Sábado, 20 de abril de 2024
La Cocina Imaginada
D La Calle, la barra del barrio
Ignacio Medina

Ignacio Medina

Me dedico al periodismo gastronómico desde hace 40 años. He trabajado en diarios, revistas especializadas, emisoras de radio y programas de televisión. La crítica es imprescindible para avanzar en cualquier disciplina; sin ella es difícil hacerse preguntas y recibir estímulos para buscar respuestas. 

Actualizada:

6 Nov 2021 - 0:05

D La Calle, Barra Gastronómica, es un restaurante joven, también es un negocio de barrio con todo lo que ambas cosas implican: escapa del lujo, el local es sencillo, desenfadado, no demasiado cómodo y más bien humilde. Es un éxito.

Su propuesta se hizo escuchar antes de la pandemia, aguantó la crisis llegada con ella y la superó con una clientela fiel; no es poco cuando el sector navega a contracorriente. 

Tres años le han bastado a Rafael Mora para conseguir una clientela de cercanía y una cierta reputación para un restaurante que me resulta atractivo, con una carta corta y muy dinámica, que en cada cambio vuelve la mirada hacia un lugar diferente.

Esta vez eran platos de inspiración oriental, siempre intentando recrear la comida callejera del lugar; quien sabe qué sucederá en un mes.

No es lo convencional en alguien que terminó de formarse en escuelas europeas de prestigio y ha pasado por algunas cocinas cargadas de estrellas, pero puede que este sea su valor y el seguro de vida que le salvó de la pandemia: escapó de los distritos que agrupan el lujo culinario para recuperar un viejo local familiar en el barrio, allá por donde la Avenida de los Shyris se encuentra con Tomás de Berlanga.

Me agrada el resultado: seis platos en la carta, tres especiales sugeridos de viva voz, precios controlados y una cocina que muestra detalles, aunque todavía le quede camino por recorrer. 

Me gustó el yakisoba, fideo salteado con hongos, maní y una estimulante salsa agridulce, y servido con lomo troceado y unos cuantos vegetales -puerro en juliana, lechuga en tiras y cilantro- que aparecen en otros platos.

El resultado, rico, sabroso y estimulante, contraste con la falta de sabor del ramen. Repite hongos, puerro, cilantro y lechuga, añade nabo chino, buenas costillas y un precario huevo frito en wok, pero la base, un caldo de alitas de pollo fritas no cumple con su papel, que sería empujar los sabores del plato.

Me va gustando lo que veo, aunque también le encuentro algunos problemas que necesita resolver.

El Thai sweet chili (fideos de arroz y langostinos al curry), parte de unos langostinos que han desnaturalizado rajándolos de punta a punta -caparazón incluido-, de forma que la carne se seca nada más entrar a la olla. 

La cocina se maneja con soltura y el equipo, tan breve como el local -Rafael y un ayudante para cuatro mesas chicas redondas y dos pequeñas barras-, ayuda a dinamizar la propuesta.

La última vez aparecieron unos sam de pulpo con salsa bearnesa y kimchi, instalados sobre una hoja de shisho (también le dicen planta bistec), haciendo las veces de soporte, que luego será envoltorio, como en el sam de costilla y hierbas aromáticas.

En el primero se pierde la bearnesa (necesita más peso que las especias que cubren el sam), mientras el segundo se muestra más redondo. La oferta de bebidas es muy limitada.

Tomás de Berlanga E10-40 y parís. Quito.

Teléfono: 0984555623.

Cierra domingo y lunes.

Precio medio (sin bebidas): USD 16.

Calificación: 13/20.

Relación calidad-precio: 15/20.