Bancos de alimentos y medicinas, la alternativa para pacientes en Guayaquil ante la crisis de la salud
El presupuesto para medicinas e insumos en hospitales públicos cayó un 23,5% en dos años y el destinado a alimentación se redujo un 67,8%. En medio del desabastecimiento, bancos de medicinas y alimentos asumen un papel cada vez más relevante para garantizar tratamientos y comida a pacientes que el sistema público no logra cubrir.

Cajas con medicamentos donados por el Banco de Medicina Vita Sanus, listos para ser distribuidos a fundaciones y centros de atención.
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Entre 2023 y 2025, el Ministerio de Salud pasó de destinar USD 438 millones a medicinas e insumos a solo USD 336 millones. El recorte ha dejado a pacientes con enfermedades crónicas y catastróficas sin acceso a tratamientos continuos.
En paralelo, el presupuesto para alimentación, seguridad y limpieza cayó de USD 115,8 millones a USD 37,2 millones, lo que ha obligado a hospitales como el Enrique Garcés, en Quito, a pedir alimentos al Banco de Alimentos de Quito para abastecer a pacientes y personal.
La combinación de escasez de fármacos y raciones insuficientes pone en riesgo la recuperación de los pacientes y aumenta la presión sobre organizaciones sociales.
Bancos de medicinas y alimentos asumen la carga
En este escenario, los bancos de medicinas y alimentos han pasado de ser un apoyo complementario a convertirse en un canal indispensable para mantener tratamientos y garantizar alimentación básica.
Hace diez años, Grupo Difare y Diakonía crearon VITA SANUS, el primer Banco de Medicinas del Ecuador. Silvia Banda, gerente de comunicación y responsabilidad corporativa de Grupo DIFARE, señala que el banco de medicinas comenzó atendiendo a 15 fundaciones y hoy llega a 59 en 14 cantones del país.
“El acceso a medicamentos es cada vez más complejo. Lo que entregamos responde a necesidades puntuales y se hace bajo prescripción médica, para garantizar un consumo responsable”.
Silvia Banda, gerente de comunicación y responsabilidad corporativa de Grupo DIFARE
El portafolio incluye cerca de 300 productos, desde medicinas para diabetes o hipertensión hasta tratamientos para afecciones estacionales. En la última década, ha beneficiado a más de 182.000 personas, entregado fármacos valorados en más de USD 3 millones y generado un ahorro estimado de USD 11 millones para las familias beneficiarias.

De la alimentación a la medicación: un modelo integral
Mauricio Ramírez, vicepresidente del Banco de Alimentos de Diakonía, explica que VITA SANUS nació como una extensión de su experiencia alimentaria:
“Alimentar es esencial, pero no suficiente. Creamos un programa para que los pacientes también tuvieran medicación continua para enfermedades crónicas”.
Mauricio Ramírez, vicepresidente del Banco de Alimentos de Diakonía.
Actualmente Diakonía trabaja con 130 instituciones que atienden a 160.000 personas al año. Su labor habitual es proveer alimentos, pero en situaciones excepcionales —como la pandemia, el terremoto o la actual escasez hospitalaria— activa programas de emergencia para atender directamente a hospitales. Estas intervenciones no son continuas, sino respuestas puntuales a crisis específicas.
“En un contexto como este, somos un complemento más vigente que nunca del Estado. No sabemos cuánto durará, pero mientras tanto tenemos que estar apoyando”, advierte Ramírez.
Fundaciones como primer punto de atención
En el Centro de Especialidades San Agustín, uno de los beneficiarios de Vita Sanus, se recibe mensualmente medicinas para adultos, niños, mujeres embarazadas y personas en situación de calle.
“No dejamos de lado a quienes no pueden acceder a un tratamiento correcto y que, por no tener recursos, tienden a fallecer”.
Helen García, directora técnica del centro de salud.
En Horizontes del Fortín, la fundación Sonrisa Naranja, que también recibe donaciones del banco de medicinas, atiende a pacientes que, según la doctora María de Lourdes Ramos, enfrentan un impacto económico adicional: “A veces tienen para la consulta, pero no para las medicinas. Este apoyo es un alivio para el bolsillo”.
Norma Castro, de la fundación Un presente diferente, describe que la ayuda alimentaria y médica evita que muchas personas pasen el día sin comer o sin poder seguir sus tratamientos: “Si alguien no desayunó, le damos algo para que no pase la mañana con el estómago vacío. Con las medicinas pasa igual: aquí las encuentran sin costo”.
Para beneficiarias como Hortensia Bravo, que recibe mes a mes medicinas para la tiroides en el Centro San Agustín, la diferencia es tangible: “Me ayudan bastante y me tratan con respeto y cariño, como si fuera de la familia. Desde que me detectaron la enfermedad, nunca he faltado”.

Descongestión del sistema público en tiempos de crisis
El modelo de trabajo de estos bancos permite que la ayuda llegue a comunidades que de otro modo quedarían fuera del sistema. Para Banda, el beneficio no se limita a los pacientes, sino también reduce la presión sobre hospitales y centros de salud públicos. "Si en una consulta (en las instituciones beneficiarias) pueden llevarse el 50 o 60% de sus medicinas, el impacto es inmediato”, afirma.
“Estamos descongestionando al sector público. Muchas de las fundaciones que reciben nuestros medicamentos están en zonas vulnerables y son la primera oportunidad de atención para personas que no logran acceder a un hospital".
Silvia Banda, gerente de comunicación y responsabilidad corporativa de Grupo DIFARE
En un escenario de recortes presupuestarios y desabastecimiento, este puente entre organizaciones sociales y comunidades vulnerables se vuelve más que un apoyo: es, por ahora, una de las pocas garantías de continuidad para tratamientos y alimentación básica que el sistema público no logra cubrir.
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