Una mochila, una batalla: el dolor de cabeza de las familias numerosas de migrantes ecuatorianos en la vuelta al colegio en España
Estrategias de ahorro que van desde mudarse a zonas donde el alquiler es más barato o reutilizar la ropa de los hijos. Los migrantes ecuatorianos hacen malabares para salir adelante con la educación de sus hijos en España.

La ecuatoriana María José Acosta representa a los migrantes con familia numerosa que hacen malabares con su economía a la hora del regreso a clases en España. Tiene cuatro hijos y tuvo que mudarse a Parla, a 20 kilómetros de Madrid, para abaratar costos de alquiler.
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MADRID. Septiembre, al igual que el ciclo escolar sierra en Ecuador, marca el inicio del curso para ocho millones de estudiantes en España, entre ellos 1.125.860 extranjeros, la cifra más alta en la historia educativa. La llegada de estos alumnos ha sido clave para sostener la vida escolar: su presencia no solo evita el cierre de aulas y la pérdida de puestos docentes, sino que también aporta diversidad cultural.
Dentro de los hogares de inmigrantes, sin embargo, muchas familias hacen malabares para llegar a fin de mes, especialmente las numerosas. La ecuatoriana María José Acosta, de 39 años, tiene cuatro hijos nacidos en España: Daniela (18), Matías (14), Oliver (11) y Roberto (6). Cuando se le pregunta qué teme más del regreso a clases, responde sin dudar: “El gasto”. Este año le preocupa aún más porque el colegio de sus hijos retiró las tablets y volvió a los libros de texto, lo que implica un nuevo desembolso. Calcula que pagará unos 30 euros por ejemplar, y con tres libros por asignatura cada trimestre, el gasto ascendería a casi 90 euros solo en una materia.
A los libros se suman matrícula, uniformes en algunos casos, material escolar e informático, además de los pagos mensuales: comedor, desayuno, transporte o actividades extraescolares. Según la OCU, el desembolso medio por alumno asciende este año a 2.390 euros en el curso 2025-2026. Madrid y Cataluña encabezan la lista de comunidades más caras, con un promedio de 3.188 euros por estudiante. El gasto varía según el tipo de centro: en los públicos es de 1.221 euros, en los concertados sube a 3.444 y en los privados roza los 8.000. Todo ello se agrava por el precio de la vivienda y otros costes como el transporte.
En la búsqueda de abaratar costos
La familia de María José se mudó hace un año a Parla, a 20 km al sur de Madrid, para abaratar el alquiler. “Como somos bastantes, necesitamos un piso con al menos tres habitaciones. En Madrid están por 1.300 o 1.400 euros, y aquí conseguí uno por 950. Como no tenemos nada en Madrid, dijimos: ‘nos vamos todos a Parla y ya está’”, cuenta la mujer, que lleva 21 años en España.
Comunidades como Extremadura o Castilla-La Mancha ofrecen costes educativos más bajos, aunque con menos oportunidades laborales. La ecuatoriana Mayra Torres, madre de tres niños, vive en Méntrida (Castilla-La Mancha), un pueblo de 6.000 habitantes donde, en su calle de chalets, la mayoría son extranjeros. Llegó adolescente con su madre y hermanas, y allí encontraron alquileres mucho más baratos: pasaron de pagar 800 euros en Griñón (Madrid) a 250 en Méntrida. Además, descubrieron ayudas como la entrega gratuita de libros escolares a los niños empadronados.

Hoy Mayra vive en un chalet por menos de 400 euros. “Son tres habitaciones, tres baños, el salón y la cocina son bastante grandes. Por eso digo que no quiero moverme de aquí. Además, no voy a encontrar un alquiler así en Madrid; allí esto no alcanza ni para una habitación”, explica. Para afrontar la vuelta al cole, aprovechó la devolución de 1.200 euros por ser familia numerosa, un beneficio en España que da deducciones fiscales, descuentos en transporte y cultura, acceso preferente a colegios, bonificaciones en la luz y ayudas en vivienda. Con ese dinero cubrió material escolar, ropa para actividades extraescolares —su hijo mayor juega baloncesto y su hija pequeña hace gimnasia rítmica— y el comedor, que no cubren las becas que solicita cada año.
La compatibilidad de horarios de trabajo es especialmente difícil en los hogares migrantes, donde ambos padres trabajan con horarios extensos y cambiantes. María José, por ejemplo, limpia cocinas en un hotel con turnos variables: “Un día en la mañana, otro en la tarde, depende”. Su marido, que reviste tuberías de alta presión, tiene un horario más estable y está disponible a partir de las cinco de la tarde. Mayra, en cambio, trabaja como deshuesadora en una fábrica de kebab con turnos alternos de seis de la mañana a tres de la tarde o de tres de la tarde a medianoche. Eso la obliga a pagar 150 euros al mes a una persona que le ayude en las mañanas. “Nos organizamos así de esta manera, la chica viene y se queda con los niños a eso de las siete y ya se encarga de llevarlas al cole”.
Las familias consultadas dependen de ayudas como becas de comedor y libros escolares. El Gobierno de España ha aumentado el presupuesto educativo un 104,5% desde 2018 y la partida de becas un 81,8% para el curso 2025-2026. Pero ambas madres recurren también a estrategias de ahorro: María José compra el material en la cooperativa del colegio para abaratar costes, mientras Mayra reutiliza la ropa de sus hijas mayores para la menor. El uso de material de segunda mano es una tendencia creciente: un 54% de las familias ya lo hace o planea hacerlo, con un ahorro medio de 60 euros por alumno.
Al final, haciendo malabares, son las familias migrantes las que sostienen una parte esencial del sistema educativo español. Aportan diversidad cultural, mantienen aulas abiertas y enfrentan, a la vez, el reto de una “vuelta al cole” que cada año resulta más cara. De hecho, ambas madres entrevistadas han decidido tomar vacaciones los primeros días de septiembre para acompañar a sus hijos.
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