Martes, 23 de abril de 2024
Cambio de Rueda

Nuevo ensayo sobre la ceguera, la sordera y el analfabetismo del otro

Santiago Roldós

Santiago Roldós

Actor, escritor, director y profesor, cofundador del grupo Muégano Teatro y de su Laboratorio y Espacio de Teatro Independiente, actualmente ubicado en el corazón de la Zona Rosa de Guayaquil. A los cinco años pensaba que su ciudad era la mejor del mundo, pero entonces también creía en Dios y en Barcelona Sporting Club. 

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10 Oct 2019 - 19:05

Como muchxs, casi todxs en Ecuador, llevo días dando vueltas, reciclando ideas, frases, indignaciones y denuncias “de lado y lado”. Detesto las redes sociales, y sin embargo recurro a ellas como analgésico de mi deseo radical de desparecer. Fundirme a negro, como en una película. 

Pero como dice Heiner Müller en Hamletmachine: “mi asco es un privilegio”. El privilegio es una clave que suelen perder de vista quienes lo detentan, naturalizado su bienestar. Por eso el exalcalde Nebot, los periodistas y columnistas hombres blancos más honestos de los más convencionales y curuchupas medios de comunicación, o una entrañable amiga mía súper alternativa y ex funcionaria de los primeros gobiernos de Correa que hoy sigue curándose de todo lo que ese trabajo le enfermó, no pueden entender cómo los indios no se dan cuenta de que están trabajando para el retorno de Correa...

Siempre recuerdo que al final de una función de “Nuestra señora de las Nubes”, de Arístides Vargas y Charo Francés, en Berlín, una vieja actriz que trabajó con Brecht en el Berliner Ensemble y también con el propio Müller se le acercó a Charo y le dijo: “es imposible ponerse en el lugar del otro”. Con su currículum, puede que ella tuviese la autoridad moral para sentirse derrotada. Lo que me parece injustificable es el ni siquiera intentarlo. 

Creo que para lxs indígenas, expoliadxs por los 10 años de extractivismo criminal de uno de los supuestos adalides de la izquierda continental, Correa y Moreno son lo mismo.

Puede que, desde la atalaya de las clases gobernantes, incluso desde el mini privilegio de un departamento propio de 135 metros cuadrados, comprado a crédito de 25 años del BIESS, tengamos la oportunidad de ver matices inaccesibles para unas comunidades indígenas, hoy sitiadas por la minería, pero tras 500 años de conquista por un racismo y un clasismo que se mantiene, aún en versión soft adormilada, y que estalla a la mínima provocación en cualquier chat de mapadres de familia de colegio privado.       

Creo que en lugar de incendiar las calles con su prepotencia acostumbrada -para mí más dañina y contraproducente para la economía de todxs que los saqueos de bandas delictivas o aún de ciudadanía desesperada-, las clases dominantes deberían poder leer la revuelta como una respuesta a lo hiriente que resulta que el neoliberalismo, jamás derrotado ni trascendido durante los 10 años de extractivismo patriarcal de Correa, hoy nos venga a aleccionar de nuevo, tratándonos a lxs demás como estúpidxs, infantiles o simplemente indígenas, por el crimen de siquiera sospechar que hay algo podrido de raíz en la estructura de nuestras relaciones, ya no de comercio, sino sociales en general.

Pero hablar hoy en nombre de la unidad nacional me parece igual de problemático que las proclamas sobre la unidad de las naciones y sectores indígenas: el que en su momento histórico las enormes Dolores Cacuango o Tránsito Amaguaña sostuvieran con severidad y eficacia la imposibilidad de mostrar fisuras, en un movimiento que hasta hace pocos lustros vivió prácticamente esclavizado, no exime que las nuevas dirigencias repiensen y reconsideren sus estrategias y responsabilidades históricas. Y eso también es exigible, lo contrario es paternalismo colonial.

La lucha y reivindicaciones de sus pueblos: no a la explotación minera, no a la contaminación del agua, no al asesinato de las comunidades, nos moviliza a muchxs blancos, mestizos y otros sectores. Pero en los últimos 23 años, en los golpes más o menos populares de Estado, lo que sucedió siempre fue peor de lo que había: Alarcón más ratero que Bucaram; Lucio más déspota que Mahuad; y Correa más violento y entreguista, por hipócrita y sofisticado, que Lucio... Las cosas no deben necesariamente ocurrir siempre igual. Los mayores deben recordarlo y transmitirlo.

Imaginar que la ganancia de la actual revuelta se la lleve Correa, el mayor responsable político y económico no sólo de la crisis actual, sino de haber convertido a Ecuador en un narco estado, ya no digamos de las FARC, bebés de pecho a lado de las mafias que la injusta y por ende espantosamente llamada Revolución Ciudadana metió al corazón de nuestras ciudades, no sólo resulta desolador para quienes detentan grandes privilegios y para quienes detentamos pequeños privilegios, equivale a un suicidio para la propia militancia indígena.

El fascismo siempre fue un salto al vacío de las clases populares.

Pd: ¿Cómo sería Ecuador si hubiese contado con estructuras más democráticas, que permitieran a Abdalá Bucaram ser tan famoso y millonario dedicándose al deporte y la pendejada, sus territorios de experticia? Y a Correa acumular tanto poder y fortuna siendo guionista de Netflix, o Cardenal de Quito, cosas para las que realmente parece haber nacido… La película que concibió al menos desde 2015 se está cumpliendo al pie de la letra: ceder la administración de la crisis y la escasez, para retornar años después, con total impunidad. La tragedia de la izquierda, no sólo latinoamericana, es interpretar la realidad con las mismas gafas de la derecha. Esto es: las de una buena/mala producción maniqueísta de Hollywood, encima creyendo que lo hace con los lentes de Spinoza o de Foucault.

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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