Más sueños que límites: la vida en España de dos migrantes ecuatorianos con discapacidad
Carlos y David, dos migrantes ecuatorianos, son dos ejemplos de superación, pero también de las ayudas estatales que pueden recibir en España las personas con discapacidad intelectual.

David, migrante ecuatoriano en Madrid, fue diagnosticado con discapacidad intelectual. Educado en España, en este país se le han abierto oportunidades con un programa de inclusión laboral. Su sueño de crecimiento está ligado al fútbol.
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Soraya Constante
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MADRID. Eran niños cuando llegaron a España y la única etiqueta que llevaban era la de ser hijos de migrantes. David tenía cuatro años y venía de Guayaquil; Carlos, con diez, partió desde Loja junto a sus padres. Ambos fueron inscritos en escuelas ordinarias, donde pronto comenzaron a sentirse diferentes. No tanto por ser extranjeros, sino porque aprendían a un ritmo distinto al de sus compañeros. Tras evaluaciones médicas y los informes de sus orientadores, se determinó que los dos tenían una discapacidad intelectual del 65%. Desde entonces, iniciaron su camino dentro del sistema de discapacidad en España y hoy forman parte de un colectivo de 4,38 millones de personas que han empujado cambios históricos, como el de febrero de 2024, cuando la Constitución española y el lenguaje oficial sustituyeron el término “minusválido” por “persona con discapacidad”.
La escuela pública es, en muchos casos, la puerta de entrada de los menores extranjeros con discapacidad al sistema español. Sergio Martín Santos, orientador en un centro madrileño, conoce de cerca cómo se produce ese acceso. “La vía educativa es siempre la primera”, afirma. “Todos los niños de entre 3 y 16 años deben ser escolarizados de forma obligatoria y este paso inicial cumple el objetivo fundamental de identificar las necesidades especiales del menor”.
El proceso contempla una evaluación psicopedagógica y una entrevista a la familia que se integran en un informe donde se precisan las necesidades educativas especiales del niño o la niña. A partir de ahí, las entidades públicas asignan recursos y pueden derivar al menor a un centro especializado o proporcionarle apoyos en la escuela para que supere sus dificultades de aprendizaje.
Para las familias inmigrantes, este acompañamiento supone un antes y un después. El orientador recuerda que en muchos países de origen resulta muy difícil acceder a apoyos educativos y médicos de este tipo. Esa carencia provoca escolarizaciones irregulares, a menudo tardías, y en muchos casos largos periodos de espera en casa para pruebas médicas que nunca llegaban. En España, en cambio, encuentran un sistema que, con todas sus limitaciones, les ofrece información, apoyos y la posibilidad de iniciar los trámites médicos y sociales necesarios. “Las familias suelen mostrar un agradecimiento enorme”, señala Martín Santos, convencido de que la escuela pública abre la puerta a un circuito de derechos.

Un proyecto para cumplir sueños y eliminar límites
El niño de Guayaquil, ahora de 29 años, y el niño de Loja, de 34, tuvieron muchos baches durante sus años de escolarización. David sufrió bullying y repitió varios cursos, pero ambos lograron culminar esta etapa y participar en itinerarios formativos que les llevaron a conocerse en el proyecto #MásSueñosMenosLímites de la Fundación AMÁS, que promueve la inclusión laboral de las personas con discapacidad intelectual. A diferencia del modelo tradicional, que parte de la necesidad de la empresa, este proyecto se enfoca en el sueño que quiere alcanzar cada persona.
Un equipo de preparadores laborales, como Sonia Hernández, llama a las puertas de las empresas y presenta a los candidatos a través de herramientas visuales innovadoras como el portfolio y el video currículum. Este último busca mostrar de forma atractiva las competencias y motivaciones de cada persona
“Nosotros le dimos un giro a la búsqueda de empleo y nos adaptamos a la necesidad de la persona, no a la oferta ni a la demanda”.
Sonia Hernández, preparadora laboral del proyecto #MásSueñosMenosLímites, que promueve la inclusión laboral de personas con discapacidad intelectual en España
Los sueños de David están ligados al deporte. Quiere ser monitor o entrenador de fútbol. Los de Carlos pasan por aprender lengua de signos, inglés y llegar a trabajar en el aeropuerto. Lo cuentan una tarde de viernes, después de terminar sus jornadas laborales. Ambos ganan poco más de 1.000 euros, por debajo del salario mínimo interprofesional, y complementan sus ingresos con una renta por discapacidad de unos 500 euros que da el Gobierno de España.
David pasa la tarde jugando al fútbol con un equipo de personas con diversidad funcional en el sur de Madrid. Después de hacerse la foto para el campeonato que arranca en octubre, se sienta en el graderío y habla con calma. Lleva un año trabajando en Decathlon y confiesa sentirse seguro en un ambiente que le acerca a su sueño. “Me siento muy cómodo con mis compañeros. A pesar de que tengo discapacidad, ellos me dicen que me ven como un chico más y eso me hace sentir muy bien”.

Carlos atiende la entrevista mientras descansa tras pasar el trapeador en el comedor de la Fundación AMÁS. Desde hace unos años se ocupa de la limpieza del centro. “Aquí hablo con todo el mundo, no me encierro en nada y siempre estoy tranquilo. No me enfado por nada”, asegura. Aunque aún no ha dado grandes pasos hacia el aeropuerto, disfruta de una pasión nueva por la música. Forma parte de un grupo que consigue algunas tocadas en fiestas privadas. “El director me dijo: ‘Métete ahí a tocar el bajo’. Como no sabía, me fueron enseñando poco a poco hasta que aprendí”.
Las trayectorias familiares de ambos también han tenido fracturas. Al menos uno de sus padres ha regresado a Ecuador. El padre de David, que vivía en Guayaquil, falleció hace unos meses. La madre de Carlos vive en Loja y depende de las remesas que él le envía desde Madrid.
Hoy son muy independientes, aunque solo David ha logrado vivir por su cuenta, compartiendo piso con un compañero que también tiene discapacidad. Ante la pregunta de si se imaginan de vuelta en Ecuador, responden con firmeza. “¿Volver a Ecuador? No, para nada. Aunque mi madre esté allá, yo aquí estoy bien”.
Carlos reconoce que emigrar fue beneficioso. “Aquí empezaron a ayudarnos con recursos y la verdad es que fue bueno venir”, dice.
Como mensaje de cierre, David lanza un deseo que también parece un recordatorio para sí mismo. “Ánimo a toda la gente con discapacidad a que siga adelante y no se quede atrás. Hay que luchar por los sueños. No es fácil, pero hay que pelear por el objetivo que uno quiere”.
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