Jueves, 18 de abril de 2024

A los que odiaron el final de ‘Game of Thrones’ les quedan los libros

Autor:

Eduardo Varas

Actualizada:

4 Jun 2019 - 0:05

George R. R. Martin

Autor: Eduardo Varas

Actualizada:

4 Jun 2019 - 0:05

George R.R. Martin, autor de 'A Song of Ice and Fire', libros en los que se basa la serie 'Game of Thrones', durante una conferencia en Suiza. - Foto: Reuters

Todavía a la espera del sexto libro de la saga de ‘Canción de Hielo y Fuego’ que inició la fiebre por ‘Game of Thrones’ en 1996. Esta es una buena oportunidad para calmar la ansiedad con el objeto menos esperado. Sí, un libro.

Fue solo hace un par de semanas que Game of Thrones acabó. Dependiendo de a quién se le pregunte, el desenlace puede ser una maravilla, algo justo o un simple y llano desastre.

Pero aún hay esperanzas para los fanáticos y esta tiene forma de libros. Los cinco volúmenes de la saga Canción de Hielo y Fuego son un buen lugar al cual acudir si se trata de calmar los ánimos y, sobre todo, de encontrar otras historias y personajes que la serie decidió dejar de lado.

Sin caer en el lugar común de que los libros son mejores que la serie, lo que el escritor George R. R. Martin ha conseguido con sus publicaciones es algo que el programa de HBO no se ha permitido: la perspectiva de los personajes como la base de la narración.

Los capítulos están contados desde la perspectiva de los personajes. Y la historia avanza de esa manera.

Esto quiere decir que en libros como Juego de tronos (publicado en 1996 y de donde salió el título para tv), Choque de reyes (1998), Tormenta de espadas (2000) Festín de cuervos (2005) y Danza de dragones (2011) no solo importan las situaciones que pasan sino el personaje que las vive y cuenta.

Esta apuesta estilística de Martin hace que la historia se eleve.

George R.R. Martin en el estreno de la temporada seis de la serie 'Game of thrones'

George R.R. Martin en el estreno de la temporada seis de la serie 'Game of thrones' REUTERS

No solo eso, la pasión que los lectores de esta saga tiene que ver por esa mezcla imposible de realismo y fantasía. Martin traslada conflictos políticos, las castas y las monarquías—dignos de la Inglaterra medieval, que es de dónde sacó la mayor inspiración— a un universo donde hay dragones y zombis de hielo.

Ni siquiera Tolkien —que se había inspirado en la Primera Guerra Mundial para hacer su Señor de los Anillosse había arriesgado a tanto. En un mundo politizado al máximo, esta apuesta ha rendido. Martin escribe sobre la violencia y la poca moralidad de los personajes, porque incluso los héroes tienen momentos que hacen dudar al lector sobre su calidad como seres.

Canción de Hielo y Fuego es una experiencia de más de 4.000 páginas con diferencias evidentes con lo que sucede en tv. Esto sin tomar en cuenta que al menos las dos últimas temporadas ya no tenían a libros de cuáles basarse, por lo que en la literatura Jon Snow está todavía muerto, luego de ser acuchillado por algunos de sus amigos de The Watch. Martin no ha avanzado de ahí.

La gran diferencia es el personaje de Lady Stoneheart, que es impresionante en el libro. Quizás uno de los mejores de la saga y que no aparecieron en la serie. Una vez asesinada en la famosa Boda roja, Catelyn Stark revive convertida en un ser lleno de venganza.

Y se inaugura asesinando a los miembros de la casa Frey, en Festín de cuervos. En televisión esta acción la lleva adelante su hija Arya Stark. La ausencia de Lady Stoneheart es la gran deuda de la serie con los fanáticos de los volúmenes.

La espera por el sexto libro de la serie —que hasta el momento será de siete volúmenes— ha sido grande. George R. R. Martin lleva ocho años en la escritura de esta novela, que se debería llamar Vientos de Invierno.

Y ante un sinnúmero de anuncios sobre cuándo la va a terminar, los fans prefieren ser escépticos. La semana pasada, Martin escribió en su blog que en julio de 2020, cuando esté de visita en el World Science Fiction Convention, que se realiza en Nueva Zelanda, llevará bajo su brazo el ejemplar del libro.

“Si no tengo el libro en mis manos a lo que arribe, tienen mi permiso formal y por escrito de encerrarme en una pequeña cabaña en Isla Blanca —el volcán más activo de Nueva Zelanda—, mirando ese lago de ácido sulfúrico, hasta que termine de escribir”.