La historia de Ainhoa, la reina de Guayaquil en Madrid que creció en una ruta incesante de migración familiar
La comunidad ecuatoriana en la capital española eligió a la reina de Guayaquil. Ainhoa Gutiérrez fue la ganadora. Guayaquil, Madrid, Londres, Mallorca; ella es parte de la historia de una familia que cuenta una vida de más de 25 años de migración.

Ainhoa Gutiérrez Rodríguez, de 22 años, fue electa como Reina de Guayaquil en Madrid. Aquí junto a su familia, que ha sido parte de una migración constante.
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Soraya Constante
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MADRID. La elección de la Reina de Guayaquil en Madrid arranca con una pregunta que suena más a ritual que a protocolo: ¿De qué barrios de Guayaquil están aquí? Quien sostiene el micrófono es Rafael Raza, un promotor inmobiliario que lleva 21 años en España y que, a diferencia de muchos de sus paisanos, ha echado raíces en Madrid. Desde el escenario del centro cívico de Pueblo Nuevo, Raza anima a su gente como lo ha hecho durante trece años consecutivos, mientras el público responde con una geografía emocional: La Alborada, Guayacanes, el suburbio, Durán…
Durante casi tres horas, el salón se convierte en una pequeña réplica del malecón de Guayaquil, una ciudad que está de fiesta por la conmemoración de sus 205 años de independencia: las candidatas desfilan en traje típico, casual, de baño y de gala, siguiendo el guion de los grandes certámenes de belleza. Al final, entre aplausos y teléfonos grabando, Ainhoa Gutiérrez Rodríguez, de 22 años, se alza con la corona.
La ganadora del concurso cuenta que decidió participar movida por la curiosidad. Veía los anuncios del concurso en redes sociales y pensó que sería interesante probar suerte. Ahora, con la banda y la corona puestas, lo entiende como una forma de tender un puente entre sus dos mundos: “Poder llevar nuestra cultura a mucha gente”, dice con una sonrisa que mezcla orgullo y gratitud.
La joven nació en Madrid, al igual que su hermana, pero su historia familiar está profundamente marcada por la migración. Sus padres, originarios de Mapasingue y del sur de Guayaquil, se conocieron en España hace más de 25 años. Desde entonces, la búsqueda de estabilidad ha guiado cada uno de sus movimientos. Ainhoa recuerda que se mudaron muchas veces, siempre “por trabajo, buscando nuevas oportunidades y lo mejor para nosotras”.
España, Inglaterra, Ecuador, y otra vez España
La primera gran migración ocurrió tras la crisis de 2008, cuando la familia se trasladó a Londres, en busca de mejores condiciones. Vivieron allí casi tres años, una etapa que Ainhoa recuerda con afecto por la escuela, los parques y la sensación de descubrir algo nuevo cada día. Sin embargo, su madre deseaba volver a España. Las dificultades para aprender el idioma y el cuidado de su hermana pequeña hacían la vida complicada.
El regreso no fue a España, sino a Guayaquil, donde estuvieron casi un año, pero la falta de oportunidades los empujó de nuevo al viaje. Esta vez, el destino fue Mallorca, una isla española de playas turísticas, trabajos temporales y comunidades migrantes que sobreviven entre temporadas. Allí Ainhoa cursó parte del colegio y, por primera vez, sintió el peso del cansancio. Había cambiado de centro educativo nueve veces. “Llegué a Mallorca y les dije que no me quería cambiar más porque ya me había cansado”, recuerda. Cada mudanza significaba volver a empezar, adaptarse a un nuevo método, un nuevo idioma, nuevos compañeros. “No llegaba a crear un vínculo como tal de amistad y me costaba mucho más estudiar”.
Aun así, de los años de movimiento también nacieron aprendizajes. De Londres conserva la huella del inglés aprendido “a la fuerza”, y la admiración por un sistema educativo que considera más dinámico que el español. “El método de enseñanza allí es súper bueno, la educación es muy buena y es muy distinta a España. Yo sentía que aprendía más”.

Al terminar el bachillerato en Mallorca, Ainhoa decidió regresar a su natal Madrid para estudiar Turismo. Dice que le gustaba la ciudad y quería formarse allí. Su elección académica parece una síntesis natural de su biografía: una vida de desplazamientos, idiomas y curiosidad por otras culturas. Hoy habla inglés y catalán habilidades que, asegura, le han abierto muchas puertas laborales.
De esas idas y vueltas, Ainhoa rescata sobre todo su capacidad de adaptación. “Siento que me puedo desenvolver en cualquier sitio”, dice. También siente que esa movilidad constante la hizo más independiente, más consciente de lo que quiere y de cómo alcanzar sus metas.
Incluso durante la universidad, la movilidad siguió siendo parte de su rutina. Durante un tiempo vivió en Chiloeches, un pueblo cercano a Guadalajara, porque los alquileres en Madrid eran inalcanzables. Cada día se levantaba a las cinco de la mañana para que su padre la llevara a la estación de tren. Luego él regresaba al pueblo para dejar a su hermana en el colegio antes de ir al trabajo. En invierno, cuando el tren se retrasaba, Ainhoa pasaba horas esperando el siguiente autobús “con frío, con lluvia y todo”.
Al año siguiente, la familia se mudó finalmente al barrio madrileño de Carabanchel. Desde allí pudo desplazarse con más facilidad a la universidad y conseguir su primer trabajo.
Ahora Ainhoa tendrá que combinar sus estudios con las actividades que el título de Reina de Guayaquil, de momento sabe que tendrá que repartir dulces y regalos en Navidad. Su historia, más que un cuento de coronas, es la de una joven que creció haciendo maletas, aprendió idiomas en el camino y convirtió la migración familiar en su mejor escuela para entender el mundo.
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