Rómulo Bermeo, "el doctorcito" que lleva 20 años atendiendo adicciones en las calles de Guayaquil, aunque no sea Navidad
Su trabajo se basa en la prevención, la reducción de daños y el acompañamiento directo a personas que viven en contextos de exclusión.

Rómulo Bermeo conversa con personas que consumen drogas durante uno de sus recorridos diarios, en el Batallón del Suburbio, sur de Guayaquil, el 24 de diciembre de 2025.
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No espera a que los pacientes lleguen. Los busca. Desde hace más de 20 años, el doctor Rómulo Bermeo, médico especialista en adicciones, recorre sectores vulnerables de Guayaquil para atender a personas que consumen drogas y viven —muchas de ellas— en la calle.
No lo hace como parte de un programa institucional ni de una campaña temporal: es una labor voluntaria y sostenida en el tiempo.
Batallón del Suburbio, Guasmos, Monte Sinaí, Isla Trinitaria o El Arbolito forman parte de su ruta habitual en el sur y noroeste de la ciudad. Allí conversa, escucha, entrega alimentos, orienta y repite una idea que considera clave: las personas que consumen drogas no son delincuentes, son pacientes.
“Ser médico no es solo una profesión, también es un apostolado”, dice Bermeo. Por eso su trabajo se instala en el territorio, donde —según su experiencia— la prevención y la atención temprana tienen más impacto que cualquier intervención tardía, a las que describe como "la vacuna contra la drogadicción”.
Estar en la calle, todos los días
En la calle, su labor combina atención médica básica, orientación y acompañamiento emocional. Entrega alimentos, explica cómo reducir el daño del consumo y les insiste en que buscar ayuda es posible. “El hecho de que te escuchen ya es un logro”, afirma.
Bermeo sostiene que gran parte del trabajo consiste en estar presente y volver. No desaparecer después de una visita. Esa constancia —dice— es la que permite que algunos acepten acudir al sistema de salud.
“Cuando sienten que alguien regresa, que no los juzga y que los trata con respeto, baja la agresividad”.
Doctor Rómulo Bermeo
Según su experiencia, ha logrado acompañar la recuperación de más de 200 personas. No habla de cifras como meta, sino como consecuencia. “La mayor condecoración es ver a un chico que estaba en las drogas y ha salido”, asegura.
No obstante, su trabajo en calle también ha implicado riesgos. Entre 2016 y 2017 recibió amenazas directas por interferir en dinámicas de consumo en ciertos sectores. Pese a ello, nunca dejó de salir.
“No me paga nadie, pero la gratificación de ver a un chico que sale de las drogas no se compara con nada”.
Doctor Rómulo Bermeo
Las causas, más allá del consumo
Desde su práctica médica, Bermeo identifica factores estructurales detrás del consumo problemático. Menciona estudios realizados con adolescentes que evidencian altos niveles de disfuncionalidad familiar y problemas perinatales asociados a una mala oxigenación al nacer.
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“El 78% venía de hogares con algún grado de disfuncionalidad familiar”, explica. A ello se suman la presión grupal y la falta de entornos de contención.
Para el médico, el problema no es solo la droga, sino las condiciones que empujan al consumo, por lo que insiste en que la respuesta no puede limitarse a internamientos o clínicas.
Atención ambulatoria y reducción del daño
En el Centro de Salud Santiago de Guayaquil, donde trabaja como médico del Ministerio de Salud Pública, Bermeo ofrece exámenes, medicación y seguimiento ambulatorio. Sostiene que la mayoría de pacientes no acude por voluntad propia, sino por miedo al síndrome de abstinencia.
“No pueden dormir, tienen dolores articulares y musculares, ansiedad, angustia y sensaciones anestésicas. Son signos y síntomas reales, aunque no siempre tienen una causa física aparente. Esa situación les genera malestar y miedo, y cuando pasa, muchos vuelven a consumir”.
Doctor Rómulo Bermeo
Según el doctor, en la zona 8 —Guayaquil, Durán y Samborondón— hay entre 110.000 y 130.000 personas tienen algún nivel de consumo. “El 98% no debería estar en clínicas”, afirma, y plantea que el sistema de salud debe salir al territorio, porque “esperar que vengan es muy difícil”.
También subraya la necesidad de cambiar la mirada social: el consumo de drogas es una enfermedad. Su mensaje es claro: no mirar a otro lado, escuchar y tratar con dignidad a quienes viven esta realidad.
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