Así viven los ecuatorianos la ola de calor en Madrid que llega a los 40 grados
El último episodio de calor extremo empezó el 3 de agosto y se prolongará hasta el 18 de agosto, según la Agencia Estatal de Meteorología. Los migrantes ecuatorianos buscan maneras de enfrentar las altas temperaturas.

La ola de calor en Madrid provoca que un buen número de migrantes vaya a la zona conocida como La Playa de Madrid a refrescarse.
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Soraya Constante
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MADRID. La capital española, como cantaban The Refrescos en los ochenta, tiene mil encantos (trabajo incluido), pero le falta el mar. “Podéis tener el Retiro, la Casa de Campo y el Ateneo; mil cines, mil teatros, mil museos; corralas, organillos y chulapas… pero, cuando llega agosto, ¡vaya, vaya! Aquí no hay playa”. Y esto pesa cada año más, ahora que las olas de calor son recurrentes, el último episodio de calor extremo empezó el 3 de agosto y se prolongará hasta el 18 de agosto, según la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Muchos migrantes que viven en la capital de España son los habitantes que aguantan el calor sin huir como hacen muchos españoles que vuelven a sus pueblos o los pueblos de sus padres porque madrileños de pura cepa, de raíces profundas, hay pocos.
Los ecuatorianos Erika Guacollante y Milton Gualoto son parte de la población que resiste en Madrid cuando todos parten. Comen tajadas de mango y toman agua cerca de los chorros de agua donde juega su hijo. El lugar es conocido con cierto sarcasmo como la Playa de Madrid y es uno de los pocos sitios para refugiarse del calor. Aquí llegan, sobre todo, latinoamericanos a pasar el día con sus neveras, mesas, sillas de playa y altavoces con sus altas dosis de reguetón, bachata, salsa... “El calor está más fuerte que en los años anteriores y hay que tener un poco de cuidado con los niños”, afirma Erika. Ella y su esposo tienen un pequeño taller de tapicería en las afueras de Madrid y su temporada alta de trabajo es precisamente ahora. “En vacaciones es cuando la gente sale y nosotros aprovechamos para arreglar los muebles de casas, restaurantes y hoteles”, cuenta Milton.

La rutina de la pareja en verano es trabajar hasta que el calor aprieta y luego pasan la tarde cerca de los refrescantes chorros. Al final del día van a la casa que alquilan donde encienden el aire acondicionado para enfriar la casa a cambio de facturas mensuales de entre 100 y 120 euros. Pero no todos los pisos que ocupan los migrantes tienen sistemas de enfriamiento. Otro matrimonio de ecuatorianos, Manuel Guacollantes y María Guamán, que toma el fresco en la playa de Madrid, tiene una historia diferente. “Estamos llegando a los 40 grados y así no se puede ni dormir por la noche, pero no queda más que soportar, poner un ventilador en cada habitación. Aquí tenemos cuatro estaciones y no podemos pedir que solo venga el frío, entonces siempre en el verano hay que sufrir un poco por el calor”, cuenta Manuel resignado. Su rutina en agosto es pasar más de ocho horas trabajando en la construcción, por su edad se ve obligado a aceptar los turnos que le imponen. Su esposa tampoco puede ausentarse de Madrid en verano porque cuida a personas mayores que no salen de la ciudad.
La estampa más típica de la Playa de Madrid la componen los vendedores ambulantes que aprovechan para vender bebidas frías, granizados, helados o mangos picados como hace Piedad Guamán, que a veces está acompañada de su esposo Fabián Analuisa. Hasta hace poco era la única que ofrecía este producto, pero le salió competencia, una señora colombiana, pero ella sigue con su venta. “Aquí vienen los que no tienen para salir en la playa, los que somos de media para abajo”, bromea su esposo que tiene un matamoscas para espantar los moscos del género. La pareja trabajó muchos años en Menorca, él llegó a ganar 5.000 euros mensuales en la construcción, pero eran otros tiempos. Ahora los dos viven de la venta ambulante. Los fines de semana traen tarrinas de encebollado y ceviche y venden todo.

Antes empezaban a trabajar en junio, pero cada año empiezan antes porque el calor en Madrid se adelanta. “Este año entramos en abril”, cuenta Piedad. Su testimonio se convierte sin querer en un medidor del cambio climático que es una realidad innegable en España, con impactos cada vez más evidentes. El verano se ha extendido en promedio unos nueve días por década, siendo actualmente casi cinco semanas más largo que a principios de los años 80, según la Aemet. La Playa de Madrid, dentro de este contexto, es ejemplo de las vidas que se adaptan al calor como pueden. Entre chorros de agua y ritmos latinoamericanos, los que se quedan inventan su propio mar, aunque sea sobre cemento.
¿Qué es una ola de calor y cuál es su impacto en España?
No es simplemente un día caluroso de verano, para usar este término las temperaturas deben ser anormalmente altas para la época y el lugar. Según la Aemet y expertos como Isabel Moreno, una ola de calor en España se considera cuando se cumplen tres criterios:
1. Debe durar al menos tres días consecutivos.
2. Debe afectar al menos al 10% del territorio.
3. Las temperaturas máximas diarias deben estar por encima del percentil 95% de su serie de temperaturas máximas diarias registradas en los meses de julio y agosto del periodo 1971-2000. Esto significa que las temperaturas deben estar entre el 5% de las más cálidas para esa estación y período de referencia.
Impactos del calor extremo y olas de calor
- Salud humana: Las olas de calor tienen un enorme impacto en la salud física y mental. Pueden causar golpe de calor (grave y potencialmente mortal, cuando la temperatura corporal supera los 40°C), agotamiento por calor (por pérdida de líquidos y sales) y deshidratación. El periodo estival de 2025 ha dejado hasta ahora más de 1.500 muertes atribuibles al calor, un 42% más que el año pasado, según los cálculos del Sistema de Monitorización de la Mortalidad diaria.
- Consumo de energía: El deseo de mantener las casas frescas durante el verano con altas temperaturas y olas de calor lleva a un incremento significativo en las facturas de luz, con un aumento del consumo de electricidad de alrededor del 4% en verano respecto al invierno.
- Incendios forestales: El impacto de la ola de calor sobre los incendios forestales es preocupante. Las altas temperaturas y la sequedad del suelo aumentan la probabilidad de grandes incendios forestales, haciendo que las condiciones sean más favorables para su ignición y propagación. Un contexto de mayor cantidad de combustible (por abandono de actividades agrarias y reforestación natural) y condiciones climáticas adversas propicia incendios de alta intensidad y comportamiento extremo, dificultando su extinción. Recientemente, se han contabilizado 14 incendios forestales activos en siete comunidades autónomas en España, algunos de los cuales se sospecha que fueron intencionados.
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