Diana, Paulina y Tatiana, la historia de tres migrantes ecuatorianas cuyo voluntariado ayuda a miles de familias en Estados Unidos
Estas ecuatorianas han construido redes educativas, culturales y comunitarias que hoy sostienen a miles de familias en el área triestatal.

Diana Loja, Paulina Jerez y Tatiana Vivas, tres ecuatorianas que han forjado redes de ayuda a migrantes en el área triestatal de los Estados Unidos.
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NUEVA YORK. En la capital del mundo —esa ciudad, esencialmente migrante, que cambia al ritmo de nuevas llegadas, trámites densos y comunidades que se reorganizan a diario— han surgido liderazgos que pocas veces figuran en estadísticas o comunicados oficiales. Son mujeres ecuatorianas que, desde distintos barrios y organizaciones, han levantado estructuras de apoyo. Entre Westchester, Nueva Jersey y Nueva York, su trabajo mantiene en pie a miles de familias que buscan orientación, educación y un lugar donde no sentirse perdidas.
Estados Unidos vive un momento en el que los procesos administrativos y las barreras lingüísticas pesan. Un sistema complejo que exige información precisa y acompañamiento constante. En ese terreno, las redes que la propia comunidad ha construido se vuelven imprescindibles: bancos de alimentos que siguen operativos desde la pandemia, espacios de formación para adultos, asesoría educativa para padres, y programas culturales que sostienen la identidad de la diáspora.
Ese tejido comunitario no nació de un plan institucional, sino de la iniciativa de mujeres que decidieron intervenir donde la burocracia no alcanza. No buscan protagonismo: buscan eficacia. Movilizan voluntarios, traducen documentos, abren talleres, gestionan recursos y, sobre todo, generan confianza. Porque en la vida migrante, la confianza es una forma de protección.
Diana Loja, Paulina Jerez y Tatiana Vivas comparten un origen ecuatoriano, pero también una convicción: que la migración no es una travesía individual, sino colectiva. Sus historias, distintas en forma, pero similares en propósito, explican cómo se levanta comunidad en un país donde todo parece diseñado para avanzar a solas.
Diana Loja: cuando un banco de alimentos se convierte en un sistema de organización comunitaria
La historia de liderazgo de Diana, originaria de Girón, Azuay, nació de su propia experiencia migrante. Llegó con los retos típicos —idioma, cultura, oportunidades—, pero transformó ese camino en una misión: que nadie tuviera que atravesar lo mismo en soledad. La pandemia fue su punto de quiebre. En Westchester ayudó a abrir varios bancos de alimentos que empezaron atendiendo a unas cuantas familias; hoy sostienen a más de 2.500 familias al mes.
A partir de ahí entendió que su papel no era solo asistir casos individuales, sino movilizar estructuras completas. Creó el Ropero Comunitario, que provee ropa, abrigos, artículos de higiene y pañales para quienes llegan sin nada. Fundó talleres comunitarios —de violencia doméstica, salud mental, bienestar, arte o cocina— y organizó a voluntarios intergeneracionales bajo el grupo Horsemen Volunteers, que limpia calles, siembra árboles y mantiene un huerto comunitario.

