Jueves, 25 de abril de 2024

Amanda Pazmiño entrega un poemario sobre distancias y respuestas

Autor:

Eduardo Varas

Actualizada:

6 Dic 2020 - 0:05

Con “Les hablaré de ti a todos los mares que fragüen un hogar en mis ojos”, Amanda Pazmiño Torres ganó la edición 12 del Concurso Nacional de Poesía Ileana Espinel Cedeño.

Con su poemario -dueño de un título peculiar- Amanda Pazmiño Torres traza una línea de viaje que llega a un puerto en el que todo tiene sentido.

Autor: Eduardo Varas

Actualizada:

6 Dic 2020 - 0:05

Con su poemario -dueño de un título peculiar- Amanda Pazmiño Torres traza una línea de viaje que llega a un puerto en el que todo tiene sentido. - Foto: PRIMICIAS

Con “Les hablaré de ti a todos los mares que fragüen un hogar en mis ojos”, Amanda Pazmiño Torres ganó la edición 12 del Concurso Nacional de Poesía Ileana Espinel Cedeño.

Es posible que el amor, como concepto, no tenga por qué ser lugar común en la poesía. Incluso cuando se lo nombra, invoca y se lo refiere como respuesta a una problemática se puede conseguir el efecto contrario. 

Amanda Pazmiño Torres lo logra en Les hablaré de ti a todos los mares que fragüen un hogar en mis ojos (El Quirófano Ediciones, 2020). Un poemario con un título memorable. Porque lo dice todo ahí, lo ha extendido hasta el nivel de lo imposible y ha reflejado todos los elementos y claves que aparecen en la publicación. 

Porque en su poemario hay una otredad. Hay un desplazamiento y una búsqueda de un sitio propio. Hay sentencias también, un recorrido vital, un recorrido en espacio y tiempo. Una reiteración de imágenes. Todo para construir una especie de diario de viaje -al menos esa es la sensación que deja la lectura- en el que la voz que empezó el camino, al cierre, consigue una comprensión ulterior.

De ese tipo de comprensión en el que la realidad es insuficiente y se la puede intervenir.

Hasta en lo menos perceptible. Los poemas están divididos a manera de cantos, con números romanos marcando la progresión. 44 partes. Empieza por I y en la vuelta final, cuando se llega al 40, los números romanos no son los precisos: XXXX, XXXXI, XXXXII, XXXXIII y XXXXIIII. En estos cantos la convención es insuficiente, ya se ha producido algo más.

No solo es hablar de amor, de aceptarlo como un nuevo amanecer -”Eres libre. Amas. Tienes la piel de la especie que despierta”, se revela en uno de sus versos finales-. Es también asumir que la obra poética ha redefinido un nuevo espacio, una conciencia sobre lo femenino, que es un terreno en el que se acopian los tiempos y los lugares, los seres y sus tránsitos.

“Junto a mis hermanas, mujeres de toda la Tierra, /

venero y escucho a nuestras ancestras que nos / 

invitan a retomarnos”.

Todas esas luchas y vidas contenidas en un nuevo lugar y una nueva conciencia. En la que el amor no es esa añoranza romántica, sino un camino a seguir.

La originalidad no solo es la forma

Cuando Pazmiño ganó el Concurso Nacional de Poesía Ileana Espinel Cedeño, en 2019, el jurado -integrado por los poetas Sonia Manzano, Fernando Cazón Vera y Siomara España- sostuvo su decisión alrededor de:

“La sobria calidad de su discurso, caracterizado por un fluido manejo del lenguaje, imágenes de lograda originalidad y conceptos provistos de gran carga afectiva y hondura filosófica”.

En esta aclaración del jurado están todos esos niveles en los que la obra de Pazmiño se mueve. 

Y al “moverse” existe un traslado. 

En Les hablaré de ti a todos los mares que fragüen un hogar en mis ojos hay un sentido aleccionador al inicio. Una voz que dentro del poema se desdobla y parece dar consejos. Como una guía de viaje. Con un tono distinto, hasta por la tipografía que se usa:

“Nunca arranques flores de luz /

si no habitas la calidez de tus /

huesos / 

como quien acaricia un cántico /

sin prisa”.

Luego, a medida que el proceso avanza, en esa especie de trote por el tiempo y espacio, se empieza a dar el cambio y cierta compresión sobre cómo ese cambio se ejerce -“Hay que saber abrazar del propio ser apenas todo”-. Las emociones y las ideas afloran, saltan de canto a canto, de un poema a otro. Expectativa, sosiego, dudas y confort

El cuestionamiento es intrínseco en esta voz poética que parece ser la voz de muchos seres que se van sumando en el viaje. Porque se consigue un lugar y se deja ese lugar. Se busca pertenencia: “Habíamos escuchado germinar el tumulto de la noche entre la gente. / Era hora de partir”.

También, en cada avance hay menos ingenuidad. Y una mayor relación con la naturaleza y ¿con ciertos engaños políticos de protección? El canto XXIII es clarísimo:

“Una mentira tal como el oro negro / 

cuando se adentra en las entrañas de la selva / 

lleva dolor a sus hijos”.

Hasta que la nueva comprensión sucede. Incluso en versos que suenan comunes y corrientes, pero que ofrecen otras luces, para llegar a esa especie de tierra prometida: “Abrí mis ojos ante nuevos horizontes. / Me sacié del tiempo desgranado”.

Y así, en ese nuevo despertar, habrá tiempo para la memoria, para recordar y hablar de quienes pasaron antes. Eso, en el fondo, es un acto de amor. Amanda Pazmiño Torres lo deja claro.

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