Sábado, 27 de abril de 2024

Opio y esclavitud en la historia del té

Autor:

Fátima Cárdenas

Actualizada:

28 Oct 2022 - 5:23

Se ha preguntado sobre el remoto origen de las infusiones de té que, si no las toma usted, seguro sí, uno de sus amigos. Esta es la historia de opio y esclavitud detrás de este elixir.

Historia del té

Autor: Fátima Cárdenas

Actualizada:

28 Oct 2022 - 5:23

Se ha preguntado sobre el remoto origen de las infusiones de té que, si no las toma usted, seguro sí, uno de sus amigos. Esta es la historia de opio y esclavitud detrás de este elixir.

Esta nota está basada en el artículo Opio y esclavitud: la historia del té, de José Luis Barrera, publicado en la revista Mundo Diners, de octubre 2022.

Inglaterra no es la cuna del té. Esta infusión se tomaba en China, mucho antes de las cinco de la tarde.

Además, hay muchas leyendas sobre su origen. Una de ellas tiene que ver con un emperador casi mitológico del quinto milenio antes de Cristo y Bodhidharma, un monje budista de origen persa, quien junto con las artes marciales llevó la bebida a los monasterios de Henan.

Así la historia, el pueblo chino fue el primero en apreciar las cualidades del té. De hecho, desarrollaron distintas formas de consumir esta planta.

El té fue al Tíbet, a lomo de caballo; en barco, a Japón, y en camello, al mundo árabe.

Europa tuvo que esperar hasta el siglo XV para su popularización. Ocurrió cuando los portugueses lo trasladaron a Lisboa, junto con el azúcar.

¿Cómo llega el té a Inglaterra?

¿Cómo llega el té a Inglaterra?

En Lisboa, en 1662, Catalina de Braganza contrajo matrimonio con Carlos II de Inglaterra. El matrimonio no dejó herederos, pero sí la moda de tomar el té en tierras inglesas. Fue tal el éxito de esa costumbre que, pese al orgullo británico, no fue un problema convertir el té, de origen asiático, en bebida nacional.

Guerras y plata blanqueada con té

En el siglo XIX, la balanza comercial entre China y Occidente era muy desigual. Todos los meses salían hacia Europa y América toneladas de porcelana, seda y, sobre todo, té.

Pero casi ningún producto europeo ingresaba por el feroz bloqueo del Imperio Chino a las importaciones. Solo la plata se aceptaba como moneda de cambio.

Debido a las guerras frecuentes entre España e Inglaterra, y luego la independencia de Estados Unidos, México y Perú, la plata escaseó. Como consecuencia, comerciantes británicos y holandeses contrabandeaban opio para conseguirla.

El opio ingresaba por Cantón, y ahí los distribuidores locales lo cambiaban por plata china, que luego regresaba a sus arcas con la venta de productos legales.

En pocas palabras: la plata se blanqueaba con té.

Por otro lado, los europeos entendieron que para evitar la escasez de té debían fomentar la producción en India. Para entonces, la esclavitud estaba prohibida en el Imperio británico, por lo tanto, la única alternativa fue la mano de obra local.

El té no es un paraíso perdido

Si piensa en cultivos de té es natural que imagine campos verdes y pacíficos que emanan aromas relajantes. Sin embargo, ni hoy ni hace cien años esta imagen se corresponde con la realidad.

La situación de Bengala Occidental, estado de India donde se producen algunas de las mejores marcas, es aterradora.

En la época en que los británicos empezaron a fomentar el cultivo en ese país, llevaron pobladores de regiones cercanas. Esto con el fin de cubrir la falta de personal en los campos. Los trabajadores enfrentaban toda clase de precariedades, incluyendo salarios extremadamente bajos y falta de servicios.

En la segunda década del siglo XXI la situación es la misma: los recolectores de té son, mayoritariamente, mujeres y viven entre la incertidumbre y la pobreza. Las casas que les asignan son chozas de madera, sin cañerías ni agua potable.

Buena parte de los jornaleros de la actualidad son de la etnia adivasi y descienden de los pueblos que los británicos emplearon desde 1927.

Cuando la empresa se declara en quiebra, cientos de trabajadores migran hacia otra plantación y se vuelven constructores. Otros viajan a Calcuta y luego al extranjero.

En las plantaciones lejanas, los recolectores espantan con petardos a felinos grandes mientras evitan pisar cobras venenosas. Todo esto por salarios de dos dólares al día.

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