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Dato y Relato

¿Está funcionando el "gran experimento macroeconómico"?

Fidel Jaramillo

Ph.D. en Economía Universidad de Boston, secretario general del FLAR y docente de la UDLA. Ex gerente general del Banco Central y exministro de finanzas de Ecuador, y alto funcionario de CAF y BID.

Actualizada:

13 ago 2023 - 05:58

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Muy pocas veces en la historia, los responsables de política económica de los países desarrollados han tenido que enfrentar una situación tan compleja como la vivida desde 2020. 

Los factores adversos han sido inéditos: la pandemia del Covid 19, la disrupción de la cadena global de suministros y la invasión de Rusia a Ucrania hundieron y desestabilizaron las economías de buena parte del mundo.

Las autoridades económicas en la mayoría de los países inyectaron una cantidad impresionante de recursos para mitigar los efectos devastadores sobre familias y empresas. Se hizo lo que se tenía que hacer.

Sin embargo, a dicha expansión monetaria y fiscal, se sumaron choques negativos de oferta provocados por la guerra Rusia-Ucrania, como los aumentos de precios de combustibles, alimentos, fertilizantes y fletes.

Todo lo anterior formó un coctel explosivo que desató la inflación. En Estados Unidos, por ejemplo, el aumento anual de precios saltó de 0,7% en junio de 2020 a 9,1% en junio de 2022, el nivel más alto en más de cuatro décadas.

Una dinámica similar se dio en la mayoría de los países desarrollados y emergentes. Fue entonces cuando se encendieron las alarmas y se aplicó una estricta estrategia antiinflacionaria. 

El Banco de la Reserva Federal (FED) de Estados Unidos empezó a subir su tasa de interés en marzo de 2022 y lo ha hecho en 11 ocasiones, ubicándola en un nivel de entre 5,25% y 5,50%, el más alto y rápido ajuste en los últimos 22 años.

Además, el FED empezó a retirar el estímulo monetario y a recoger liquidez. El Banco Central Europeo y muchos otros siguieron este camino. Algunos en América Latina, lo hicieron incluso meses antes.

La estrategia de contracción monetaria ha tenido como objetivo retornar a un nivel de inflación de alrededor del 2%, con el menor costo en términos de actividad económica y desempleo. Es decir, lograr un "aterrizaje suave". The Economist lo calificó como el "gran experimento macroeconómico".

Muchos economistas dudaron del éxito de este experimento. El exsecretario del Tesoro norteamericano, Larry Summers, advertía que la expansión fue excesiva, que las autoridades tardaron en reaccionar y que se necesitarían 5 años de desempleo mayor al 5% para contener la inflación.

En similar sentido se pronunciaba otro gurú económico, Nouriel Roubini, que anticipaba una fuerte recesión de la economía norteamericana debido a la combinación de altas tasas de interés, contracción de crédito e inflación obstinada.

Adicionalmente, se temía que un panorama monetario más restringido iba a deteriorar la salud financiera de las empresas, en especial de aquellas altamente endeudadas, lo que podría afectar la estabilidad del sistema financiero.

Para América Latina, este escenario habría implicado menor y más costoso financiamiento externo, caída en sus exportaciones y una desaceleración económica. El panorama mundial y regional no era alentador.

Contra todos estos pronósticos, la estrategia de estabilización de precios en los mercados desarrollados ha sido mucho más exitosa de lo que inicialmente se pensaba: en tan solo 12 meses, bajó de un pico de 9,1% en junio de 2022 a 3% en junio de 2023.

En julio cerró en 3,2%, en línea de las expectativas, y con una estabilidad en la inflación estructural. Esto fue celebrado por varios analistas económicos, que ya están anticipando el fin del ciclo alcista de las tasas de interés.

Eso se sabrá en la próxima reunión del FED el 20 de septiembre. Para ese momento, ya se conocerán los datos de inflación de agosto y, de continuar la tendencia favorable, es probable que decidan mantener estables las tasas.

La caída en la inflación se dio en un contexto de un razonable crecimiento económico: el PIB norteamericano se expandió en el segundo trimestre a una tasa interanual del 2,6%, alejando de esta manera la posibilidad de caer en una recesión.

Más sorprendente fue el comportamiento del mercado laboral. La tasa de desempleo ha permanecido baja y en julio se ubicó en 3,6%. Para muchos, es un nivel cercano al pleno empleo.

El apretón monetario sí tuvo efectos sobre el sistema bancario, pero no tan significativos como para desatar una crisis financiera similar a la de 2008-2009. Instituciones como Silicon Valley Bank y Signature Bank fueron intervenidas rápidamente, lo que redujo el contagio a otros bancos y no hubo costo para los depositantes ni uso de recursos públicos.

Los países de América Latina tuvieron que enfrentar un encarecimiento en sus costos de financiamiento, pero los flujos de capital a la región se mantuvieron relativamente estables. El crecimiento se ha desacelerado, pero no ha caído en terreno negativo.

Todavía es muy pronto para cantar victoria. Hay algunos componentes de la inflación subyacente que permanecen elevados y es probable que reducir a un nivel de alrededor de 2% tome más tiempo del deseado. 

Persisten algunos riesgos y no se puede descartar un repunte inflacionario que obligue a nuevos aumentos de tasas de interés, que golpeen la actividad económica y la estabilidad de algunas instituciones bancarias. 

Otro desafío es la situación fiscal. La estrategia de la administración Biden -conocida como Bidenomics- giró alrededor de un trío de leyes que han implicado mayores gastos en infraestructura, más inversión en una economía verde y aumento nacional de la fabricación de semiconductores.

Ha ayudado a expandir la demanda interna y sostener el empleo. Sin embargo, también ha ampliado el déficit y la deuda pública, lo cual ha generado tensiones políticas internas que han dificultado la autorización legislativa para ampliar los techos de endeudamiento.

Todo ello llevó a Fitch a reducir su calificación de riesgo de los bonos del Tesoro norteamericano de AAA a AA+. Este anuncio fue un baldazo de agua helada y, aunque no tuvo mayor impacto en los mercados, será uno de los riesgos más significativos a ser enfrentados en el mediano plazo.

No obstante, y sin caer en un ingenuo optimismo o autocomplacencia, es innegable que hasta el momento ha sido una de las experiencias más exitosas en políticas antiinflacionarias. 

El "gran experimento macroeconómico" parecería estar funcionando. Podría ser uno de los pocos casos recientes en los cuales, drásticos incrementos en las tasas de interés consiguen estabilizar los precios, sin un impacto recesivo y aumento del desempleo. Esto le daría un alivio a América Latina.

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