Así se desarrolló la masacre obrera del 15 de noviembre de 1922 en Guayaquil
Tres relatos o versiones de los hechos se contraponen en el que es considerado como el bautizo de sangre del movimiento obrero ecuatoriano, a más de 100 años de la matanza que se extendió por diversos puntos del centro de la ciudad. Esto pasa en Guayaquil.
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A más de 100 años de los hechos que ensangrentaron las calles del centro de Guayaquil, la historia de la masacre del 15 de noviembre de 1922 sigue marcada por versiones contrapuestas.
Disparos, persecuciones, enfrentamientos armados, cuerpos caídos en las calles y cadáveres arrojados al río Guayas marcaron lo que se considera "el bautizo de sangre" de la clase trabajadora ecuatoriana.
La jornada se extendió por diversos puntos del centro de la ciudad, tras la huelga general de noviembre de 1922. El reclamo se centró en retrasos de los sueldos, aumentos salariales, mejoras laborales -la reducción a ocho horas de la jornada laboral-, en medio de alza de precios de bienes de consumo y una crisis económica motivada por la caída internacional del precio del cacao y por plagas en el sector.
Los escenarios de la violencia
La violencia del 15 de noviembre se concentró en un amplio polígono del centro histórico, según el historiador Willington Paredes.
"Los muertos no son solo obreros, son migrantes y curiosos, pues se atacaron a disparos de lado a lado. Hay policías y militares muertos también. ¿Por qué? Porque en la calle Pichincha, entre 9 de Octubre y Luque, estaban las armerías, los almacenes donde vendían armas, y la gente los asaltó”, dice.
- El polígono formado por las calles Cuenca, Rumichaca, Padre Aguirre y Malecón se convirtió en el escenario de enfrentamientos que dejaron un saldo de víctimas que, según la versión consultada, oscila entre solo una decena a más de 300 muertos, de acuerdo a los datos más aceptados.
- La avenida 9 de Octubre fue el principal punto de concentración de la marcha. Más de 5.000 manifestantes avanzaron hasta la Plaza de la Administración y la Gobernación para exigir la liberación de los detenidos el día previo. Cuando estallaron los enfrentamientos, muchos huyeron nuevamente hacia esa avenida buscando refugio.
- Un piquete de policías detuvo a socios del gremio de transporte de frutas reunidos en la avenida Olmedo y Cacique Álvarez a las 14:00, según reportes de prensa de la época. Estas detenciones, cerca de donde está ahora la sede de la caja del Seguro Social, ocasionaron los primeros altercados y heridos. La noticia se propagó rápidamente, enardeciendo a los huelguistas concentrados en distintos puntos del centro.
- Los manifestantes llegaron al antiguo cuartel policial de Cuenca y Chile -hoy sede de la CTE- para liberar a sus compañeros, pero la policía abrió fuego contra una masa de artesanos, ferroviarios, panaderos y obreros. La violencia se extendió desde el centro-sur hacia el corazón de la ciudad. Según relatos de la época, algunos cuerpos fueron arrojados al río Guayas, cerca del callejón Mejía y Malecón, en el que ahora es el sector comercial de la Bahía.

Versiones a menudo “sesgadas” de los hechos
El historiador Willington Paredes identifica tres relatos de los acontecimientos, aunque a menudo plagados de lado y lado por sesgos ideológicos, dice.
Entre esas versiones menciona a la crónica literaria popularizada por la novela "Las cruces sobre el agua" de Joaquín Gallegos Lara -escrita 24 años después de los hechos-, los reportes periodísticos de los tres principales periódicos de la ciudad y una interpretación basada en datos historiográficos que busca entender el complejo contexto económico, político y social de la época.
"La crónica literaria es la más vendida, conocida y difundida. Gallegos Lara era miembro del comité central del partido comunista y ya de entrada tienes un sesgo", explica Paredes. “La imagen que más ha impactado y perdurado es aquella de que arrojaron a los muertos en el río Guayas y les abrieron el estómago retirándoles las entrañas para que no flotaran”.
El relato de licencias literarias ha invadido incluso los textos escolares con una interpretación “sentimentaloide” de los hechos, “basada más en el ritual de arrojar cruces al río Guayas” por las víctimas, que en las pruebas y evidencias de lo ocurrido, según el historiador.
Natalia Tamayo, historiadora y académica de la Universidad de las Artes, recoge en un artículo académico también tres lecturas o puntos de vista distintos sobre los hechos. La primera, la del gobierno del presidente José Luis Tamayo, la presenta como un motín urbano protagonizado por turbas violentas que amenazaban el orden, lo que justificó la represión estatal de policías y militares.
La segunda, defendida por la Federación de Trabajadores, la interpreta como el desenlace de una movilización popular de más de dos meses en defensa de derechos laborales y mejores salarios.
Una tercera mirada distingue dentro de la huelga dos corrientes: una obrera y sindical, centrada en la reivindicación laboral, y otra monetaria, alineada con los intereses de los importadores que buscaban la aprobación de una ley para frenar la especulación financiera y el alza de precios, anota Tamayo.
Esa ley -la de Incautación de Giros, que benefició sobre todo a los importadores- se aprobó un día después de la masacre. Uno de los aspectos más intrigantes para la académica es cómo las demandas inicialmente obreras fueron desplazadas por los intereses de otros sectores.
"¿Qué hacía una reivindicación estrictamente de los empresarios industriales y de los importadores, como era la Incautación de Divisas, en la plataforma de la huelga? ¿Qué hacía allí?"
Willington Paredes, historiador.

¿Hegemonía anarquista en la protesta?
Paredes señala que la presencia de dirigentes anarquistas en la protesta añade complejidad al escenario. "Los socialistas y los comunistas tenían menos influencia. Quienes controlaban todos los sindicatos de la época eran los anarquistas", señala Paredes, citando un libro de Alejo Capelo, poeta, dramaturgo y militante anarquista de la época.
Otra de las controversias es la cifra de víctimas, que (según quien lo cuente) pudo ascender hasta 2.000 personas asesinadas -apunta Tamayo-, de acuerdo la versión de sobrevivientes como Floresmilo Romero Paredes. “El Telégrafo del 17 de noviembre de 1922 indica que fueron nueve los muertos y 76 los heridos; algunos historiadores hablan de 300 y hasta 500”.
El escritor Alfredo Pareja Diezcanseco, quien tenía 14 años en 1922 y vivía cerca del lugar de los hechos, calculó en una entrevista, años después, que debieron morir entre 250 y 350 personas. Ketty Romo-Leroux, abogada de izquierda y pionera del feminismo en Ecuador, quien revisó las actas de defunción, estableció que hubo más de 300 víctimas, recuerda por su parte Paredes.
“Nadie discute lo cruenta de la masacre y la desproporción en la fuerza de fuego estatal frente a la de los manifestantes. Pero se ha llegado a decir que fueron hasta 2.000 o 10.000 víctimas, cuando las evidencias nos dicen que no superaron las 400”.
Willington Paredes, historiador.
Una de las lecciones que el historiador considera debemos extraer es que detrás de los movimientos sociales de protesta existen dinámicas múltiples, que pueden incluso llegar a ser contradictorias, pues suelen responder a intereses dispares. “Todo hecho histórico es complejo, es multicausal”.
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