Sábado, 20 de abril de 2024
Una Habitación Propia

La Cofradía de Tobi

Maria Fernanda Ampuero

Maria Fernanda Ampuero

María Fernanda Ampuero, es una escritora y cronista guayaquileña, ha publicado los libros ‘Lo que aprendí en la peluquería’, ‘Permiso de residencia’ y ‘Pelea de gallos’.

Actualizada:

30 May 2019 - 18:50

Entre los integrantes de la Cofradía está Fabricio Correa y Hernán Ulloa. Juan José Illingworth es uno de los asesores.

Entre los integrantes de la Cofradía está Fabricio Correa y Hernán Ulloa. Juan José Illingworth es uno de los asesores.  Cortesía

Como si de una propaganda de Queer Eye for straight guy, el reality en el que un grupo de estilistas gays enseñan a los machos a adecentarse, vi una foto de unos guayaquileños en una tienda de ropa de hombre –con esas corbatas sedosas, coloridas, de salsero puertorriqueño– tomándose unos champancitos y unos quesitos.

Hasta ahí todo bien porque ya es hora de que los hombres de Guayaquil se den cuenta de que el estilo y el cuidado no los hacen menos machos, o sí, y ya es hora de que sean menos machos.

Casi me alegré, oigan, de que nuestro puerto dejara de estar guiado por esa tripulación oscurantista, clasista y de masculinidad tóxica que todas conocemos.

Mi gozo, como siempre, duró poco. Descubrí que los señores no participaban en un reality de cambio de look, sino que son, ojo al dato, los representantes de una cofradía –¡co-fra-día!– que se llama La Perla, sí, Cofradía de la Perla, como en Piratas del Caribe, pero made in Guayaquil.

Qué drama, carajo, que en pleno siglo XXI los guayaquileños sigan organizando vainas entre hombres como los niños de La pequeña Lulú y su Club de Tobi – “no se admiten mujeres”–.

Al lamentable espectáculo de ver una organización sin mujeres se suma esto, su explicación de quiénes son: “somos un grupo multidisciplinario proponente de un Guayaquil autónomo, un Ecuador descentralizado y con una visión clara de futuro, devolviendo valores éticos y morales, convirtiéndose en un tanque de pensamiento de gran aporte a la sociedad”.

Qué vergüenza ajena. Y ellos tan cancheros, brindando con su espumante, como si nos estuvieran mirando desde el siglo XIX. Y es que, ¿saben qué?, lo están haciendo.   

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