Miércoles, 24 de abril de 2024
Analista invitado

El empleo: el termómetro, los síntomas y la cura

Wilson Guzmán

Wilson Guzmán

Economista. PhD en Política Social, London School of Economics. Docente universitario, investigador y consultor. Especialista en económica laboral, desarrollo, evaluación de impacto y econometría aplicada.

Actualizada:

2 Sep 2020 - 19:00

El empleo asalariado con afiliación a la seguridad social es el más bajo de la última década. Del total de población económicamente activa (PEA), que tiene alrededor de 7,6 millones de personas en mayo-junio 2020, apenas el 23,4% tiene un trabajo asalariado con afiliación al Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS).

En diciembre de 2014, a finales del boom en los precios de las materias primas -commodities-, incluido el petróleo, este porcentaje alcanzó el 32,3%. Desde 2015 esta tasa se ha venido reduciendo.

Con una PEA promedio de alrededor de 7,9 millones de personas para el periodo 2015-2019, cada punto porcentual que perdemos en esta tasa implica que alrededor de 79.000 personas no tienen un empleo que les brinde afiliación a la seguridad social. Antes de la pandemia, la situación del mercado laboral ya era crítica. En diciembre de 2019 este porcentaje era del 25,6%. 

Estos datos provienen de la Encuesta Nacional de Empleo, Desempleo y Subempleo (ENEMDU), que sirve como termómetro para medir la temperatura del mercado laboral ecuatoriano.

En mayo y junio de este año, debido a la pandemia, el INEC no recolectó la información de la encuesta de forma habitual, visitando los hogares, sino que lo hizo mediante llamadas telefónicas. Este cambio genera problemas de comparabilidad.

Podríamos estar tentados a enfocar nuestra atención y la discusión sobre el grado de comparabilidad de estos indicadores. Sin embargo, la situación del empleo está tan deteriorada que, incluso sin que los resultados de las mediciones sean estrictamente comparables, la realidad del mercado laboral es evidente a los ojos de cualquier persona que transite por las calles del país.

Los síntomas son claros: bajo empleo de calidad y, como consecuencia, más informalidad.

La pregunta que nos hacemos muchos, y que debería ser el centro del debate político en las próximas elecciones, es cuál es la cura para esta situación.

Muchos proponen la flexibilización laboral con el argumento de que esto va a generar más empleo formal. Otros señalan que para generar empleo es necesario que los trabajadores tengan buenos salarios para que incrementen su consumo de bienes y servicios, y así incentivar la demanda y la inversión.

Hay quienes creen que la inversión extranjera directa es la solución que va a generar las fuentes necesarias de empleo de calidad. Otros piensan que la solución está en el emprendimiento. 

La verdad es que no existe una solución absoluta, pero urge establecer una discusión constructiva y pragmática sobre el tema.

En el país cada vez hay menos trabajos de calidad y aumenta la informalidad. El problema es generalizado y su solución no radica estrictamente en la motivación, el empeño y el ingenio individual, sino fundamentalmente en la acción colectiva. Este es un problema que debe ser establecido como prioridad en la discusión y en la agenda pública.

Además de los representantes del Gobierno, de las empresas y de los trabajadores asalariados, es fundamental incluir en el debate a los trabajadores autónomos formales e informales, a los desempleados, a los jóvenes, a las mujeres, a la academia y a los demás actores que puedan contribuir en la búsqueda de la cura. 

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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