Frutas ecuatorianas conquistan Estados Unidos: mangos, pitahayas y banano conectan con migrantes
Ecuador exporta miles de toneladas de fruta tropical a Estados Unidos, pero enfrenta aranceles, desafíos logísticos y una competencia creciente.

En la empacadora de Refin S.A., trabajadoras preparan mangos ecuatorianos con destino a Estados Unidos. Refin exporta frutas tropicales a mercados clave como Nueva York, Miami y California.
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NUEVA YORK. Desde los muelles de Guayaquil hasta las fruterías de Queens o los pasillos refrigerados de Los Ángeles, las frutas tropicales ecuatorianas emprenden un largo viaje de transformación, duros trámites y conservación de un sabor al otro lado del mundo. Esa ruta alimentaria está también cargada de emociones y preferencias.
“Nos toma entre diez y doce días llegar a Estados Unidos y mantener el mango firme es un reto”, explica Bernardo Malo, gerente de Refin S.A una de las exportadoras de frutas tropicales más antiguas y consolidadas del país. Los costos se incrementaron desde 2020: además del fin de preferencias arancelarias, un gravamen del 10 % vigente desde la era Trump sigue aplicándose a países sin acuerdos comerciales con Estados Unidos. “Es un sobrecoste que pesa”, lamenta Malo.
A diferencia de Perú y Colombia, Ecuador carece de un tratado con Estados Unidos. Aunque se han desarrollado varias mesas técnicas y acercamientos diplomáticos en 2025, aún no hay señales de progreso real. En 2023, según datos de Trade Map (ITC), Ecuador exportó 180 millones de dólares en banano, frente a solo 50 millones combinados de mango y pitahaya.
En el caso del banano —el producto insignia de la canasta exportadora ecuatoriana— el país no lidera en volumen hacia Estados Unidos, pero conserva una presencia de prestigio. “El banano de Ecuador es muy apetecido en el noreste de Estados Unidos, especialmente en Nueva York y New Jersey, donde se posicionó hace más de tres décadas como un producto de alta calidad. También en la costa oeste, como California, se lo prefiere por su sabor y porque se puede despachar sin pasar por el canal de Panamá”, afirma Manuel Echeverría, CEO de Trade Business Partners. Para él, la comunidad migrante ecuatoriana juega un rol clave: “Actúan como embajadores de nuestros productos y muchos se han involucrado en importación y distribución dentro de un mercado de más de 350 millones de consumidores”.
En este escenario, la certificación GlobalG.A.P. se ha convertido en una herramienta clave. Aunque no hay una cifra oficial desagregada por provincia, este sello internacional —que exige trazabilidad, higiene y sostenibilidad— ha sido adoptado por un número creciente de fincas ecuatorianas, según informes del propio organismo. Para Malo, eso es un hito poco contado: “No sale fruta ecuatoriana para exportación sin al menos una certificación GlobalG.A.P. En eso somos líderes en la región, y con razón”.
Pero los estándares no lo son todo. La cadena de distribución también define el alcance de la fruta ecuatoriana en Estados Unidos “Una vez que llega a los puertos, la fruta se mueve en tres direcciones: mercados mayoristas, supermercados y food service —es decir, restaurantes, cruceros, catering—. Desde ahí, pequeños comercios latinos abastecen sus bodegas o fruterías por cajas o por palets”, explica Malo. Esa red —silenciosa pero eficiente— es la que termina llevando un mango hasta una cocina del Bronx o una pitahaya a un puesto de batidos en Miami.
En Nueva Jersey, Patricia, emigrante manabita, maneja una bodega de frutas tropicales desde hace 10 años. “Aquí la fruta tiene otra vida, pero sigue teniendo alma ecuatoriana”, dice mientras describe sus envíos semanales de banano, pitahaya y más, directamente desde Ecuador.
Andrea Cárdenas fue más allá: comenzó importando pitahaya y hoy abastece supermercados, tiendas gourmet y ventas online. “Cada caja cuenta”, asegura. Su sacrificio personal se refleja en el control directo de la cadena de frío, trámites fitosanitarios y enfrentamiento a la competencia local de productores en Florida y Virginia.

“No trabajamos por volumen, sino por frescura, sabor y transparencia”, dice Andrea. Pero advierte que sin un tratado, los pequeños importadores pagan los mismos aranceles que las grandes empresas, y eso reduce su margen de maniobra.
Aun así, los frutos ecuatorianos se abren camino: bodegas latinas en Nueva York, Texas, Florida o California compran directamente a estos emprendedores. Un cartel casero que diga “dulce, como en Ecuador” llega más hondo que cualquier campaña publicitaria.
Malo considera que la comunidad migrante es parte esencial de este engranaje. “Latinos, ecuatorianos y también asiáticos son los grandes consumidores de estas frutas. El reto está en conquistar al consumidor estadounidense promedio, pero eso toma tiempo” destaca.
Estas frutas son más que productos: representan cadenas de valor complejas, mercados en disputa y oportunidades de desarrollo aún por consolidarse. Mientras Estados Unidos evalúa nuevas condiciones comerciales y Ecuador busca posicionarse como proveedor estratégico, el futuro del sector dependerá tanto de acuerdos binacionales como de la capacidad de los productores para mantenerse competitivos en un mercado cada vez más exigente.
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