Saca El Diablo en Madrid: el festival ecuatoriano de música se llenó de ritmo y también de desorganización
La primera aventura del festival ecuatoriano en el extranjero tuvo altibajos. Verde 70 se llevó el cariño del público.

El Festival ecuatoriano Saca el Diablo salió por primera vez del país. El evento se realizó en el Autocine de Madrid, un recinto al aire libre al norte de la capital española.
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Isa Salcedo
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MADRID. El festival Saca El Diablo en Madrid arrancó con un demonio que parece que los ecuatorianos no pueden exorcizar, la impuntualidad. Tres horas después de lo anunciado, Alexandra Cababilla subió al escenario con música tradicional ecuatoriana. Un puñado de banderas tricolor ondeó tímidamente mientras apenas unos cuantos se animaron a zapatear.
Michelle Valarezo, de 31 años, se contaba entre las primeras entusiastas que se sacudieron con el popurrí de canciones como Desdichas o Sí tú me olvidas. “Cuando estás lejos de casa es como que comienzas a cogerle más cariño a la música, extrañas todo”, dijo la quiteña que lleva tres años en España y que se trajo desde Ecuador su bandera ecuatoriana.
La mayoría del público se mantenía lejos del escenario, desperdigado en las zonas de relax del Autocine de Madrid, un recinto al aire libre en el norte de la ciudad que juega con la nostalgia y lo contemporáneo. Su colección de vehículos de época refuerza el ambiente retro que lo distingue.
La segunda artista del cartel, Madrigal, pasó casi desapercibida. Su breve presentación tampoco logró mover a la multitud. Mauro Samaniego y Alkaloides reunieron algo más de público, pero todavía no se sentía el pulso del festival. Solo cuando Machaka irrumpió en escena y su cantante saludó a la gente el ambiente se encendió. La pista se llenó y, varias horas después de abierto el evento, parecía que el festival comenzaba de verdad.
Para entonces, la organización ya había dejado varias grietas. No había rastro de los prometidos puestos de comida ecuatoriana, apenas un stand de merchandising y un mostrador del consulado. Quienes llegaron puntuales a las 13:00 horas tuvieron que aguantar las pruebas de sonido. Incluso Andrea Echeverri, de Aterciopelados, la banda cabeza del cartel, se sorprendió al ensayar con el público presente.
Verde 70 apareció en escena cuando el sol por fin cedió y las luces se hicieron dueñas del recinto. Fue la banda que ocupó más espacio en el escenario y la que interactuó más con el público. Robert González, de 36 años, escuchó el concierto con una máscara de Diablo Huma y se declaró fan de esta agrupación. Los había escuchado en Valencia unos días antes y se vino a Madrid con su novia para asistir al festival y oírlos nuevamente. Este lojano, que lleva 23 años en España, considera que a los grupos ecuatorianos les hace falta publicidad. “Les hace falta abrirse al mundo”, mencionó.

Entre canciones, la banda quiteña se atrevió a ir más allá del espectáculo y lanzar un mensaje político. “Verde 70 está en contra de los discursos de odio, del racismo, del prejuicio contra el tono de piel y del clasismo. Estamos conscientes de que se está dando un genocidio, estamos con Palestina (…) Un abrazo fraterno a los amigos y hermanos de España, estamos en contra de la homofobia y de la xenofobia”, dijo el cantante, arrancando aplausos.
Aterciopelados cerró las actuaciones en el escenario principal bordeando el tiempo límite permitido que era las 23 horas. Fue una presentación que escasamente superó los 20 minutos, cuando la promesa era que tocarían una hora. La cantante colombiana anunció al público que para escuchar al grupo faltante, Papaya Dada, tendrían que trasladarse a un escenario alternativo y explicó que no se podía seguir allí para no molestar a los vecinos. Enseguida tomó el micrófono el cantante del grupo ecuatoriano para decir a la audiencia desconcertada que tocarían como sea porque no se había cruzado el Atlántico en vano.

A partir de este momento, los organizadores se dedicaron a desmontar el escenario principal y dejaron a los últimos artistas a merced de los guardias de seguridad del recinto, que trataron de contener a la multitud. Hubo algún empujón y alguna palabra altisonante que no fue a más por la buena disposición de los ecuatorianos, que hicieron gala de su paciencia y corearon la frase de la resiliencia ecuatoriana, el ya clásico “sí se puede”.

Los Papaya Dada tocaron sobre la medianoche y extendieron su show hasta la 01:30, cuando ya tenían que desocupar el recinto, no sin antes posar para un sinnúmero de fotos que les pidieron sus seguidores.

Así terminó la primera aventura del festival ecuatoriano Saca El Diablo en el extranjero, que tampoco pudo deshacerse del demonio de la falta de compromiso. El cartel tuvo ausencias notables como la banda peruana Dengue Dengue Dengue y los Brazilian Girls de Argentina. No hubo ninguna explicación de parte de los organizadores a pesar de los pedidos de Primicias.
El festival, nacido en 2014, volvió este año después de la pandemia y con Madrid como primera parada internacional. La cita ahora tiene previsto continuar en noviembre en la ciudad de Cuenca, allí se sabrá si el festival logra afinar su propio ritmo o si seguirá bailando con el diablo de la desorganización.
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