Su trabajo también incluye preparar a las familias ante emergencias migratorias, no desde el alarmismo, sino desde la organización: documentos esenciales, contactos, planes familiares, información clara. Y, cuando las instituciones no llegan, ella las trae: ha coordinado consulados móviles para facilitar pasaportes, poderes y trámites civiles a cientos de ecuatorianos en Westchester.
Pero su aporte va más allá de lo práctico. Diana ha creado una agenda cultural que une comunidades —ecuatoriana, dominicana, india, china, africana— y que sostiene algo que no siempre está presente en la vida migrante: celebración. "La cultura es una forma de resistencia, de identidad y de unión", dice en su testimonio. Su liderazgo, basado en presencia y resultados, ha construido una confianza que pocas figuras públicas logran alcanzar.
Paulina Jerez: educación, autoestima migrante y oportunidades para quienes llegan
Su labor como directora ejecutiva de la Organización Juventud Ecuatoriana USA, se centra en un campo donde suelen comenzar —o terminar— los sueños migrantes: la educación. Tras 16 años de trabajo voluntario, ha identificado una brecha decisiva entre los recién llegados: el desconocimiento del idioma y del sistema educativo estadounidense. Muchos padres ecuatorianos no saben cómo les va a sus hijos en la escuela, no por desinterés, sino por falta de información y barreras lingüísticas. Y ese vacío puede marcar el futuro académico de toda una generación.
Su trabajo consiste en revertir ese desenlace. Lo hace mediante talleres para padres, clases de inglés para adultos, cursos sobre crianza, orientación para revalidar títulos, liderazgo comunitario, finanzas, carreras técnicas o nuevos emprendimientos. Estas iniciativas no solo abren oportunidades económicas; también reconstruyen autoestima. Para Jerez, el empoderamiento empieza por ahí: por crear entornos seguros donde nadie tenga miedo de preguntar, equivocarse o aprender desde cero.

En esta organización también lidera un programa de becas para jóvenes de raíces ecuatorianas que estudian en el área triestatal (Nueva York, Nueva Jersey y Connecticut). Más que un apoyo económico, la beca funciona como un reconocimiento público: confirma que la comunidad está detrás de ellos, que sus estudios importan y que su esfuerzo no pasa desapercibido. Los becarios encuentran en la organización una red que los acompaña, los conecta y, sobre todo, los mira con expectativas de futuro.
“El legado que quiero dejar es intangible pero transformador: el amor por aprender. No únicamente educación formal, sino curiosidad. La educación es la llave que abre todas las puertas”, resume en su testimonio. Y su liderazgo - horizontal, colaborativo, intergeneracional -demuestra que esa llave puede entregarse a cualquier edad.
Tatiana Vivas: acceso lingüístico, orientación legal y red que traduce el sistema para miles de migrantes
En Nueva Jersey, el trabajo de Tatiana Vivas aborda un reto distinto, pero igual de estructural: el acceso a la información. Desde Sava Group, una empresa de comunicación y acceso lingüístico, Tatiana traduce no solo idiomas, sino sistemas enteros. Su labor incluye interpretación, apoyo directo, orientación en asuntos migratorios, trabajo en cortes y acompañamiento en trámites que muchas familias temen enfrentar solas.
Tatiana ha construido un modelo híbrido: por un lado, Sava Group; por otro, Annex, un esquema similar a una franquicia que permite trabajar de la mano de abogados para casos de inmigración. Esto la convierte en un puente entre la comunidad y los servicios legales, ofreciendo acompañamiento profesional y ético a costos accesibles, una alternativa a los multiservicios que tantas veces dejan a la gente expuesta o mal asesorada.

Además, es instructora de emprendimiento en Rising Tide Capital, donde forma a migrantes que buscan abrir o formalizar negocios. Para ella, el liderazgo económico de las mujeres ecuatorianas y latinoamericanas no es solo deseable: es un motor transformador. Su misión, dice, es que nadie enfrente la burocracia de este país en aislamiento.
Tatiana está en proceso de convertirse en representante autorizada para acompañar a personas en audiencias de corte sin ser abogada, y prepara la creación de una organización sin fines de lucro que permitirá expandir su impacto y ofrecer servicios a un costo aún más accesible. Su declaración resume su visión: “Mi trabajo nació de mi propia historia migrante. Quiero que nadie enfrente estos procesos sola”.
Estas historias representan las voces de un mapa más amplio de ecuatorianas que sostienen redes de apoyo, proyectos y soluciones en diferentes ciudades y estados. Ellas trabajan sin reflectores, resolviendo lo urgente, mientras imaginan lo posible. En ese esfuerzo cotidiano -acompañamiento, formación y presencia constante - la diáspora encuentra algo más que servicios: encuentra comunidad. Y aunque estas tres voces ayudan a entenderlo, aún quedan muchas otras mujeres por nombrar, protagonistas silenciosas de un tejido que continúa expandiéndose, sosteniendo y transformando la vida migrante en el área triestatal.
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