Sábado, 04 de mayo de 2024
Tablilla de cera

“¡Me lo emprolijé!” Y alfajores y galletitas de limón

Gonzalo Ortiz

Gonzalo Ortiz

Escritor, periodista y editor; académico de la Lengua y de la Historia; politico y profesor universitario. Fue vicealcalde de Quito y embajador en Colombia.

Actualizada:

15 Feb 2024 - 5:59

Espero que los críticos del papa Francisco —que le reclaman por una cosa u otra cuando no calza con sus preferencias ideológicas— estén revaluando el concepto que tienen del pontífice como ser humano después de la manera en que recibió a quien le había dicho, entre otras lisuras, "imbécil", "representante del maligno en la Tierra" y "sorete mal cagado".

Desprovisto de rencores, con la sencillez que lo caracteriza y la actitud cristiana del perdón y olvido, el papa, sentado en su silla de ruedas, le dijo al presidente de Argentina, Javier Milei, apenas le vio: “¡Te has cortado el pelo!”, y este, acercándose, primero a darle la mano y luego, un abrazo de oso, le contestó, con una expresión más argentina que el tango: “Me lo emprolijé”.

Eso fue el domingo, en la basílica de San Pedro, tras la misa de canonización de Mama Antula, la primera santa argentina.

Al día siguiente, en la audiencia formal, Milei entregó al papa más cosas argentinas, entre ellas alfajores de dulce de leche y galletitas de limón. El papa le regaló unos libros con sus encíclicas y un medallón inspirado en el baldaquino de la basílica de San Pedro.

Por cierto, la nueva santa, cuyo nombre era María Antonia de la Paz y Figueroa, fue una laica cercana a la espiritualidad jesuita (Santiago del Estero, 1730-Buenos Aires, 1799). Me recuerda a la figura de santa Mariana de Jesús Paredes y Flores (Quito, 1618-1645), que tampoco fue monja, aunque la representen con hábitos, y también cercana a los jesuitas.

Los argentinos, siempre bromistas, dicen que además de los dos milagros que llevaron a su canonización, Mama Antula ya logró el tercero: reunir a Milei con el papa.

En efecto, dejando atrás los insultos de un personaje gritón y desorbitado, Francisco lo acogió y estableció una buena relación con él, concediéndole una audiencia a solas de 70 minutos, del todo inusual con jefes de Estado (considérese —“detalle no menor”, como podrían haber dicho los locutores argentinos— que entre los dos no necesitaban traducción).

En el video de la audiencia, en la biblioteca del segundo piso del Palacio Apostólico, vi a un sonriente Francisco, apoyándose en el brazo de Milei para caminar hacia su escritorio e iniciar la reunión: el papa no tiene recelo de mostrarse vulnerable.

Luego de sentarse frente a frente en el escritorio, Francisco se inclinó hacia adelante, poniendo sus codos sobre la carpeta, para crear intimidad. Aunque Milei estaba más rígido, me pareció ver a dos viejos amigos que se encuentran en un cafetín de Buenos Aires a charlar un buen rato.

Luego de la hora y pico en que conversaron los dos a solas, hicieron pasar a la hermana de Milei y a tres ministros, y se hizo el intercambio de regalos.

En el cierre de su gira y tras el encuentro con el papa, Milei aseguró que “reconsideró” su postura sobre el Sumo Pontífice y ahora afirma que “es la persona más importante de toda la Argentina” (también dijo, en frase parecida pero de mayor significado, que “es el argentino más importante de la historia”. Y sí, che, ¿cuál otro va a ser?).

“Reconsideré algunas posiciones y, a partir de ese momento, comenzamos a construir un vínculo positivo”, dijo Milei en la entrevista al canal italiano de televisión Retequattro.

Reconoció que Francisco era el “líder de los católicos en el mundo” y representa a una institución muy importante, “especialmente en un país como la Argentina, que tiene muchas raíces católicas”.

Incluso se especula que el papa podría, por fin, visitar Argentina este mismo año, un país al que no ha ido desde que fue elegido papa en 2013, a pesar de haber visitado Bolivia, Brasil, Colombia, Cuba, Chile, Ecuador, México, Panamá, Perú y Paraguay (por cierto, tampoco ha visitado Uruguay).

Milei, por supuesto, invitó al papa a visitar su país natal, invitación que, a lo largo de los años, le han cursado varias veces la Conferencia Episcopal Argentina y los anteriores jefes de Estado.

El Vaticano no dijo nada de la posible visita. El boletín de prensa distribuido después de la cita se enfocó en el subsiguiente encuentro de Milei con el secretario de Estado, el cardenal Parolin, detallando que la conversación de los dos giró en torno al programa del Gobierno argentino para “enfrentar la crisis económica” y a los conflictos internacionales, que no especificó.

Me produce mucha curiosidad saber si el papa o Parolin le hablaron del cambio climático, cosa que el autodefinido como libertario y anarcocapitalista niega que exista, y sobre la que Francisco se ha convertido en una de las voces de mayor resonancia mundial, con intervenciones y documentos de gran calado, como su encíclica de 2015 Laudato sí y su reciente exhortación apostólica, de octubre de 2023, Laudate Deum.

Pero de todo esto, yo me quedo con la magnanimidad del papa. Como el propio cardenal argentino Víctor 'Tucho' Fernández dijo el domingo a la prensa de su país:

"El papa es una persona que siente mucho cariño por todos, no se puede pensar que tenga alguna animosidad".

Y agregó: “El papa no se molesta nunca, jamás, por este tipo de cosas, le pasan por el costado. Además, lo ha tomado como una estrategia de campaña, quizás la idea de que podía a lo mejor ser parte de una estrategia de marketing”.

Esa es una forma de explicar. Para mí, se debe a que el papa vive lo que predica y, en un mundo de pugnas y rivalidades sin cuento, ha dado un ejemplo concreto de olvidar y perdonar.

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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