Viernes, 29 de marzo de 2024

Joel Schumacher y su paso por la saga del Caballero de la Noche

Autor:

Eduardo Varas

Actualizada:

26 Jun 2020 - 0:05

La carrera de Schumacher es la de un realizador que no temió a ningún tipo de género cinematográfico.

Autor: Eduardo Varas

Actualizada:

26 Jun 2020 - 0:05

La carrera de Schumacher es la de un realizador que no temió a ningún tipo de género cinematográfico. - Foto: Diego Corrales / PRIMICIAS

Antes de que Christopher Nolan revitalizara a Batman, Schumacher pasó por la saga del hombre murciélago haciendo una película buena y una desastrosa.

En los años 90 el mundo del cine de superhéroes no era nuevo, pero todavía seguía creciendo.

Luego de las dos experiencias de Tim Burton creando un universo donde Batman tuviera sentido, en 1995 quedó fuera de ese espacio.

Una movida comercial motivó la decisión de Warner Bros. Studios: Burton se quedaba como productor y se desechaba su idea para una tercera parte. Entraba Joel Schumacher como director.

Llegaba Batman Forever, en 1995. Un filme que funciona, que es una mezcla equilibrada entre ingenuidad, aventura, desproporción, así como una lección sobre cómo introducir un personaje nuevo a la saga -como sucede con el Robin que interpreta Chris O'Donnell-.

Y dos años después -con un tiempo de preproducción absolutamente corto- apareció Batman & Robin. Un absoluto despropósito que destruyó todo lo que se había armado hasta el momento.

Schumacher, que había sido elogiado en el anterior filme, tuvo que salir a pedir disculpas por una película que funciona más como un comercial para juguetes y quién sabe qué más cosas habían licenciado para vender.

La historia de Batman & Robin es floja, está llena de lugares comunes y de un sentido paródico que quizás ahora se entiende mejor. Además, la selección de George Clooney como Batman / Bruce Wayne restó de fuerza y verosimilitud al protagonista.

Clooney no pudo contener la dualidad de este personaje, como sí había pasado con Michael Keaton y con Val Kilmer, en las películas anteriores.

Se alteró el guion para que Arnold Schwarzenegger sea Mr. Freeze y Uma Thurman decidió que Poison Ivy debía ser una caricatura de femme fatale. Y sí, la película incluyó a Batichica porque, por alguna razón, hacía falta un personaje más.

Además -y eso resulta lo peor del filme- Batman parece contractualmente obligado a lanzar chiste tras chiste cada vez que habla.

De lo mejor a lo peor

Schumacher siempre fue un director decente. Es decir, supo qué hacer con el material con el que trabajó.

Incluso desde su primera película como director -The Incredible Shrinking Woman, de 1981- ya era claro que él podía dirigir a su manera y contar con claridad y acierto una historia.

Antes de llegar a la saga de Batman, él había pasado por el terreno de la comedia, del drama -con St. Elmo's Fire-, el horror y la aventura -con The Lost Boys-, el terror puro con Flatliners y hasta del thriller, con The Client.

Su eficiencia detrás de cámaras estaba más que probada, así que como opción de reemplazo a Burton resultaba interesante. Schumacher calzó a la perfección con la idea de suavizar a Batman, de darle una veta mucho más familiar.

Sobre todo después de que en Batman Returns (1992), Burton hiciera una versión absolutamente oscura y digna de pesadillas, sobre todo con el cierre que le dio al filme y la forma en que presentó a El Pingüino.

Schumacher entró e hizo lo pedido. Batman Forever tiene humor -en las dosis necesarias-, y la sobreactuación justa -Jim Carrey como El Acertijo y Tommy Lee Jones como Dos Caras-.

Así como la tensión que se produce entre Batman y un joven Robin, que se relaciona con la decisión que Bruce Wayne tomó para convertirse en el Caballero de la Noche.

Incluso en una película de superhéroes, que se puede ver por televisión, en horario familiar, hay espacio para algún tipo de profundidad.

En Batman Forever, Schumacher tiene el chance de revisar motivaciones de sus personajes. Así como de generar escenas con momentos icónicos, por esa fascinación de alterar el ángulo del plano y mostrar todo como si la cámara estuviera inclinada.

