Viernes, 19 de abril de 2024

Selva Almada: “Nunca se da un encuentro real de diálogo, que podría ser mucho más interesante”

Autor:

Eduardo Varas

Actualizada:

1 Jul 2019 - 0:05

Autor: Eduardo Varas

Actualizada:

1 Jul 2019 - 0:05

La escritora argentina Selva Almada durante su charla en El Centro Cultural Benjamín Carrión, en Quito. - Foto: Eduardo Varas

La reconocida escritora argentina estuvo de visita en Quito, invitada por el Centro Cultural Benjamín Carrión, para participar en dos actividades abiertas al público. En entrevista con PRIMICIAS cuenta sobre su relación con lo rural, sobre su forma de escribir y expone su visión alrededor del rechazo que en cierto grupo de escritores genera la literatura hecha por mujeres.

Hay un primer momento de contacto que puede ser el definitivo. El lector de Selva Almada se va a remover por el sonido de las palabras que ella une, por las imágenes que crea, por la musicalidad que surge en la lectura.

Al menos eso de entrada. Porque con las historias que ella cuenta, no queda más remedio que quedarse ahí, atrapado.

Es como si la obra de esta escritora, nacida en Entre ríos, Argentina, en 1973, fuese diseñada con una precisión que no se encuentra en otra parte.

Al inicio de Ladrilleros -su segunda novela publicada, de 2013- escribe: “La vuelta al mundo quedó vacía, sin embargo las sillas siguen balanceándose despacito. Será el aire del amanecer”. Suficiente. Se podría leer y releer ese arranque como si en esas palabras estuviera la respuesta de algo que se desconoce.

Ella se toma muy en serio el trabajo de conseguir que dos oraciones juntas contengan todo un universo narrativo: 

“Lo que más me cuesta de cualquier texto es el primer párrafo. Lo que más reescribo es ese primer párrafo, tratando de encontrar ese sentido. Trabajo con palabras y sonidos sacados de la oralidad y por eso es importante el sonido. Busco hasta que eso aparece y una vez que aparece puede seguir escribiendo porque como que ahí surge la voz del texto”.

Selva Almada

Ladrilleros es un libro que fue construyendo en su cabeza. Ese es un sistema que usa, porque piensa mucho sus historias, personajes y tramas. De esa forma, “mientras más lo pienso antes de sentarme a escribirlo, más acabado está”, dice. Todo eso es parte del proceso de escritura.

Un proceso que, definitivamente, está cruzado por el lugar en el que asienta sus historias: el terreno de lo rural. En el siguiente video, Selva Almada comenta sobre su relación con este espacio que, sobre todo desde lo ideológico, se ha visto como un lugar poco literario, porque usarlo es visto como herramienta de reivindicación política.

 

Los escritores que miran con sorna a las escritoras

Las circunstancias son estas: ya sea en el extranjero o dentro del país, las discusiones sobre la literatura hecha por mujeres están en un nivel en que el absurdo parece ser la única condición posible.

Selva Almada tiene muy clara la situación y la ejemplifica con lo que sucede en alguna feria del libro en Argentina: “En la mesa del cuento argentino, todos los integrantes de la mesa eran varones. Cuando las cuentistas de mayor proyección y más importantes de los últimos años son mujeres: Samanta Schweblin, Mariana Enríquez, Vera Giaconi, Alejandra Zina, solamente para hablar de la literatura argentina contemporáneo. Es absurdo”.

Para la autora de El viento que arrasa (2012), Chicas muertas (2014) y El desapego es una manera de querernos (2015) el problema se agrava porque no hay voluntad de diálogo, ni de una reflexión más profunda que no sea hablar de modas o de cuotas.

“Nunca se da un encuentro real de diálogo que podría ser mucho más interesante, porque estaríamos hablando de literatura y del tipo de literatura que estamos produciendo y qué le interesa a los lectores y qué publican las editoriales, afirma Almada. Pero como todo queda en la burla, en el terreno del desprecio, no hay posibilidad de otra cosa”.

Y quizás no haya nada más que decir después de esto.