Los talleres de restauración del centro de Quito, donde los católicos 'curan' a las figuras quebradas del Niño Jesús
Entre noviembre y diciembre, los talleres ubicados en la calle Bolívar, en el Centro Histórico de Quito, restauran cientos de imágenes para los pesebres. En diciembre cada taller puede recibir más de 200 figuras.

Edwin Muñoz, restaurador de imágenes en el Centro Histórico de Quito, 11 de diciembre de 2025.
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Gonzalo Calvache / Primicias
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En diciembre, la calle Bolívar, en el Centro Histórico de Quito, se transforma en un 'hospital' de puertas abiertas para la fe. En esta época, los quiteños acuden masivamente a los talleres de restauración para curar las imperfecciones de las imágenes de sus pesebres, especialmente las figura del Niño Jesús.
Edwin Muñoz y Mercedes Pérez salvan del olvido a cientos de Niños Jesús quebrados, con una mezcla de pintura, químicos y aceites, que sirve tanto para figuras de yeso, como para disimular cicatrices en rostros reales.
Pero es diciembre y en este mes los transeúntes van por esta zona con bultos envueltos en mantas. Dentro están las preciadas representaciones del Niño Jesús, muchas conservadas como reliquias familiares que necesitan reparación.
El taller de Edwin Muñoz (63 años) está lleno de esculturas. El ambiente satura los sentidos: el aire pesa por el olor a solventes y tintes, mientras frascos de químicos, vidrios arrumados y herramientas manchadas de pintura rodean el espacio.
En el centro de este espacio destaca una gran mesa donde reposan, al menos, unas 40 figuras del Niño Jesús. Unos ya fueron reparados y están resplandecientes; otros, aún están en proceso y tienen sus extremidades fracturadas o la piel despintada.
Muñoz confirma lo ajetreado de su trabajo en esta temporada, "este mes me han llegado entre 200 y 300 niños para restaurar".
A pocos metros, en el taller Mercedes Pérez, la situación es similar. Ahí "se trabaja a full", de domingo a domingo, para atender la demanda. Como en un hospital regular, Pérez tienen su propio equipo de 'residentes': sus hijos.
La menor, Karla, asume el rol de oftalmóloga y cirujana plástica, perfilando cejas y ojos con precisión; mientras que Jhonatan, el mayor, se ocupa de los 'traumas' uniendo las piezas rotas y pintando las fracturas.
Milagros de yeso y madera
En estos talleres también hay espacios para fenómenos que solo la fe podría explicar. Edwin baja la voz, para dar solemnidad a su historia: Un vez -dice- un cliente se negó a "pasar la misa" a una imagen, que poco después sufrió un caída inexplicable.
Como ocurre en estos casos, la pieza religiosa llegó a su taller y al examinarla, Muñoz asegura que tocó lágrimas de sangre fresca en el rostro de yeso. Para completar lo místico de la historia, poco después su propietario sufrió una fractura en el mismo brazo que el santo rechazado.

Mercedes Pérez, en cambio, recuerda el caso más crítico que enfrentó. Una familia llevó a su taller un Niño Jesús antiguo que se había quemado: "no tenía piernas ni brazos", recuerda. El valor sentimental que tenía la imagen para sus propietarios hizo que la artesana reconstruyera todo el cuerpo.
Si los talleres son como hospitales para estas figuras religiosas, ese trabajo fue el equivalente de una cirugía de alta complejidad.
De la farándula a Carondelet
Un aspecto menos conocido sobre estos talleres de santos, es que las mezclas que se usan en la restauración de imágenes, también son apetecidas para pequeños retoques estéticos. La mezcla que se usa en figuras de yeso, es muy útil para disimular cicatrices, por ejemplo.
Por sus manos han pasado personajes de la farándula local, como el cantante Jaime Enrique Aymara, quien acudió a estos tallers para disimular un arañazo. "Es mejor que las pomadas comerciales", afirma Mercedes Pérez, quien cobra entre USD 3 y 5 por el preparado o la aplicación.

Sin embargo, la visita que nunca olvidará Edwin Muñoz es la que hizo al Palacio de Carondelet. Unos guardaespaldas lo escoltaron para atender a un paciente VIP: el expresidente Rafael Correa, quien tenía un rasguño en el rostro provocado por una fanática.
"¿Tú eres el shamán?", le preguntó Correa al verlo llegar con sus frascos. Él respondió entre risas que solo era un restaurador. En todo caso, el retoque fue un éxito y la herida desapareció, aunque "me ofrecieron una cantidad y me pagaron menos", confiesa el artesano con humor.
Edwin agrega que incluso cirujanos han enviado a pacientes a su taller para disimular cicatrices de operaciones.
¿Hay relevo generacional?
A pesar de que las salas de espera están llenas, el futuro de estos espacios es incierto. El relevo generacional está en crisis. Los jóvenes "no tienen la paciencia para el bisturí y el pincel", dice Pérez. Incluso sus hijos ven el oficio como algo temporal y que no planean heredar de forma permanente.
Mientras tanto, en la calle Bolívar, Edwin y Mercedes siguen de 'guardia', curando a las figuras que reflejan la fe de los quiteños pincelada a pincelada,.
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