Walter Sinche, el ecuatoriano al que una injusticia lo indignó y creó un refugio para migrantes en Nueva York
La Alianza Ecuatoriana Internacional, que él fundó, se ha convertido en uno de los refugios más antiguos para migrantes en Queens. Su labor combina capacitación laboral, clases de inglés y orientación legal en una de las comunidades latinas más grandes de Nueva York.

El ecuatoriano Walter Sinche, fundador de Alianza Ecuatoriana Internacional, en Nueva York, durante un curso de seguridad laboral para migrantes ecuatorianos impartido por esta entidad, con sede en Queens.
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NUEVA YORK. Fabio cruzó la frontera con la promesa de un trabajo en construcción. Terminó estafado por sus propios compañeros; que, al descubrir que no tenía papeles, amenazaron con denunciarlo ante las autoridades de migración si reclamaba su pago. Ni sabía que podía denunciar, ni conocía sus derechos. Se escondió durante semanas, hasta que alguien le habló de una pequeña oficina en Corona, Queens, donde un grupo de ecuatorianos ayudaba a otros que, como él, habían llegado buscando una oportunidad y se encontraron con la violencia o el silencio.
Detrás de esa oficina está Walter Sinche, un electricista ecuatoriano que llegó a Estados Unidos en 1988, con apenas 18 años. Hoy, con 55, lleva casi cuatro décadas en Nueva York y ha convertido su historia de migrante en una misión de vida. “Todo empezó por una injusticia”, recuerda. A principios de los noventa leyó en un periódico que un joven ecuatoriano había sido asesinado a golpes en un parque de Brooklyn. Fue el primer crimen de odio que conoció de cerca y el inicio de una trayectoria que marcaría su vida. “Nunca pensé que iba a ser activista, pero nadie estaba haciendo nada. Me tocó aprender inglés y colaborar con la policía para que se hiciera justicia.”
Desde entonces, la Alianza Ecuatoriana Internacional, que él fundó, se ha convertido en uno de los refugios más antiguos para migrantes en Queens. En un pequeño local —donde el olor a café convive con el murmullo de quienes buscan ayuda— Walter y sus voluntarios enseñan a los recién llegados a defender sus derechos, conseguir empleo y, sobre todo, perder el miedo.
P: ¿Cuáles son las necesidades más urgentes para los migrantes ecuatorianos?
R: Las carencias van más allá de lo económico. Aunque los migrantes ecuatorianos suelen caracterizarse por su ética de trabajo, responsabilidad y constancia, la falta de estructuras de apoyo —organización colectiva, unidad comunitaria y solidaridad— los deja vulnerables. Muchos no saben que pueden exigir un salario justo, desconocen sus derechos laborales o temen acercarse a autoridades por su estatus migratorio. Además, la acumulación de estrés, ansiedad y miedo afecta su salud mental; en algunos casos, el agotamiento emocional ha sido extremo.
¿Qué tipo de casos recibe la Alianza?
La gama de situaciones es amplia. Llegan trabajadores que no han sido pagados, personas despedidas sin justificación o que sufren acoso laboral, así como migrantes que enfrentan detención o procesos de deportación y requieren apoyo. En la Alianza se les escucha, se les orienta y —cuando es posible— se les conecta con abogados u otros profesionales dispuestos a colaborar.
Se ofrecen cursos de electricidad, plomería y certificaciones OSHA. ¿Por qué es vital la formación técnica?
Porque sin capacitación técnica, no hay acceso real a empleos formales ni autonomía laboral. En Nueva York, trabajar en el sector de la construcción exige certificaciones como las de la Occupational Safety and Health Administration (OSHA). En la Alianza se procura que los migrantes dejen de ser víctimas y se conviertan en profesionales con habilidades reconocidas. Adicionalmente, se imparten clases de inglés y programas específicos para mujeres que desean abrirse camino en la construcción.

¿Qué transformaciones ha observado cuando un migrante se capacita?
El cambio más evidente está en la actitud: de la incertidumbre y el temor se pasa a la confianza. Los testimonios de quienes logran empleo luego de los cursos son los indicadores más valiosos del impacto. No se basan únicamente en estadísticas; se miden en historias concretas de mejora profesional y personal.
Usted ha sido crítico respecto al papel de Ecuador frente a su diáspora. ¿Qué le hace falta al país?
Reconocimiento y estrategia. Los migrantes ecuatorianos envían miles de millones de dólares en remesas al año, pero no observan políticas nacionales claras que traduzcan ese esfuerzo en desarrollo o inclusión. Se podrían generar empleos, promover inversiones, apoyar a comunidades y mayores, pero el Estado ecuatoriano aún los ve principalmente como una fuente de dinero y no como ciudadanos con aportes sociales y económicos.
¿Qué proyectos nuevos impulsa la Alianza?
Entre sus iniciativas están la creación de un “Museo del Migrante”, que reconozca visual y simbólicamente los aportes de la diáspora, y la organización del “Primer Congreso Ecuatoriano Migrante” que reúna líderes sociales, académicos y políticos para definir una agenda de largo plazo. Se busca pasar de acciones puntuales a programas sostenibles y dignos para la comunidad.
Para los migrantes recién llegados –en especial quienes están sin estatus legal–, ¿qué recomendaciones les daría?
Informarse es el primer paso. Conocer el entorno al que llegan, entender el funcionamiento del país y saber que hay organizaciones que ofrecen ayuda sin preguntar por papeles. No aislarse es clave. Y sobre todo: tener miedo no anula derechos. Reconocer que el temor existe, pero que no deben paralizarse, es fundamental para empezar a construir un camino.
Además de asesoría y formación técnica, ¿qué actividades culturales o comunitarias organiza la Alianza para los migrantes ecuatorianos?
La Alianza no se limita a ofrecer cursos y orientación legal, sino que también mantiene su “Centro Comunitario Andino” ubicado en 104-08 Roosevelt Ave, 2º piso, Corona, donde impulsa programas de identidad cultural, arte y encuentros comunitarios. A través de esas actividades, promueve no solo la inserción laboral, sino también espacios de socialización, apoyo emocional y reconocimiento de la herencia ecuatoriana entre la diáspora, algo clave para el bienestar integral de quienes viven sin estatus o en condiciones de vulnerabilidad.
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