunas mejoras y con la expectativa de que se ejecute algún otro proyecto carcelario.
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