Detrás del 'Gordo de Navidad' español hay voces de niños ecuatorianos que cantan la suerte en esta lotería
El tradicional sorteo de la lotería en España tiene historias ecuatorianas. Niños nacidos en Ecuador, o de padres ecuatorianos, se mezclan con menores de diversas nacionalidades, en una de las postales más claras de la interculturalidad en España.

Rosario Martínez (de camiseta roja) es hija de madre ecuatoriana. Tiene 11 años y es parte de los niños de diversas nacionalidades que "cantan" el sorteo de la lotería española, conocida como el Gordo de Navidad A la izquierda, Pilar García, la maestra del internado San Ildefonso, donde estudian los menores.
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Edu León
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MADRID. Cada 22 de diciembre, las voces infantiles que cantan los números premiados del Sorteo de Navidad atraviesan las televisiones y las radios en toda España. Es una tradición con casi dos siglos de repetición y una coreografía milimétrica que se renueva cada año. Esta vez, quienes sostienen el ritual son 28 niños y niñas de la Residencia-Internado San Ildefonso de Madrid que, llegado el día, lucirán como siempre su americana negra, falda o pantalón gris y zapatos negros. Los apellidos de algunos de estos niños tienen raíces en Guinea Ecuatorial, Perú, Bolivia, Ecuador, Filipinas, Venezuela, Honduras, Nicaragua, Colombia o Paraguay, y eso hace que el sorteo, conocido como El Gordo de Navidad, sea una de las postales más claras de la interculturalidad en España.
Los ensayos antes del gran día ocurren en el salón de actos del internado, bajo un gran escudo de Madrid que preside la pared como recordatorio del lugar en el que están. Desde octubre, ese espacio se convierte en un laboratorio de voces, ritmo y paciencia. Repasan con las bolas y las placas que proporciona Loterías, repiten el gesto de introducirlas en el alambre y memorizan qué hacer cuando aparece un premio grande. Este año, entre las parejas que se entrenan están Rosario Martínez y su hermano Matías, hijos de madre ecuatoriana. Para Rosario, de 11 años, será la cuarta vez sobre el escenario del Teatro Real, donde se celebra el sorteo. Para su hermano, de 10, será la primera.
Rosario fuera del escenario es tímida, con una voz bajita cuenta que su madre, Mariuxi, es de Ecuador, aunque no puede precisar de dónde exactamente, y que su padre es español y vive en Valencia. Recuerda haber viajado “muchas veces” al país de su madre y en su memoria permanecen los nombres de algunos lugares como Santo Domingo, La Unión y Quito. Ahora vive en la residencia, que ofrece un apoyo temporal a familias con dificultades socioeconómicas. En su caso, recuerda que un día su madre se sentó con ellos y les dijo “tenemos que daros una noticia…”. Su historia íntima se detiene aquí por petición de la directora del centro, Mar Muñoz.
La niña ha cantado premios importantes, de 500.000, 200.000 y 60.000 euros, y describe la experiencia como “muy emocionante”. “Cuando estás allí es muy emocionante, pues toda la gente te ve y te aplaude. También te da nervios, pero te da ilusión porque te están viendo”. Este año compartirá ese momento con su hermano pequeño, algo que le hace especial ilusión a su madre, que estará entre las cerca de 500 personas que asisten al sorteo en el Teatro Real.

Para cuidar la voz no hace nada especial, solo intenta “no gritar tanto”. Su educadora, Pilar García, explica que los niños también toman leche con miel. Sus miedos no tienen que ver con perder la voz, sino con los detalles del gran día. Le preocupa manchar el uniforme en el desayuno. “Tengo miedo de que se me derrame el polvito del colacao y me da miedo que no se quite”. También le inquieta el peinado que le harán ese día. “Me da pena decir que no me gusta”. Teme, sobre todo, equivocarse y que le hagan un meme, pero aun así sigue participando porque le gusta salir en la televisión. Un día la reconocieron en la calle, cuando estaba con su madre en un Carrefour. “Una señora me preguntó si era la niña que cantaba la lotería y yo dije pues sí”.
De las personas que han recibido un pellizco del Gordo gracias a los números que ella ha cantado no sabe nada, pero sí recuerda que hace un par de años una mujer y su hija, tras ganar el premio mayor, visitaron la residencia. Les dijeron a todos los niños que escogieran un regalo, compraron todo lo que pidieron y organizaron una fiesta en el internado. Rosario quería unos patines y esa Navidad los tuvo.
Además del Sorteo de Navidad, los niños de la residencia participan en los sorteos de la Lotería Nacional que se celebran los “jueves y el sábado”. Todo es una actividad voluntaria, sin recompensa económica directa, aunque por haber pasado por el internado tienen derecho a solicitar una beca de estudios universitarios.
Un internado y una tradición con siglos de existencia
El origen del Colegio San Ildefonso se remonta a 1543, cuando Carlos I concedió una Real Cédula para dotarlo de bienes. Fundado por Juan de Lequeitio y el conquistador Gregorio de Pesquera, nació como un centro de estudios y un internado destinado a huérfanos de funcionarios públicos, con un objetivo claro, corregir desigualdades sociales a través de la educación. Más de cuatro siglos después, la misión persiste, aunque el perfil del alumnado ha cambiado.
Desde 1999 se abrió la puerta a menores que no fueran huérfanos y, en la década de los noventa se produjo una separación clave. El Colegio Público San Ildefonso y la Residencia Internado se dividieron institucionalmente. Desde entonces, solo los menores de la residencia, dependiente del Ayuntamiento de Madrid, participan en los sorteos de la Lotería.
La relación entre San Ildefonso y la lotería es casi tan antigua como la propia institución. Comenzó en 1771, durante el reinado de Carlos III, cuando el director del centro, José de la Torre, propuso que los niños participaran en el sorteo. El 9 de marzo de ese año, un alumno llamado Diego López se convirtió en el primer niño de San Ildefonso en cantar la lotería. El objetivo inicial era práctico, ayudar a la manutención del colegio. Con el tiempo, la participación se consolidó hasta convertirse en una tradición ininterrumpida de más de dos siglos.
Detrás de este ritual, que reparte 4 millones de euros (USD 4'697.000) y con el que oficialmente arranca la Navidad en España, hay una historia de interculturalidad en un internado de Madrid, que aunque no se note en la dicción de los niños, que tienen un castellano perfecto, son sus padres con otros acentos los que han venido a España a buscar suerte.
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