Ecuador vibra en el taxi que conduce Caro en Madrid: “Siempre estoy haciendo publicidad de mi país”
En Madrid hay 1.080 taxistas mujeres. Una de ellas es Caro, una ecuatoriana de Caluma, en la provincia de Bolívar. Ella tiene claro que, al frente de su volante, es una embajadora de Ecuador, el país del que no deja de hablar a sus pasajeros contándoles las maravillas de sus cuatro regiones.

Caro, migrante ecuatoriana, maneja un taxi en Madrid. Ella es una de las 1.080 taxistas mujeres que conducen en la capital española.
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Edu León
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MADRID. El calor del verano madrileño todavía pesa sobre los cuerpos, pero dentro del Toyota Corolla que conduce Caro, el aire frío que sale por las escotillas del aire acondicionado resulta un alivio. Está en una de las pausas de diez minutos que se permite cada dos horas. Nada en el taxi permite adivinar que es ecuatoriana, ni siquiera su acento, moldeado por los años que pasó entre Caluma, su pueblo natal en la provincia de Bolívar, y El Eno, una ciudad fronteriza en Sucumbíos donde siguió a su madre, profesora de escuela. Sin embargo, confiesa que siempre encuentra ocasión para hablar de su país con los pasajeros. “Siempre estoy haciendo publicidad de Ecuador, de sus cuatro mundos: costa, sierra, oriente y Galápagos”, dice. “Mucha gente me pregunta: ‘¿Ah, las Galápagos son de Ecuador?’ Y yo les respondo que sí. Entonces les hablo un poco de Charles Darwin y de la teoría de la evolución. También me sorprende la cantidad de gente que no sabe que tenemos Amazonía, ¿sabes?”.
Carolina Salazar llegó a Madrid con 17 años. Su madre hizo todo lo posible para traerla antes de que cumpliera la mayoría de edad. Eran los primeros meses de 2003 y poco después se puso en marcha el proceso de regularización impulsado por el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero. Caro evoca la dureza del invierno cuando tuvieron que hacer los trámites. “Me acuerdo del frío y de las enormes filas; conseguir un turno era complicadísimo. No éramos solo ecuatorianos, había gente de todas partes. Nos tocaba madrugar a las cuatro de la mañana para llegar allí; abrían a las ocho o nueve y atendían a un número limitado de personas por día. Y por más abrigadas que fuéramos, estábamos prácticamente tiritando”.
De esa época también guarda escenas más amables, como las escapadas a la discoteca Bombón, donde se encontraba con otros ecuatorianos para calmar la añoranza. “Ponían música como la de Sharon, la Hechicera, que nos transportaba a nuestra tierra. Antes todo era tan diferente, no había el fácil acceso a la música que hay ahora”. Ya con los papeles en regla, cada viaje a Ecuador se convirtió en la oportunidad de traer CD de vallenatos, el género que más le gustaba porque había crecido escuchando esos ritmos en la frontera con Colombia.
Gracias al taxi, Caro ahora conoce casi todo Madrid. Antes apenas se movía por su barrio, el mercado y el aeropuerto, donde trabajó varios años con jornadas fijas discontinuas. No olvida su primer día como conductora, cuando se perdió dentro de la M-30 con un pasajero. El cliente, lejos de molestarse, fue comprensivo e incluso le ayudó a encontrar la salida. “Me ayudó su tranquilidad, nunca se desesperó por mi pérdida, ¿sabes?”.

El sector del taxi en Madrid, tradicionalmente masculino, empieza a transformarse. Actualmente hay unas 1.080 taxistas mujeres, según la Federación Profesional del Taxi de Madrid. A esa cifra se suman las que, como Caro, alquilan una licencia de vehículos de transporte con conductor (VTC), un sector en pleno crecimiento: España contaba a comienzos de agosto con 22.521 licencias de VTC, 2.002 más que a principios de año. En el mismo periodo, las licencias de taxi aumentaron en 707, hasta alcanzar las 63.105.
Caro se sacó el carné de conducir en Madrid en 2009, aunque al principio solo manejaba esporádicamente el coche de su madre para compras o trayectos cortos. Nunca pensó que ese volante acabaría dándole de comer. Por entonces estalló la crisis económica y, como muchos migrantes, buscó suerte fuera: se instaló en Londres casi un año, donde trabajó y estudió inglés, lo que más tarde le abrió las puertas a un empleo en el aeropuerto de Madrid. Lo mantuvo varios años, hasta que viajó a Ecuador para pasar una temporada. La pandemia la sorprendió allí y terminó quedándose tres años. Cuando volvió a España, en 2023, regresó acompañada de un perro al que llamó Kobi (por el covid) y decidió probar suerte con el taxi.
Desde entonces, su vida gira en torno al volante y obtiene una ganancia de 2.000 euros al mes, quitando lo que le paga al dueño de la licencia (por el alquiler de 12 horas al día) y sus aportes como autónoma. Dentro del taxi ha conocido desde geólogos hasta directores de banco, como aquel que le pidió su currículum para enviarlo a recursos humanos. Gracias a sus pasajeros, incluso consiguió que un primo suyo encontrara empleo en una empresa de internet en Andalucía.
También se llevó sorpresas inesperadas como un padre que le dejó una propina de 45 euros tras llevar a su hijo a una prueba en el Real Madrid. Y, como contrapeso, no han faltado los momentos tensos: insultos de jóvenes ebrios, pasajeros que se negaban a pagar o situaciones tan insólitas como la de una mujer que casi dio a luz en el asiento trasero. “Yo misma llamé al 112 para pedir ayuda y llegar al hospital, y en medio de eso un policía se puso bravísimo conmigo porque pensaba que estaba bloqueando el tráfico. Hasta que entendió lo que pasaba. ‘¿Pero por qué no me dijo antes?’, me reclamó. Y yo le respondí: ‘¡Si no me dejaba hablar!’”.
"(A Ecuador) Lo vendo como un país pequeño en comparación con otros de Latinoamérica, pero esa es justamente su ventaja: en poco tiempo puedes recorrer diferentes regiones, es ideal para el turismo".
Caro, taxista ecuatoriana en Madrid
Por eso, no se permite descuidos y se santigua tres veces cada mañana. “Mi vida está en riesgo y tengo que cuidarla, porque estar en un coche no es un chiste, ¿sabes? No me permito trasnochar ni salir de fiesta para llegar mal dormida al trabajo”. Y siempre vuelve a hablar de Ecuador, su lugar de partida. “Lo vendo como un país pequeño en comparación con otros de Latinoamérica, pero esa es justamente su ventaja: en poco tiempo puedes recorrer diferentes regiones, es ideal para el turismo. Y siempre aclaro que no somos tan pequeños como creen. Ecuador tiene la misma extensión que Reino Unido y tiene aproximadamente la mitad del territorio español”.
Cuando algún pasajero le pregunta si también lo cuenta en inglés, sonríe y responde sin titubeos: “Yes, of course”.
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