Títulos universitarios en la maleta: el talento de las migrantes ecuatorianas que se pierde en la limpieza y el cuidado de ancianos en España
Tienen títulos y estudios universitarios, pero no consiguen trabajo fuera de labores de limpieza o cuidando a personas mayores. Aida y Dacana son dos historias de una realidad de muchas migrantes ecuatorianas en España.

Integrantes de la asociación Sedoac (Servicio Doméstico Activo), protestan en Madrid. El organismo lo integran mujeres migrantes de diversas nacionalidades con el fin de lograr igualdad de derechos para las trabajadoras de hogar y cuidados en España.
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MADRID. Entre una casa y otra, apenas le daba tiempo para dos rebanadas de pan bimbo con mantequilla y jamón. Su jornada podía implicar hasta cuatro hogares distintos, cada uno con su cocina que fregar, sus baños que desinfectar, y los encargos caprichosos de los mayores: planchar una montaña de ropa, arrastrar un mueble imposible. Ese oficio, llamado “asistencia de hogar” y gestionado en buena parte por los ayuntamientos, lo probó durante unos meses Aida Quinatoa. El sueldo era pequeño y los traslados largos. Demasiado tiempo perdido entre metro y autobuses. Prefirió volver a trabajar como interna, al menos así podía sentarse a la mesa con un poco más de calma. Esta ecuatoriana, que dejó de contar los años que cumplía después de los 33, hoy estudia un máster en derecho penal y económico en la UNIR, gracias a una beca académica, con la esperanza de abrirse camino en otro tipo de trabajo. No es la primera vez que lo intenta. Terminó a distancia la carrera de Derecho en la UTPL, aunque entonces no consiguió dar el salto.
Mientras las mujeres españolas y de la Unión Europea avanzan hacia empleos mejor remunerados, las mujeres migrantes permanecen "atrapadas" en sectores de bajos ingresos y peores condiciones laborales. Las mujeres recién llegadas inician su actividad en ocupaciones elementales, a menudo en el trabajo doméstico, y la hostelería se considera una "promoción" dentro de la precariedad. El informe ‘Mujeres migrantes en ocupaciones precarias’, de la Unión General de Trabajadoras y Trabajadores, señala que el 78,1% de las latinoamericanas ocupadas se encuentran en el grupo 9 (ocupaciones elementales) y en el grupo 5 (hostelería, restauración y servicios personales). Las primeras ganan 1.358 euros y las segundas, 1.656. Por eso, el paso al grupo 5 se considera una "promoción" laboral, aunque sigue siendo un empleo precario.
“Mucha gente hemos venido preparados, con una carrera ya terminada, con un proceso de educación detrás, y aquí no han sabido valorar eso”, señala Aida. Explica que homologar el título implica “trámites enormes” y que, aun cuando se consigue, aparece otra barrera: “aquí son primero los españoles”. Para ella, la solución exige “mucho trabajo de concientización, políticas públicas efectivas y reciprocidad entre un Estado y otro”.
Igual le ocurre a Dacana Carpio, también ecuatoriana, que desde que llegó a España ha trabajado, sobre todo, en limpieza, pese a haber estudiado Análisis de Sistemas. “Nuestros estudios no valen. Si hiciste tres años de tecnología en Ecuador, aquí no sirve para nada”, lamenta. “Tienes que tener un título completo para poder aspirar a una buena empresa. Y si no, la única salida como dicen aquí es que te llamen por ‘enchufe’, es decir, conocer a alguien que te meta”.
Dacana llegó a trabajar como administrativa en un despacho de arquitectura, gracias a la confianza de una mujer para la que primero limpiaba. Durante tres años tuvo un empleo cualificado, hasta que la crisis de 2008 arrasó con miles de puestos en España y le cerró esa puerta. Desde entonces volvió a la limpieza y asistencia a personas mayores. Actualmente, trabaja para una empresa de limpieza y complementa sus ingresos con trabajos extra en casas particulares, cobrando apenas diez euros por hora, el mismo valor desde su llegada a España hace 25 años.
Gran parte del trabajo doméstico se realiza sin contrato, lo que agudiza la vulnerabilidad y la falta de protección legal. Además, hay una diferencia salarial entre la población extranjera y autóctona que alcanzan los 500 euros mensuales. España es el octavo país con mayores ingresos donde existe una desigualdad salarial más alta entre mujeres migrantes y autóctonas, y el cuarto con una brecha salarial no explicada, en la que la discriminación es un factor, según el informe “Análisis del impacto económico de la discriminación y la desigualdad entre la población autóctona y la extranjera residente en España”, del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones.
Cabe recordar que el grueso de la migración ecuatoriana hacia España fue femenina, desmarcándose la tendencia global que hubo hasta los años ochenta del siglo pasado: mujeres que migraban como acompañantes o dependientes de sus cónyuges. Las dinámicas económicas y sociales transformaron ese patrón y dieron paso a la llamada “feminización de las migraciones”: mujeres que viajan de forma autónoma para trabajar, estudiar o sostener a sus familias como jefas de hogar y generadoras de remesas, tal como lo explica el BID. En el caso ecuatoriano, esa tendencia es evidente. En España actualmente viven 240.140 mujeres ecuatorianas, lo que representa el 53% de la población de connacionales empadronados en el país.

La feminización de la migración ecuatoriana es un hecho; lo que falta es que se feminice también el reconocimiento, las políticas públicas y la igualdad de oportunidades. Las historias de Aida y Dacana revelan una paradoja que atraviesa a miles de mujeres migrantes en España: llegan con títulos, experiencias y trayectorias que en su país las acreditan como profesionales, pero aquí quedan relegadas a los márgenes de la economía, entre fregonas, horas extras y trámites que no acaban nunca.
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