Eso proporciona un efecto poderoso.

En 1995, que una producción costara USD 100 millones y ganara USD 360 millones en taquilla, el éxito estaba cantado. Warner quiso hace una cuarta parte de inmediato.

En agosto de 1995 contrataron de Schumacher de vuelta. Querían una película lista para junio de 1997, lo que hizo que el filme entrara en lo que se conoce como 'fast-track', para que pudiera hacerse.

Era un año menos con relación a las otras películas hechas.

Y ese tiempo de producción reducido se siente. Porque Schumacher y el guionista, Akiva Goldsman, estaban trabajando en la magnífica A time to kill, cuando llegaron a la historia que podían contar.

Sí, trabajaron en esta cuarta película de Batman mientras hacían otra.

Batman & Robin repite acciones de filmes anteriores -Poison Ivy tiene una historia de origen que copia a lo que pasa con Gatúbela y El Acertijo en las películas previas, por ejemplo-.

Además, el carácter absurdo y la estética pop se toman la pantalla. Y lo que consiguen no solo es eliminar cualquier rastro de oscuridad y dualidad en Batman / Bruce Wayne. Tampoco hay sentido de vergüenza y se desnaturaliza cualquier rastro del personaje.

Eso no significa que Schumacher no lo intente. Hay momentos en los que en medio de esta fanesca de historia -en la que no existen elipsis con sentido- el director encuentra destellos de algo poderoso.

Quizás parte de la historia entre Alfred y Bruce Wayne le da el toque de humanidad que hace que el filme tenga sentido. Sobre todo porque el mayordomo está enfermo, muriendo ante la vista de Wayne, quien reconoce en él a la figura paterna que siempre tuvo a su lado.

Eso sí, Schumacher resuelve esto de la peor manera posible. Pero algo intenta.

Si bien el filme recaudó más de lo que costó -USD 160 millones-, llegó solo a los USD 238 millones. La crítica y los fanáticos rechazaron esta apuesta y eso motivó que Warner dejara sin piso cualquier otra idea para una quinta película, que se supone ya estaba en marcha.

Schumacher siguió adelante con su carrera, haciendo películas que siguen impactando todavía.

Ya sean biopics -como Veronica Guerin- o nuevamente en el drama con comedia -con esa joya que es Flawless, con Robert De Niro y Phillip Seymour Hoffman- o el terror casi sobrenatural -con Number 23 y Blood Creek-, Schumacher supo cómo hacer filmes.

Su único error evidente y gigante fue Batman & Robin y él lo supo, puso su cara y lo afrontó.

Alguna vez intentó que Warner le permitiera hacer una película que recuperar el tono oscuro original del personaje, pero no consiguió convencer a nadie. Quizás era algo que él necesitaba hacer para sí, para los fanáticos.

Eso es lo mejor que deja Schumacher, que falleció el 22 de junio, a los 80 años. Esas ganas de entender que a veces el entretenimiento puede fallar, pero eso no significa no seguir intentándolo.

Otras recomendaciones

La justicia y la maldad en el claroscuro

"8MM", de Joel Schumacher

Columbia Pictures, 1999

Un thriller donde no queda duda que incluso para el más decidido y, aparentemente, preciso detective, siempre hay maneras de entrar al infierno. Schumacher dirige a Nicholas Cage en un filme casi en la penumbra, en el que poco a poco este personaje -que debe investigar si el crimen que se ve en un filme que almacenaba un millonario que murió, es real o no- se sumerge en un universo en el que queda claro que no habrá justicia y la maldad no es tan malvada como se cree. El resultado espeluzna.

Cuidado con cortar la llamada

"Phone Booth", de Joel Schumacher

2oth Century Fox, 2003

Un thriller que se sostiene por su carácter de tiempo real. En el que un personaje detestable -interpretado por Colin Farrell- comete el ¿error? de contestar una llamada en una cabina y entrar en una pesadilla en la que debe hacer todo lo que la voz al otro lado de la llamada le dice -que solo se escucha- bajo la amenaza real de que le disparará si cuelga. Hay una intensidad en este policial construido en una Nueva York en medio de la paranoia que había generado el 11 de Septiembre de 2001. Schumacher se sostiene en un desesperante Farrell y todo en la película funciona como un reloj.