Viernes, 19 de abril de 2024
Una Habitación Propia

¡Viva la devolución!

Maria Fernanda Ampuero

Maria Fernanda Ampuero

María Fernanda Ampuero, es una escritora y cronista guayaquileña, ha publicado los libros ‘Lo que aprendí en la peluquería’, ‘Permiso de residencia’ y ‘Pelea de gallos’.

Actualizada:

28 Oct 2022 - 5:28

Una vez salida la mercadería del almacén no se aceptan cambios ni devoluciones.

Todos hemos visto ese cartel, ¿no? Es el cuco de las compras de todos y todas las ecuatorianas. Compra bien porque si no te queda o no te gusta, no te lo van a cambiar ni te van a devolver la plata.

Dos recuerdos de mi infancia, muy impactantes, tienen que ver con eso. El uno es el de una amiga de mi mamá que compró una crema de alta gama en una tienda en Estados Unidos y la crema, que proclamaba ser hipoalergénica, le generó a esta señora una alergia monstruosa que la desfiguró por varios días.

Como todavía estaban allá, la señora se acercó a la tienda contando su caso, con fotos, y los demandó. No solamente los gerentes de la tienda se hincaron a sus pies, sino que ganó la demanda y recibió una buena, muy buena, indemnización.

Cuando volvieron a Ecuador, todas quedaron impactadas por la responsabilidad empresarial, un bicho raro, un prodigio de los gringos.

La otra anécdota es de la hermana de una amiga. Compró un perfume en Aromas y Recuerdos del Policentro y resulta que el perfume tenía dañado el mecanismo del espray. Se acercó, obviamente, a pedir que le cambiaran el producto y las dependientas le dijeron que cómo podían asegurarse de que el perfume ya estaba dañado o que ella, la clienta, lo había manipulado mal. 

Le dijeron que nanay, que de devolución o cambio nada.

Pónganse en los zapatos de esta chica: el perfume, caro como todo en Ecuador, le había costado una buena parte de su sueldo de jovencita, no servía, y la gente responsable de la tienda no solo no se hacía cargo, sino que le echaba la culpa de la tara del producto.

Después de una discusión que iba acalorándose cada vez más, de llamada a gerencia, etcétera, esta mujer colapsó. Con toda la fuerza de su brazo, como Babe Ruth, lanzó la botella contra el expositor de perfumes.

Se fue rápido de ahí mientras a sus espaldas las dependientes gritaban, caían vidrios y botellas de cristal y una mezcolanza de olores se derramaban por el suelo del almacén.

Luego nos dijo que ese perfume había sido la plata mejor gastada de su vida.

Ecuador es un país de impotencias.

Yo vivo hace muchísimos años fuera y los cambios y devoluciones son una cosa normal en mi vida. A veces los probadores están tan llenos que me traigo la ropa a la casa, me la pruebo con tranquilidad y, si no me gusta o no me queda, la devuelvo.

De hecho, en los almacenes hay carteles que dicen justo eso: pruébatelo en casa, tienes treinta días para cambiarlo o recuperar tu dinero.

Hace año y medio quise cambiar un pantalón de baño en Mi Comisariato y me dijeron que por higiene no se cambiaban ni prendas de baño ni ropa interior. No estallé como la hermana de mi amiga porque, en fin, habíamos pasado una pandemia y la salud era prioridad de todo el mundo.

Para escribir este artículo he estado investigando sobre políticas de cambio y devolución de las principales tiendas ecuatorianas. De Prati, por ejemplo, me ha sorprendido porque en su página web aseguran que las devoluciones y cambios son parte de su política de empresa. Yo no recuerdo que fuera así en mi infancia, aunque en mi infancia aquello era tierra de nadie, o, mejor dicho, tierra de ellos.

La ropa se compraba (los que podían) en De Prati, Casa Tosi o el supermercado. No recuerdo que nadie, nunca, devolviera o cambiara nada, aunque la prenda tuviera defectos, le faltara un botón, tuviera dañado el cierre o cualquier cosa.

Y luego, claro, comprábamos en La Bahía, donde ni siquiera te podías probar y había que hacer todo tipo de malabarismos para asegurarte que la prenda te iba a quedar. A veces no te quedaba y pasaba a familiares y amigos.

La otra opción era la señora matutera que traía maletas de ropa y la vendía en su casa. Dependiendo del nivel de amistad que tuvieras con la señora podías cambiar la prenda. Un poco comprar la lotería: puede que sí, puede que no. 

Ecuador es un país de sapada.

Como ahora han abierto un montón de almacenes multinacionales que mantienen la política de cambios y devoluciones en todas sus tiendas, imagino que las empresas nacionales, como lo que decía de De Prati, han tenido que ponerse las pilas para no ser atropelladas por las extranjeras.

¿Pero y los supermercados? Estuve buscando políticas de devolución y cambios en Mi Comisariato y en Supermaxi y no las encontré con facilidad. ¿Cuáles serán? ¿Por qué no hay transparencia respecto a eso?

Yo he visto a mi mamá encogerse de hombros frente a un jamón verdoso o un pan con trozos algodonados de moho. En lugar de que el comercio se avergüence, se avergüenza el cliente de ir a reclamar.

Y creo que ese es el problema: que la cultura del respeto al consumidor no es algo que hayamos desarrollado en nuestra tierra. ¿Por qué? No tengo una respuesta. Supongo que por falta de competencia o por la cultura de aprovecharse de nuestra idiosincrasia. Tal vez porque no nos respetamos a nosotros mismos, ni como clientes ni como nada. 

No nos lo han inculcado, pero quizá ya sea hora de que pidamos un mínimo de respeto de parte de empresas multimillonarias que se hacen mucho más multimillonarias gracias a nuestro dinero, que existen gracias a nuestras compras. 

¿No creen? 

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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